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Soportando la exhortación

“Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente.”

Hebreos 13:22 RVR1960

La manera de corregir a los niños, adolescentes y hasta a adultos de malos comportamientos es llamándolos, y razonando con ellos acerca de sus acciones. Se debe explicar por qué es incorrecto lo que hacen, las consecuencias que esa actuación puede tener para ellos, y tratar de convencerles que cambien. Pero sucede que estamos en lo que se conoce como generación de cristal. Los niveles de susceptibilidad de las personas están muy altos, y, aunque sepan que hacen mal, se ofenden y horrorizan si alguien se los dice.

Este comportamiento es muy frecuente entre los cristianos también. Mientras se predique del amor de Cristo, de su oferta de salvación, la vida de los profetas o los discípulos, todo está bien. Pero cuando se les confronta con un mensaje que expone sus malas obras, que evidencia que están tibios, que se encuentran en pecado y alejados de Dios, o bien se lo adjudican a alguien más diciendo que ese mensaje es para tal o más cuál persona, o, si se sienten aludidos, se ofenden y hasta cambian de templo. El autor de la epístola a los hebreos escribe: Les ruego, hermanos, que soporten la palabra de exhortación, pues les he escrito brevemente. Al los hebreos no estar bajo su asignación, en vez de hablarles con autoridad, lo hace con lo que denomina un ruego suave. Pero no por ello deja de decirles lo que era necesario oír. Y en esto nos confundimos los que escuchamos, porque lo que intenta quien nos confronta mediante las Escrituras es que nos salvemos, no que nos sintamos mal.

La función de un predicador es llevar a las personas Palabra de Dios. Animarnos si estamos decaídos, fortalecernos si estamos débiles, exhortarnos si estamos desanimados, confrontarnos si estamos en pecado. Esto no les reporta nada, solo cumplen con su responsabilidad ante Dios de alertar y ser atalayas. A nosotros nos corresponde ver en cada mensaje qué debe cambiar en nuestras vidas, y, en vez de ofendernos, transformarnos a la imagen de Cristo, pues esto es lo que nos ayudará a ser salvos, no cambiarnos de congregación. ¡El Señor te bendiga!

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Los que son fuertes en la fe

Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.”

 Romanos 15:1 RVR1960

Nuestro andar en los caminos de Dios no es sencillo. No es solo lidiar con los embates del enemigo, las tentaciones a las que nos enfrentamos en el mundo, y las dificultades que acechan a cada instante, sino también los aspectos éticos y morales de nuestra característica como cristianos, velar por nuestro testimonio, evitar ser piedra de tropiezo para otros, y así sucesivamente.

Y dentro de este aspecto, hay algo importante. Aunque las personas tratan de vernos así, los cristianos no estamos encadenados por las ataduras de la fe, ni llenos de limitaciones. Somos libres en Cristo, y esto no implica solamente libertad del yugo del pecado. Sin embargo, mientras crecemos en madurez espiritual, nos percatamos de que no todos asimilan del mismo modo la condición que tienen como hijos de Dios. Y existen quienes son incapaces de mantenerse en equilibrio, y van a extremos, sea en el legalismo, o el libertinaje. Pero otros aprovechan esa libertad para, sin llegar a excesos, darse gustos sin importarle las personas a su alrededor. Pablo dice: Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Con esto, exhorta a los creyentes firmes en la fe a que, por amor a nuestros hermanos en Cristo más débiles, entendamos las flaquezas de ellos, y nos alejemos de las cosas que puedan hacerles tropezar. Muchos nos ven para criticarnos, pero un comportamiento nuestro puede hacer tropezar a un hermano de la fe.

Como cristianos, estamos llamados a hacer sacrificios por amor en favor de otros. Dejar de hacer cosas que puedan hacer tropezar a nuestros hermanos, aunque sepamos que no hay pecado en ello, es una muestra de madurez espiritual, y es algo que agrada a Dios. ¡El Señor te bendiga!

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El que soporta la tentación

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

Santiago 1:12 RVR1960

Cada uno de nosotros tiene preferencias y gustos específicos, que no necesariamente son iguales al de las otras personas, y estos nos causan placer, aunque sepamos que nos hacen daño y pueden costarnos la vida. Hay personas que hallan particular deleite en el alcohol, otros en el azúcar, algunos en la comida, hay quienes su debilidad es el tabaco o el café, y así sucesivamente. Otros gustos pueden ser más nocivos aún, causando no solo posibles trastornos permanentes al organismo, sino afectando nuestro estado espiritual también, como puede ser la fornicación, el adulterio. Esto que tanto nos agrada, pero que no nos conviene se convierte en nuestra debilidad.

Esto que nos gusta sobremanera es lo que emplean los demonios en contra nuestra, y aún nosotros mismos nos mantenemos pensando una y otra vez en lo que nos causa placer. Se convierte en un modificador de nuestra conducta, y con nuestras debilidades somos tentados, y se torna en una batalla interna entre hacer lo que causa placer y tienen consecuencias nefastas o hacer lo correcto. Santiago dice: Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Y es que no ceder a nuestros impulsos es una prueba difícil y agotadora. Muchas veces nos tratamos de convencer a nosotros mismos que no nos hará nada, que no es malo hacerlo, o tratamos de buscar una justificación. Pero esto nos puede costar la vida, y la salvación. Hay también un premio para los que logran soportar la tentación, y es la corona de vida, pero ésta es la vida verdadera, eterna.

Luchar contra nosotros mismos es difícil. Mas que los demonios, somos nosotros nuestros principales enemigos. Necesitamos ayuda para poder soportar la tentación, y esta la encontramos en Dios, que es quien nos fortalece para que podamos salir vencedores de esa prueba, y posteriormente tengamos acceso a la vida eterna. ¡El Señor te bendiga!

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