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Todos unánimes, juntos

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos”

Hechos 2:1 RVR1960

Los superhéroes de historietas, casi en su mayoría, tienen como característica que obtuvieron poder de fuentes externas, llegando así a representar y defender la justicia en su ciudad. En la vida real, algo similar nos sucede a los cristianos. No tenemos poder propio, requerimos de una fuente externa que nos dé la posibilidad de que se obren milagros y ser canal de bendición a otros: nuestro Dios todopoderoso.

Jesús de Nazaret, posteriormente a la resurrección, dijo a los discípulos que no se fueran de Jerusalén, donde enviaría la promesa del Padre (Lucas 24:49, Hechos 1:4 RVR1960) y les aseguró que serían bautizados con el Espíritu Santo. De este modo, cuando llegó el día de Pentecostés, se encontraban, de forma espontánea, todos juntos, unánimes, con un mismo sentir. Obedientemente, esperaban lo prometido. Habían hecho todos los preparativos necesarios para la celebración, se habían encargado de todo lo necesario, pero estaban juntos, obedientes y a la espera del cumplimiento de lo dicho por el Mesías. Y sucedió uno de los eventos más importantes para los creyentes del nuevo pacto: vino del cielo un estruendo, como de viento recio que soplaba, llenando toda la casa donde se encontraban, y les aparecieron lenguas como de fuego asentándose sobre cada uno de ellos, siendo llenos todos del Espíritu Santo y hablando en otros idiomas entendibles (Hechos 2:2-4). A partir de este momento y hasta la actualidad, la presencia, poder y guía de Dios no sería exclusiva a un profeta o sacerdote, sino que estaría disponible para todo aquel que la quisiera. Ellos, ante esta presencia divina en sus vidas, cambiaron. Este bautismo es una unción de poder que activa los dones espirituales de quienes lo reciben, capacitándolos para el servicio a Dios. Ese Pentecostés nos mostró lo que está disponible para nosotros y dio inicio a una nueva dispensación. Tristemente, pocos cristianos anhelan el bautismo del Espíritu Santo. Muchos que sí lo han recibido, lo dejan enfriar, y otros lo falsean o exageran, pero el resultado es una vida sin cambios y sin poder.

No descuidemos la presencia del Espíritu Santo en su vida. Busquemos el bautismo del Espíritu Santo. Necesitamos de Su poder para serle testigos ante un mundo sumido en tinieblas y engaño. Queda de nuestra parte apropiarnos de la promesa del Padre, y que, puestos de acuerdo con nuestros hermanos, busquemos unánimes, juntos. ¡El Señor te bendiga!

#DiaDePentecostes, #TodosUnanimesJuntos, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Unánimes juntos

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos”

Hechos 2:1 RVR1960

Los superhéroes de historietas de Marvel Comics, como Spider-Man, Hulk, el Capitán América, entre otros tantos, tienen como característica que obtuvieron poder de fuentes externas, llegando así a representar y defender la justicia en su ciudad. En la vida real, algo similar nos sucede a los cristianos. No tenemos poder propio, requerimos de una fuente externa que nos dé la posibilidad de que se obren milagros y ser canal de bendición a otros: nuestro Dios todopoderoso.

Jesús de Nazaret, posteriormente a la resurrección, dijo a los discípulos que no se fueran de Jerusalén, donde enviaría la promesa del Padre (Lucas 24:49, Hechos 1:4 RVR1960) y les aseguró que serían bautizados con el Espíritu Santo. De este modo, cuando llegó el día de Pentecostés, se encontraban, de forma espontánea, todos juntos, unánimes, con un mismo sentir. Obedientemente, esperaban lo prometido. Habían hecho todos los preparativos necesarios para la celebración, se habían encargado de todo lo necesario, pero estaban juntos, obedientes y a la espera del cumplimiento de lo dicho por el Mesías. Y sucedió uno de los eventos más importantes para los creyentes del nuevo pacto: vino del cielo un estruendo, como de viento recio que soplaba, llenando toda la casa donde se encontraban, y les aparecieron lenguas como de fuego asentándose sobre cada uno de ellos, siendo llenos todos del Espíritu Santo y hablando en otros idiomas entendibles (Hechos 2:2-4). A partir de este momento y hasta la actualidad, la presencia, poder y guía de Dios no sería exclusiva a un profeta o sacerdote, sino que estaría disponible para todo aquel que la quisiera. Ellos, ante esta presencia divina en sus vidas, cambiaron. Este bautismo es una unción de poder que activa los dones espirituales de quienes lo reciben, capacitándolos para el servicio a Dios. Ese Pentecostés nos mostró lo que está disponible para nosotros y dio inicio a una nueva dispensación. Tristemente, pocos cristianos anhelan el bautismo del Espíritu Santo. Muchos que sí lo han recibido, lo dejan enfriar, y otros lo falsean o exageran, pero el resultado es una vida sin cambios y sin poder.

No descuidemos la presencia del Espíritu Santo en su vida. Busquemos el bautismo del Espíritu Santo. Necesitamos de Su poder para serle testigos ante un mundo sumido en tinieblas y engaño. Queda de nuestra parte apropiarnos de la promesa del Padre, y que, puestos de acuerdo con nuestros hermanos, busquemos unánimes, juntos. ¡El Señor te bendiga!

#DiaDePentecostes, #TodosUnanimesJuntos, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Manteniéndonos firmes en la fe

“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.”

Hebreos 10:23 RVR1960

En tiempos del medioevo, y hasta el siglo XVIII o XIX, las personas podían hasta morir por no retirar su palabra empeñada. Existía un concepto tan elevado del honor, que hacía que las personas cumplieran a cabalidad sus promesas, y nadie profería frase alguna si no planeaba cumplirla. Por supuesto, habían excepciones, pero eran las menos, comparado con los que no faltaban a sus compromisos verbales. Sin embargo, en nuestro tiempo se suele hablar y hacer promesas sin verdaderamente tener intenciones de cumplirlas. Promesas de amor para toda la vida, de negocios beneficiosos, de amistad inquebrantable, de devoluciones de deudas, todo tipo de situaciones se dan en la actualidad que proporcionan una falsa seguridad con tal lograr algo de nosotros, generándose así un escepticismo general, convirtiendo la desconfianza en un modo de supervivencia.

Y esto, involuntariamente, es trasladado a la iglesia. Cuando comenzamos a asistir a una congregación, escuchamos con embeleso todo lo que nos espera como cristianos. Oímos cada promesa dejada para el Cuerpo de Cristo, y nos apropiamos de ellas. Pero pasa el tiempo, y el enemigo siembra una duda, la cual comienza a ganar terreno en nosotros lentamente, y recordamos cuantas veces nos han fallado, o pensamos si ha sido por emocionalismo que estamos allí. Así falla nuestra fe. La meta clara ante nosotros se estremece y ya no la vemos igual. No sabemos si abandonar o continuar. Y de este estado es del que previene el autor de la epístola a los hebreos, al decir: Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Nuestra esperanza está basada en la fe, en que nuestros pecados nos son perdonados por el sacrificio de Cristo en la cruz, si nos arrepentimos de ellos y no los volvemos a hacer, que somos coherederos del reino de los cielos, y que moraremos con Dios por la eternidad. Pero nada de esto fue dicho por un hombre cualquiera, sino que fue prometido por el Hijo de Dios, y, como se nos aclara, fiel es el que prometió.

Cuando tengas temores o dudas, cuando tiemble tu fe, recuerda que Dios nunca ha faltado a Sus promesas. No importa que experiencia anterior con tus semejantes hayas tenido, Él siempre se mantiene fiel a Su palabra y lo que ha prometido se cumplirá sin importar circunstancia o situación. Confía en Él siempre. ¡El Señor te bendiga!

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El Señor no retarda Su promesa

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”

2 Pedro 3:9 RVR1960

Uno de los eventos que más se ha anunciado en el cristianismo primitivo, que reviste gran importancia para los creyentes y la humanidad en general, y que en la actualidad no se anuncia como se debería, es la segunda venida de Cristo. Para los primeros cristianos, y varias generaciones después de ellos, el regreso de Jesús era muy esperado, pues implicaría el inicio de un reinado de paz, santidad, justicia y presencia de Dios. Sin embargo, hoy en día es poco mencionado y la cristiandad ya no espera este hecho, aunque lo conoce. Creemos que falta mucho aún para que suceda, y mientras, los inconversos lo usan para burlarse de nuestra fe.

Si bien se confunden los eventos del rapto de la iglesia y la segunda venida de Cristo, lo cierto es que el primero anuncia el inminente acontecimiento del segundo. Este retorno de Jesús pondrá fin a la Gran Tribulación, y es un evento glorioso que será visible por todos. Pero lo que ahora resulta risible, tendrá un impacto inmenso en las vidas de los que lo experimenten, pues su destino será definido acá. Sucesos como la batalla final del Armagedón (Apocalipsis 16:12-16 RVR1960), la destrucción del imperio del Anticristo (Apocalipsis 19:19-21 RVR1960), la resurrección de los santos mencionados en el Antiguo Testamento y los de la Gran Tribulación (Daniel 12:1-2, Apocalipsis 20:4-6 RVR1960), y el juicio sobre Israel y las naciones, acontecerán para dar inicio a su reinado milenial. Cada uno de estos hechos causará conmoción en todo el mundo. Y lo que ahora causa risa, luego será confusión, dolor y llanto. Pero Pedro aclara por qué aún no ha tenido lugar: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Dios muestra misericordia y tiene paciencia, no solo para dar tiempo a que los inconversos se arrepientan, sino que los propios cristianos se vuelvan de sus malas obras y regresen a Cristo. Dice: paciente para con nosotros, y este pasaje habla de los creyentes.

Algo es cierto: Cristo prometió que regresaría y lo hará. Pero el rapto de la iglesia será un evento inesperado. Debemos examinarnos, ver si hay algo mal con nosotros y ponernos a cuentas con Dios, pues si hay algo cierto, es que el fin está cerca. No dejemos que sea en vano el sacrificio de Cristo, arrepintámonos, y anunciemos el regreso de Jesús para que la iglesia esté lista. ¡El Señor te bendiga!

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El que soporta la tentación

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

Santiago 1:12 RVR1960

Cada uno de nosotros tiene preferencias y gustos específicos, que no necesariamente son iguales al de las otras personas, y estos nos causan placer, aunque sepamos que nos hacen daño y pueden costarnos la vida. Hay personas que hallan particular deleite en el alcohol, otros en el azúcar, algunos en la comida, hay quienes su debilidad es el tabaco o el café, y así sucesivamente. Otros gustos pueden ser más nocivos aún, causando no solo posibles trastornos permanentes al organismo, sino afectando nuestro estado espiritual también, como puede ser la fornicación, el adulterio. Esto que tanto nos agrada, pero que no nos conviene se convierte en nuestra debilidad.

Esto que nos gusta sobremanera es lo que emplean los demonios en contra nuestra, y aún nosotros mismos nos mantenemos pensando una y otra vez en lo que nos causa placer. Se convierte en un modificador de nuestra conducta, y con nuestras debilidades somos tentados, y se torna en una batalla interna entre hacer lo que causa placer y tienen consecuencias nefastas o hacer lo correcto. Santiago dice: Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Y es que no ceder a nuestros impulsos es una prueba difícil y agotadora. Muchas veces nos tratamos de convencer a nosotros mismos que no nos hará nada, que no es malo hacerlo, o tratamos de buscar una justificación. Pero esto nos puede costar la vida, y la salvación. Hay también un premio para los que logran soportar la tentación, y es la corona de vida, pero ésta es la vida verdadera, eterna.

Luchar contra nosotros mismos es difícil. Mas que los demonios, somos nosotros nuestros principales enemigos. Necesitamos ayuda para poder soportar la tentación, y esta la encontramos en Dios, que es quien nos fortalece para que podamos salir vencedores de esa prueba, y posteriormente tengamos acceso a la vida eterna. ¡El Señor te bendiga!

#SoportandoLaTentacion, #LaCoronaDeVida, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Esperando unánimes juntos

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos”

Hechos 2:1 RVR1960

Los superhéroes de historietas de Marvel Comics, como Spider-Man, Hulk, el Capitán América, entre otros tantos, tienen como característica que obtuvieron poder de fuentes externas, llegando así a representar y defender la justicia en su ciudad. En la vida real, algo similar nos sucede a los cristianos. No tenemos poder propio, requerimos de una fuente externa que nos dé la posibilidad de que se obren milagros y ser canal de bendición a otros: nuestro Dios todopoderoso.

Jesús de Nazaret, posteriormente a la resurrección, dijo a los discípulos que no se fueran de Jerusalén, donde enviaría la promesa del Padre (Lucas 24:49, Hechos 1:4 RVR1960) y les aseguró que serían bautizados con el Espíritu Santo. De este modo, cuando llegó el día de Pentecostés, se encontraban, de forma espontánea, todos juntos, unánimes, con un mismo sentir. Obedientemente, esperaban lo prometido. Habían hecho todos los preparativos necesarios para la celebración, se habían encargado de todo lo necesario, pero estaban juntos, obedientes y a la espera del cumplimiento de lo dicho por el Mesías. Y sucedió uno de los eventos más importantes para los creyentes del nuevo pacto: vino del cielo un estruendo, como de viento recio que soplaba, llenando toda la casa donde se encontraban, y les aparecieron lenguas como de fuego asentándose sobre cada uno de ellos, siendo llenos todos del Espíritu Santo y hablando en otros idiomas entendibles (Hechos 2:2-4). A partir de este momento y hasta la actualidad, la presencia, poder y guía de Dios no sería exclusiva a un profeta o sacerdote, sino que estaría disponible para todo aquel que la quisiera. Ellos, ante esta presencia divina en sus vidas, cambiaron. Este bautismo es una unción de poder que activa los dones espirituales de quienes lo reciben, capacitándolos para el servicio a Dios. Ese Pentecostés nos mostró lo que está disponible para nosotros y dio inicio a una nueva dispensación. Tristemente, pocos cristianos anhelan el bautismo del Espíritu Santo. Muchos que sí lo han recibido, lo dejan enfriar, y otros lo falsean o exageran, pero el resultado es una vida sin cambios y sin poder.

No descuidemos la presencia del Espíritu Santo en su vida. Busquemos el bautismo del Espíritu Santo. Necesitamos de Su poder para serle testigos ante un mundo sumido en tinieblas y engaño. Queda de nuestra parte apropiarnos de la promesa del Padre, y que, puestos de acuerdo con nuestros hermanos, busquemos unánimes, juntos. ¡El Señor te bendiga!

#DiaDePentecostes, #TodosUnanimesJuntos, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias