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El que soporta la tentación

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

Santiago 1:12 RVR1960

Cada uno de nosotros tiene preferencias y gustos específicos, que no necesariamente son iguales al de las otras personas, y estos nos causan placer, aunque sepamos que nos hacen daño y pueden costarnos la vida. Hay personas que hallan particular deleite en el alcohol, otros en el azúcar, algunos en la comida, hay quienes su debilidad es el tabaco o el café, y así sucesivamente. Otros gustos pueden ser más nocivos aún, causando no solo posibles trastornos permanentes al organismo, sino afectando nuestro estado espiritual también, como puede ser la fornicación, el adulterio. Esto que tanto nos agrada, pero que no nos conviene se convierte en nuestra debilidad.

Esto que nos gusta sobremanera es lo que emplean los demonios en contra nuestra, y aún nosotros mismos nos mantenemos pensando una y otra vez en lo que nos causa placer. Se convierte en un modificador de nuestra conducta, y con nuestras debilidades somos tentados, y se torna en una batalla interna entre hacer lo que causa placer y tienen consecuencias nefastas o hacer lo correcto. Santiago dice: Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Y es que no ceder a nuestros impulsos es una prueba difícil y agotadora. Muchas veces nos tratamos de convencer a nosotros mismos que no nos hará nada, que no es malo hacerlo, o tratamos de buscar una justificación. Pero esto nos puede costar la vida, y la salvación. Hay también un premio para los que logran soportar la tentación, y es la corona de vida, pero ésta es la vida verdadera, eterna.

Luchar contra nosotros mismos es difícil. Mas que los demonios, somos nosotros nuestros principales enemigos. Necesitamos ayuda para poder soportar la tentación, y esta la encontramos en Dios, que es quien nos fortalece para que podamos salir vencedores de esa prueba, y posteriormente tengamos acceso a la vida eterna. ¡El Señor te bendiga!

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Sométanse a Dios y resistan al diablo

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”

Santiago 4:7 RVR1960

Los seres humanos somos sometidos a diferentes tentaciones, las cuales se corresponden a las debilidades que cada quien tiene. Mientras las personas que no conocen a Dios ceden con facilidad ante ellas, para los cristianos esto representa una gran guerra interna. Esta presión es ejercida por el mundo, el diablo y nuestra carne para hacernos pecar. Sin embargo, es común resumir los tres elementos en uno, que frecuentemente es ignorado, o se desconoce su existencia: el diablo.

Para enfrentarnos a esta lucha, lo primero que debemos es identificar nuestro adversario. Percibir que quiere explotar nuestras debilidades, que estamos siendo manipulados. Después de identificarlo, debemos buscar la forma de poderlo combatir, y esta la encontramos en la Biblia. El apóstol Santiago dice: Sométanse, pues, a Dios; resistan al diablo, y huirá de ustedes. Ante la presión del diablo por hacernos caer y apartarnos de nuestra fe, debemos, como parte del ejército del Altísimo, someternos y obedecer la voluntad de quien nos comanda. Cuando humillamos nuestra propia voluntad y nos subordinamos a la de Dios, relegamos a un segundo plano nuestra carne, priorizando el espíritu. De este modo, cerramos brechas, reducimos nuestras posibilidades de caer, y, habiendo descubierto al diablo como oponente, resistirlo.

Someterse a Dios es doblegar el yo, y al tener claras nuestras debilidades, somos capaces de ver los ataques de nuestro enemigo y resistir sus manipulaciones. Cuando el diablo, el mundo, o nuestra propia carne se da cuenta que no cedemos ni un poco y percibe nuestro respaldo divino, se retirará en derrota. Solo así lograremos salir victoriosos de esta guerra espiritual.

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Caminando sobre brasas

“¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?”

Proverbios 6:28 RVR1960

Muchas tentaciones vienen a nuestra vida diariamente. Estas nos llevan a desear algo que conocemos que puede hacernos daño, de una forma u otra. Y es precisamente saber que no es correcto o bueno lo que lo convierte en algo agradable o que queremos hacer a toda costa. Existe una lucha interna que solo quienes han pasado por esto, en cualquiera de sus modalidades, puede entender.

Y es que cuesta mucho trabajo ser capaces de dominarnos. Nosotros mismos nos decimos que no sucederá nada, que nadie nos está viendo, y justificamos las acciones que sabemos que no están bien. Personas que no pueden beber alcohol, compran una botella para llevarla a casa y se convencen a sí mismos de que lo hacen para poder tener bajo control la adicción. Otros son adictos al azúcar o carbohidratos, y compran dulces para poderse resistir. Muchos ejemplos pueden ponerse acerca de cómo se coquetea con la tentación, y nos convencemos de que estamos al control de la situación.

En este versículo de Proverbios se hace referencia al que comete adulterio pensando que no sucederá nada por esto, comparándolo con un hombre que camine sobre brasas sin que se le quemen los pies. Sin embargo, es extensivo también a cualquiera de las tentaciones a las que somos sometidos y a las que frecuentemente nos exponemos nosotros mismos. No nos engañemos: no somos lo suficientemente fuertes para luchar contra algo que nosotros mismos estamos inclinados a hacer. Para poder resistir lo que está mal, necesitamos presencia y dirección de Dios en nuestras vidas, y alejar el motivo de tentación. No debemos abrazarlo y llevarlo a casa, no debemos creer que no caeremos, si ya ha sucedido antes, más bien, debemos resistir esa tentación, centrar nuestro pensamiento en otra cosa, orar a nuestro Padre Celestial para que nos de fuerzas y podamos evitar lo que nos daña.

Reconocer que tenemos un problema, pedir ayuda en oración, tener un hermano en Cristo o familiar en el que podamos confiar y nos ayude a controlarnos en momentos de tentación es importante. Pero aún más confesar nuestra debilidad delante de Dios, el cual nos fortalecerá y ayudará a rebasar lo que nos ata. Él nos dio libertad, para que no estemos sometidos a ningún vicio o deseo malsano. Confíe en el Todopoderoso, y verá como triunfará frente a las tentaciones.

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