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El que vive y cree en mi

“Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”

Juan 11:26 RVR1960

La muerte aterra a las personas. Aun los que dicen no temerle, al encontrarse en una situación que pone en riesgo su vida o cuando están cercanos a expirar, se estremecen ante lo desconocido. Y lo que sucede después de la muerte ha sido tratado de explicar por diversas culturas, como la sumeria, egipcia, griega, maya, hindú, escandinava y china, entre muchas otras. Sin embargo, a pesar de sus muchas diferencias, casi todas tienen un punto en común y este es la existencia de vida después de la muerte.

Sin embargo, ninguna de estas culturas tuvo lo que la hebrea. El Hijo de Dios verdaderamente vino a nosotros y reveló aspectos de la vida después de la muerte. Vemos en el Evangelio según Juan, que Cristo le dice a María, hermana de Lázaro, antes de resucitarlo: todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Sabemos que Él resucitó a Lázaro, pero que el hermano de María posteriormente murió de nuevo. Pero es que al decir que no morirá eternamente no hacía referencia a esa resurrección, sino a vida posterior a la muerte. Hay verdades específicas aquí, en primer lugar, que es necesario creer ahora que vivimos y no estamos viendo físicamente a Dios o a Cristo, y, en segundo lugar, que por fe creemos que Jesús es la única forma de ser salvos y tener vida eterna. Depositando nuestra fe y esperanza en el Mesías, posteriormente a habernos arrepentido de nuestros pecados y reconciliarnos con Dios, es el único modo de vivir en las moradas celestiales eternamente.

Para los que creen en Cristo, no debería haber temor a enfrentar la muerte. En varias ocasiones el Mesías habló de la vida después de la muerte, pero no con palabras vacías, sino que lo demostró al resucitar después de haber muerto crucificado. Contrario a lo que se cree, nuestra existencia no termina con nuestra muerte física, sino que es el inicio de una existencia eterna, y solo mediante Jesús evitaremos la segunda muerte.

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Predicando a toda criatura

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”

Marcos 16:15 RVR1960

Los cristianos debemos realizar varias tareas diariamente. En primer lugar, cuidar nuestra relación con Dios, y esto es orando constantemente, leyendo la Biblia y meditando en lo que hemos leído, hacer ayuno, adorar y cantar alabanzas al Todopoderoso. Con respecto a nuestros hermanos en Cristo, tener comunión con ellos, orar los unos por los otros, animarnos, y ayudarnos. Desde el punto de vista ministerial, cuidar nuestra área de servicio, orar para que Dios nos guíe en cómo hacer las cosas bien, y obedecer la voz del Espíritu Santo. Pero hay una tarea primordial, y esta es predicar.

Predicar tiene su origen en una palabra griega (κηρύσσω kērussō) cuya traducción podría ser proclamar o divulgar. No debe entenderse predicar como exponer un sermón o hacer un discurso, sino más bien como llevar un mensaje a diferentes tipos de personas. Esta, que es una de las funciones más importantes que tenemos y cuyo mandato recibimos directamente de boca de Jesús, es una de las que menos les gusta hacer a los cristianos. Y tenemos la oportunidad de hacerlo con las personas a nuestro alrededor.

Este pasaje de las Escrituras relata lo dicho por el Mesías posteriormente a su resurrección.  Esta gran comisión es la de ir por el mundo predicando el evangelio a toda criatura. Ya el mensaje no era que el Reino de los Cielos se había acercado, sino que Jesús de Nazaret había muerto por nuestros pecados, y que había resucitado. Que en Él tenemos salvación y vida eterna. Y este mensaje se mantiene hasta el día de hoy. También la comisión es para todos los cristianos. En cualquier lugar donde estemos, sea en la casa, en el trabajo, en un parque, caminando de regreso a casa, comprando víveres, viajando a otra provincia, o a otro país, debemos comunicar estas buenas nuevas. Esto sin hacer acepción de personas, sin prejuicios, sin rechazar a nadie, sabiendo que el evangelio de salvación está disponible para todos por igual.

Dios espera que nosotros prediquemos a toda persona que Él envió a Su Hijo Unigénito a morir por nuestros pecados, y por ese sacrificio nosotros podemos ser salvos, si nos arrepentimos de nuestros pecados y le aceptamos como salvador. La promesa de paz, salvación y vida eterna está extendida para el que quiera hacerla suya. Pero nos corresponde a nosotros hacerle saber al mundo que se pierde acerca del plan de salvación. ¿Responderemos al llamado?

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