“Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.”
Salmos 121:2 RVR1960
La vida de los seres humanos es muy frágil. Por cualquier causa puede terminarse, y nos enfrentamos a disimiles amenazas en el día, que ya vemos como normales debido a su cotidianidad. Y mientras más nos desarrollamos, a más riesgo nos exponemos imperceptiblemente. Aún así, hay situaciones que nos confrontan diariamente, muchas de las cuales suponen un riesgo para nuestra vida o estabilidad, y de muchas sabemos cómo salir indemnes, pero otras son peligros inminentes.
El salmista parece verse ante una situación así, en la que no tiene modo de resolver por sí mismo el problema o amenaza a la que se enfrenta, y en el versículo uno dice: Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Hay una súplica acá, una búsqueda de ayuda que se manifiesta en la necesidad de intervención externa, pues con sus fuerzas no puede solucionar su dilema. Al alzar los ojos a los montes, se procura socorro, pero ¿De quién? ¿De dioses paganos? ¿De otro ser humano? Así no hallaremos solución alguna. La respuesta le sigue, continuada del por qué: Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. En Él encontraremos a un Dios todopoderoso, capaz de crear todo cuanto existe, dispuesto a escucharnos y ser nuestro pronto auxilio.
Compartiendo con Dios nuestras preocupaciones y temores, confiando en Su poder y amor por nosotros, experimentaremos Su providencia y cuidado. Nos guardará de peligros y situaciones, haciéndonos salir sin daño de cualquier evento que nos sobrevenga. Solo debemos acudir a la ayuda adecuada. ¡El Señor te bendiga!
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