“El necio menosprecia el consejo de su padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente.”
Proverbios 15:5 RVR1960
Los fracasos, derrotas y desilusiones en la vida enseñan y modifican nuestra conducta. Mediante la experiencia se van adquiriendo y aprendiendo modos de conducta que van eliminando gradualmente la ingenuidad, la inexperiencia, el desconocimiento y, de este modo, se va errando menos a la hora de interactuar con otros. Nuestros padres han vivido mucho más que nosotros, y en aras de prepararnos para la vida, suelen aconsejarnos para que no cometamos los mismos errores que ellos, aunque son raros los casos en los que se les presta atención.
Se ha vuelto una tendencia actual que las personas menosprecien las palabras de sus padres. Durante la adolescencia, consideramos que, por ser de otra generación, son anticuados y no saben como suceden las cosas. Cuando jóvenes, alegamos que son otros tiempos. Y todo redunda en que cometemos los mismos errores que ellos tratan que evitemos. En este pasaje de Proverbios, se nos dice: El necio menosprecia el consejo de su padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. Y es que es de personas poco inteligentes rehusarse a escuchar los consejos que nos dan las únicas personas que nunca quieren mal para nosotros, y cuando corrigen nuestra conducta, es para evitarnos situaciones desagradables. A veces acudimos por consejos a nuestros amigos, que suelen ser tan o más inexpertos que nosotros mismos. Pero no prestamos oído a las palabras de nuestros progenitores que tratan de evitar que nos hagamos daño o nos frustremos.
Además de nuestros padres, tenemos a alguien que ha dado cientos de miles de consejos para que no tengamos tropiezos en nuestra vida: Dios. Como Padre Celestial, tampoco quiere el mal para nosotros, ni que experimentemos fracasos y situaciones dolorosas. Sus consejos y guías para nosotros van desde aspectos relacionados con las interacciones en la sociedad, familia, conyugues, e hijos, hasta los más importantes aspectos espirituales. No menospreciemos los consejos de quienes conocen más que nosotros, menos si provienen de nuestros padres o de Dios. Seamos prudentes.
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