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Considerando a los hermanos

“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.”

Hebreos 10:24 RVR1960

Una de las mejores formas de crecimiento personal es mediante la comparación y competencia sana. Encontrarnos en circunstancias en las que solo tenemos en cuenta nuestro conocimiento o dominio de algo, nunca nos hará avanzar, pues no sabemos las habilidades de los demás. Es por eso que tener a alguien contra quien medirnos, o cuyo conocimiento nos gustaría alcanzar nos hace desarrollarnos como personas.

El autor de Hebreos dice: Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Nos sugiere que nos valoremos entre nosotros, los unos a los otros, para que propiciemos la práctica del amor por el prójimo y las buenas obras. De este modo, si veo que alguien tiene un comportamiento mejor que el mío en cuanto a estos aspectos, esa es la manera en la que debo comportarme, del mismo modo que mi actuar sirve de referente para otros. Así se genera un clima entre los hermanos que posibilitará un mejor testimonio y que cada quién tenga las buenas acciones del otro como referencia.

La comunión entre hermanos y que cada quién lleve al otro a sacar lo mejor de sí, permitirá mostrar verdaderamente a Cristo al mundo. Animémonos y motivemos la realización de buenas obras y demostraciones de amor al prójimo. ¡El Señor te bendiga!

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El justo sirve de guía

“El justo sirve de guía a su prójimo; mas el camino de los impíos les hace errar.”

Proverbios 12:26 RVR1960

Siempre que comenzamos en algo por primera vez, nos viene bien escuchar la experiencia de los que llevan tiempo en la actividad. De ese modo aprendemos que es correcto hacer y que no, que nos puede traer problemas y cómo hacer las cosas adecuadamente. También nos enteramos de como se comportan los más experimentados, que ya han aprendido la manera más óptima y reducida de llevar a cabo las tareas, en vez de tener que aprenderlas por nosotros mismos, y evitar así las novatadas.

En cualquier área de la vida es factible remitirse a los que más tiempo llevan, pero esto también puede traer problemas. No necesariamente las personas serán dadas a explicar a los recién llegados como hacer las cosas bien, dándoles su conocimiento práctico. Ni podemos dejarnos guiar por quienes no conocemos ni sabemos de sus intenciones. El este pasaje de Proverbios se nos dice: El justo sirve de guía a su prójimo; mas el camino de los impíos les hace errar. Un cristiano o una persona de bien nos indicaría el camino correcto, la forma adecuada de comportarnos y hacer las cosas. El seguidor de Cristo habla palabras de bien, busca la bendición de Dios para los demás, y trata de evitarles que cometan pecado. Por otro lado, seguir la senda de las personas que no tienen temor de Dios solo nos llevará a cometer sus mismas malas acciones y terminar teniendo problemas con todos a nuestro alrededor.

Como cristianos, procuremos el bien para otros, actuemos como nos gustaría que hicieran con nosotros, llevando a los que buscan nuestra guía por caminos de bien, sin malicia ni dobles intenciones. Esta es también nuestra manera de glorificar el nombre de Dios con nuestras obras. ¡El Señor te bendiga!

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Tengamos el sentir de Cristo

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.”

Filipenses 2:5 RVR1960

Cuando vamos a un servicio en el templo, sea el de escuela dominical o cualquier otro que se realice en la semana, nos ponemos la mejor ropa para ir. Nos arreglamos adecuadamente y vamos con nuestras mejores galas. Algunos escogen su ropita menos deteriorada y la guardan para estar delante de Dios lo más presentables posibles. Otros seleccionan la más ostentosa que tienen para que las personas vean lo bien que se visten. Y más que adorar al Altísimo, se ha vuelto el lugar donde exhibir el estatus económico o social.

Cada vez menos personas en la iglesia miran a su alrededor y son movidos a compasión, deseosos de ayudar a los menos favorecidos. Tampoco existe la prudencia de no llevar la ropa más llamativa o de última moda, para evitar ser piedra de tropiezo para los que no tienen la misma solvencia que ellos. Nos encontramos en la casa de Dios con altivez, haciendo acepción de personas, y cada quien tratando de garantizar lo suyo propio, a veces, sintiéndonos superiores a los demás por determinadas condiciones de vida que podemos tener. Es por eso que el apóstol Pablo hace un llamado a los creyentes de Filipos, y es también aplicable a nosotros, al decir: Haya en ustedes este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Continúa diciendo que el Mesías no estimó el ser igual a Dios para despojarse de su naturaleza divina,  venir como humano a servirnos a nosotros pecadores, y a morir de la forma más humillante posible, en la cruz.

No somos mejores que Cristo. Vivamos con humildad, porque Dios nos ha llamado a que tengamos a los demás como superiores a nosotros, que mostremos amor por el prójimo, que lloremos con los que lloran. Formamos parte de un cuerpo, y nadie es mejor que otro, por el contrario, todo lo que tenemos es para edificación de los hermanos, no para beneficio propio. Dios nos transforme para que podamos tener el sentir de Cristo en nuestras vidas. ¡El Señor te bendiga!

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El amor no hace mal

“El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.”

Romanos 13:10 RVR1960

La ley dada por Dios tuvo el objetivo fundamental de hacer distinción entre lo bueno y lo malo, lo que es correcto hacer y lo que no. Se determinó lo que era pecado y cómo debía el pueblo agradar al Altísimo. Sin embargo, aunque llegar a cumplir todos los aspectos de la ley era extremadamente difícil, creó un precedente encaminado a hacer el bien a los demás, o, al menos, no hacer daño.

El apóstol Pablo, en el versículo anterior, lista varios mandamientos y aspectos de la ley, y lo resume en un solo mandamiento, dado por Jesús: amarás a tu prójimo como a ti mismo. A continuación, dice: El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. En este afecto benigno, sin dobles intenciones y desinteresado hacia los demás, al tratarlos como a uno mismo, se aúnan las intenciones de no hacer nada en contra de otros, de ser misericordioso, tener paciencia, paz, abandonar la indolencia, preocuparnos y abandonar todo mal sentimiento. Y de tal modo se evidencia el cumplimiento de la ley mediante el amor, que Dios envió a Su Hijo a morir por los pecados de la humanidad.

Nosotros estamos acostumbrados a demostrar amor por nuestra familia y quizás por los amigos, pero la palabra prójimo abarca a las personas que no conocemos, y en las Sagradas Escrituras se nos dice que aun a nuestros enemigos debemos amar. Para esto necesitamos la presencia y guía del Espíritu Santo en nuestras vidas, y que el amor de Dios sea manifiesto en nosotros. Pero cada acción y palabra hacia los demás debe ser analizada y filtrada para evitar dañar a los demás. Que nuestro trato hacia otros sea como nos gustaría ser tratados. Así seremos reconocidos como hijos de Dios, y daremos testimonio de Su nombre.

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Creciendo y abundando en amor

“Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros.”

1 Tesalonicenses 3:12 RVR1960

El amor es un tema frecuente y reiterativo en la Biblia. Su mayor exponente es Dios y Su relación con la humanidad. Del mismo modo, se espera percibir esta manifestación de cada cristiano, puesto que forma parte de la naturaleza de Dios y es imputado a nosotros. Y es que el amor es la característica principal que movió a Altísimo al diseñar y llevar a cabo su plan de salvación para nosotros.

Vemos en este pasaje de la primera epístola a los tesalonicenses que el apóstol Pablo dice: el Señor los haga crecer y abundar en el amor de unos para otros y para todos, como también hacemos nosotros para ustedes. Es sentir amor entre hermanos, pero también hacia toda persona, como aplicación práctica de lo dicho por Jesús, amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10:27, Marcos 12:31, Mateo 19:19, 22:39 RVR1960). Hay también un ejemplo práctico, pues el apóstol declara que referenciaran el amor que ellos sentían y demostraban por los creyentes de Tesalónica. Este amor es fruto del Espíritu Santo, y hay un deseo que crezca en cada creyente y que posteriormente haya abundancia de demostraciones de amor fraternal, lo cual llevaría a que haya unidad, comunión entre hermanos, misericordia, empatía, bondad, entre otros tantos beneficios para el pueblo de Dios, además de ser testimonio vivo del amor del Padre.

El ser humano no está capacitado para amar desinteresadamente a otras personas, más si son personas con las que no tienen relación o si son nuestros enemigos. Dios es quien da este sentimiento y nos mueve a accionar en favor de otros. A Él debemos rogar que ponga amor por nuestros hermanos y por la humanidad, que nos mueva a interceder por los millones que van a una eternidad de condenación y que posibilite que seamos capaces de amar como solo nuestro Padre sabe hacer.

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Agradando al prójimo

“Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.”

Romanos 15:2 RVR1960

Los seres humanos vivimos en una sociedad de consumo. Se producen a diario grandes cantidades de objetos, algunos necesarios y otros no tanto, dedicados a las demandas de las personas. Una de las características de estos artículos es que deben ser remplazados en el plazo de un año o dos, por otro modelo superior y con mejores prestaciones. Como estrategia de marketing, se centra la atención en lo que quiere el cliente: este es el más importante, su opinión cuenta, y su satisfacción lo primordial.

Gradualmente se torna el “yo” como lo más importante, y este enfoque se refuerza con todos los medios de comunicaciones que siguen esta proyección. Tristemente, por esta saturación, hemos ido olvidando que las personas alrededor también importan. Valores como el altruismo son cada vez más raros.

Este “yoísmo” ha impactado también en el cristianismo. Algunos hermanos llegan a considerar que satisfacer sus necesidades o demandas es lo más importante. Sea por antigüedad, por algún cargo, por estudios teológicos, a veces se centra tanto la atención en uno mismo que podemos hacer tropezar a los que nos rodean.

El apóstol Pablo escribe algo que no debemos perder de vista: agrada a tu prójimo en lo que es bueno. ¿Quién es este prójimo? Es un cristiano que lleva poco tiempo en el Evangelio, es una persona inconversa, es un miembro de la familia que no conoce a Cristo, es un hermano apartado de Dios. Hay muchas personas a las que esta palabra puede aplicársele. Pero dice que hagamos algo que lo haga sentir bien, no que le complazcamos en cualquier antojo, sino en lo que es bueno. En buenas obras. En actos que produzcan un beneficio, pero un bien para edificación. Algo que agregue firmeza, convicciones, testimonio de amor cristiano, fe, que seamos ejemplo y hagamos con esta persona lo que antes hizo Cristo por nosotros.

¿Qué te parece? ¿Hacemos hoy un acto agradable para edificación?

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