Archivo de la etiqueta: Pecado

¿Quién como Tú, Dios?

“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.”

Miqueas 7:18 RVR1960

Los seres humanos, desde que nacemos, comenzamos en una espiral ascendente de pecado y malas obras, siendo al inicio pequeñas travesuras, que con el tiempo se van convirtiendo en una práctica frecuente. Siendo niños, imitamos lo que vemos a nuestro alrededor, sin saber si es bueno o malo. Y, aunque se forme parte de una familia recta, la influencia de un mundo en tinieblas gradualmente va corrompiendo la inocencia de los infantes.

Y aprendemos a hacer el mal, porque creemos que no tendrá consecuencias si no nos descubren, y pecamos con regularidad, nos volvemos arrogantes, tenemos falta de perdón, negamos la existencia de Dios y proferimos blasfemias en Su contra. A eso nos enseña una sociedad atea, en la cual no existe nada a lo que se le rinda reverencia y para la que todo es relativo. Pero dentro del inmenso grupo de personas que existimos en el mundo, hay quienes hemos sido tocados por el Espíritu Santo, y, arrepentidos, nos volvimos a Cristo. Y cuando se piensa en las cosas que hemos hecho anteriormente, nos llenamos de vergüenza, y no podemos siquiera levantar nuestro rostro hacia Dios. Sin embargo, vemos que el profeta Miqueas dice: ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Este hombre de Dios anunció la cautividad del pueblo de Israel, pero también su restauración. Y este pasaje es inspirado a razón de ver lo que el Altísimo haría con los hebreos.

Pero del mismo modo hace Dios con nosotros hoy en día. Cuando nos arrepentimos, todas nuestras faltas son perdonadas, sin tomar en cuenta ninguna de ellas. Y en vez del castigo que merecemos, extiende sobre nosotros Su misericordia, dándonos la posibilidad de ser llamados hijos suyos. No perdamos esa oportunidad. ¡El Señor te bendiga!

#PerdonaLaMaldad, #DiosMisericordioso, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Escuchar podcast en ivoox:

https://go.ivoox.com/rf/100213359

Escuchar podcast en spotify:

Perdonaste nuestra iniquidad

“Perdonaste la iniquidad de tu pueblo; todos los pecados de ellos cubriste.”

Salmos 85:2 RVR1960

Los seres humanos tenemos tendencia a hacer el mal. Es más frecuente que imitemos malas conductas a las buenas, mientras que resulta agradable y llamativo hacer lo que sabemos que está clasificado como pecado. Y a lo largo de nuestra existencia pecamos una y otra vez, sin que se estremezca nuestra conciencia, pero lo que muchos no saben es que de esos actos tendrán que dar cuentas.

Sin embargo, hay un selecto grupo que es el pueblo de Dios y con los que formamos parte de el hay un trato diferente. El salmista dice: Perdonaste la iniquidad de tu pueblo; todos los pecados de ellos cubriste. Aun cuando pecamos por nuestra naturaleza humana y esto desagrada a Dios, está dispuesto a perdonarnos si mostramos verdadero arrepentimiento. Pero aún, antes nos fue propicio al darnos a Cristo como Salvador, librándonos de todos los pecados cometidos antes de conocerle y aceptarlo como nuestro Señor. Y podemos fallarle, pero grande es Su misericordia, que perdona nuestros errores si nos presentamos humillados y quebrantados ante Él.

No sé que pecado cometiste, o si aún te encuentras apartado de Dios, pero Él está dispuesto a aceptarte como parte de Su pueblo. Solo tienes que arrepentirte de tus pecados cometidos, estar de acuerdo no volverlos a hacer, y recibir a Jesús como Señor y Salvador. Así, no hay falta que no te pueda ser perdonada. ¡El Señor te bendiga!

#DiosPerdonoLaIniquidad, #DiosCubreLosPecados, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Corramos la carrera sin pecado y con paciencia

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.”

Hebreos 12:1 RVR1960

Una de las modalidades deportivas que más admiraban las personas en la antigüedad, y que aún continúa atrayendo espectadores es el atletismo. Llama la atención la perseverancia de los corredores, como se sobreponen al agotamiento y los obstáculos que su propia mente les pone de que abandonen, que lo dejen todo para otro momento y descansen. Pero cada quien continúa y hace su mayor esfuerzo para llegar a la meta.

Mientras corren luchando contra el desánimo, el cansancio, los elementos, las leyes de la física, hay muchos espectadores que siguen cada uno de sus pasos hacia la meta, algunos animándolos, otros deseando que fallen para que gane su corredor favorito, pero la proporción de los que miran si abandonan, si se equivocan, si terminan, contra los que están corriendo es inmensa. El autor de Hebreos dice: Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Y es que cada cristiano es como un corredor de carreras de larga distancia. Es por eso que se nos sugiere que nos libremos de todo peso que nos enlentezcan, como son los viejos hábitos que teníamos; y de todo pecado. Continúa diciéndonos que perseveremos y corramos con paciencia, teniendo en cuenta que habrá muchas personas mirándonos y listos para criticarnos, señalarnos las dificultades o burlarse, pero más que centrarnos en ellos, debemos enfocarnos en la meta final.

Siempre habrá personas pendientes de nosotros, y dedos listos para alzarse a señalarnos. Por eso nuestro testimonio debe ser lo mejor posible, sin pecado ni pesos que nos retengan, no por lo que puedan decir de nosotros, sino por agradar y glorificar a Dios con nuestras vidas. ¡El Señor te bendiga!

#CuidandoNuestroTestimonio, #CorramosConPaciencia, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Cristo se compadece de nosotros

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Hebreos 4:15 RVR1960

Los seres humanos, a lo largo de la vida, tienen exposición a diversos productos, que definen sus gustos y preferencia, pero, dependiendo de lo que sea que les agrade, muchos han terminado teniendo vicios. Estos pueden ser tan inofensivos como el café, tabaco, azúcar; algunos más dañinos, como el alcohol, juegos; y otros aún más peligrosos, como la droga. Estar atado a ellos, hace que nos convirtamos en dependientes de esas sustancias o actividades, y en casi todos los casos afectan la salud y pueden ocasionar la muerte. Un cristiano no debe estar sujeto a estos vicios, pues no solo limitan su libertad, sino que llegan a tener mayor relevancia que Dios para ellos, y afectan su cuerpo, acortando su vida.

Sin embargo, una persona que no haya pasado por esto nunca, es incapaz de entender a alguien que se encuentra atado a alguna de estas adicciones. Es fácil juzgar, y decir que es falta de voluntad, o poca fe. Es necesario tener la experiencia para poder hablar con propiedad. Del mismo modo sucede cuando alguien es débil a algún pecado. Si no somos tentados por ese pecado, nos es difícil ponernos en el lugar de otra persona, y más que compasión, somos propensos a juzgar. Sin embargo, el autor de Hebreos nos dice en este pasaje: no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. Este sumo sacerdote es Cristo, y si bien no cedió ante ninguna de las tentaciones, si las experimentó en un cuerpo humano, fue capaz de sentir las debilidades que tenemos y cómo pueden parecernos llamativos los ofrecimientos del enemigo. Por eso puede compadecerse de nosotros. Por eso intercede ante el Padre. Y precisamente Su fuerza de voluntad, la que le hizo resistir, es la que nos tratará de inculcar si acudimos a Él.

Los hombres juzgan ante nuestras debilidades, y más si caemos y pecamos. Olvidan que ellos también pueden caer, o que quizás se encuentran cometiendo otros pecados. Sin embargo, Jesús nos entiende, muestra compasión, intercede ante el Padre, porque sabe por lo que estamos pasando. Cuando seas tentado, acude a Él. Te ayudará y dará la salida para que no peques, y logres vencer los lazos del enemigo. ¡El Señor te bendiga!

#JesusSeCompadece, #TentadoEnTodo, #SinPecado, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Declarando mi pecado

“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.”

Salmos 32:5 RVR1960

Los seres humanos nos equivocamos a diario. Durante el día cometemos errores en nuestro trato con las personas, en la manera en que nos comportamos y en ocasiones hacemos cosas que sabemos que están mal. Y cada vez tenemos un motivo o razón que usamos para decirnos a nosotros mismos que está bien lo que hemo hecho. Sin importar si es que hemos maltratado a alguien, hemos mentido, hemos robado, hemos traicionado a alguien, lo hemos decepcionado, siempre tenemos una justificación para ello, y en la mayoría de los casos, culpamos a alguien más.

Aun la persona más malvada enseña a sus hijos las cosas que debe hacer y las que no. De forma indirecta, le está enseñando que es el pecado, como debe actuar para no tener problemas en la sociedad. Así, no hay modo de decir que no sabemos que está bien y que está mal. Pero hasta los cristianos cuando cometen pecado, tienen una justificación a flor de labios y tratan de exponérsela a Dios, para ser liberados de cualquier falta, siendo este comportamiento algo que sucedió hasta en el huerto del Edén, cuando Adán culpó a Eva por haber comido del fruto del bien y el mal, mientras Eva culpó a la serpiente. El salmista nos dice cómo reconciliarnos con Dios si hemos fallado cuando escribe: Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. La fórmula es fácil. Se presentó el pecado como es. No intentando justificarlo, sin echar culpas a nadie, sencillamente reconociéndose pecador y que hemos hecho mal. Se confesó que se había pecado, y humillado y arrepentido, se pide perdón. El resultado está descrito, serás perdonado si actúas así.

Nunca podremos ocultarnos de Dios. Olvidemos las justificaciones y echar la culpa a otros si queremos recibir perdón, reconozcamos nuestro pecado y confesemos nuestras faltas dispuestos a no volverlas a cometer. Este es el único modo de ser perdonados. ¡El Señor te bendiga!

#DeclarandoElPecado, #EvitandoLaJustificacion, #PerdonDePecados, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Si decimos no tener pecado

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.”

1 Juan 1:8 RVR1960

El pecado (latín peccātum) es una transgresión voluntaria y consciente de la ley divina. Se denomina de este modo a todo lo que se aparta de lo correcto y justo o que falta a lo que es debido, de manera que pecamos no solo si hacemos algo que sabemos que está mal, sino también si dejamos de hacer algo que está bien. Este término es más frecuentemente usado por los creyentes, mientras que los que no tienen a Dios consideran que no los cometen si son personas morales y cumplen las normas sociales. Sin embargo, hay algo que no tienen en cuenta.

Las personas cometemos pecados a diario, inconversos y cristianos, los primeros deliberadamente, y los segundos por falta de dependencia de Dios, por debilidad en la fe o ceder ante las tentaciones. Convertirnos en personas morales no nos hace exentos de pecar, puesto que si dejamos de hacer algo caemos en pecado de omisión, además de la naturaleza pecaminosa del hombre, la cual nos lleva a pecar hasta en cosas pequeñas e insignificantes aparentemente. Pero los cristianos también estamos expuestos a las tentaciones y, si no nos afianzamos en Cristo, caeremos en pecado con gran facilidad. Con todo, existe una gran cantidad de creyentes que dicen no tener pecado, que proyectan una imagen de gran santidad y que miran con desdén y crítica a los que han resbalado. Hay hasta quienes acusan de pecadores a los que tienen alguna enfermedad, sintiéndose ellos libres al estar sanos. Olvidan lo dicho por Juan: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. En el mismo momento en que pensemos que no tenemos pecado, o hemos caído o podemos estar próximos a fallar, y el orgullo puede ser nuestra ocasión de caer.

Siempre vamos a tener un pecado cometido. Quizás de último minuto, algo que hemos pensado, que hemos hecho o que hemos olvidado hacer.  Aún sin querer podemos haber ofendido a Dios, y es por eso que no podemos caer en la complacencia y la falsa sensación de seguridad de estar a cuentas con Dios. Cada vez que nos presentemos ante Él debemos mostrarnos humildes, conscientes que somos pecadores, pero que queremos hacer Su voluntad y perfeccionarnos cada vez más.

#NoTenerPecado, #NoHablamosVerdad, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

El amor cubre multitud de pecados

“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.”

1 Pedro 4:8 RVR1960

Los dedos acusadores conforman el modo de actuación característico de la sociedad en la actualidad. Somos prontos a señalar y echar en cara de los demás los defectos y faltas cometidos, quizás para evitar que vean los nuestros propios, y esta es una tendencia que se ha generalizado en cualquier ámbito. Más que tratar de lograr que la persona entienda su falla, proceda a arrepentimiento y sea regenerada, se expone su falta ante todos, sin tener en cuenta su dignidad. Estos comportamientos pueden verse entre hermanos de la iglesia, familiares, compañeros de trabajo, amistades y conocidos.

El amor, en cualquiera de sus manifestaciones, es un sentimiento profundo que logra que se modifiquen actitudes y comportamientos. Mientras las personas aprovechan las debilidades de otros y son prontos a difundirlas, quienes sienten amor por los demás se comportan de otro modo. Y aunque es un comportamiento que debería verse en la familia y entre los verdaderos amigos cuando se conoce que han flaqueado, para que se resuelva de modo privado el asunto o pecado, tendría que ser más evidente entre hermanos de la fe. Pedro dice: Y ante todo, tengan entre ustedes ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. La idea no es encubrir a los que pequen para que lo sigan haciendo, sino precisamente por amor, antes de exponer la situación ante la iglesia, tratar de edificar y razonar con el cristiano encontrado en una falta, para llevarle a arrepentimiento y de este modo lograr que reestablezca la relación con Dios sin que se aparte por el pecado o la vergüenza. Y de este modo proceder gradualmente, siguiendo lo dicho por Cristo (Mateo 18:14-17 RVR1960). Así, en vez de revelar los defectos, problemas de actitud, situaciones personales o pecados, siempre y cuando estos últimos no trasciendan a situaciones penadas por la ley, debemos obrar con tacto, de manera en que no afectemos la dignidad de las personas.

El amor fraternal nos hace preocuparnos por los hermanos, haciendo que nos importe su integridad y testimonio ante los demás. Debemos recordar que Dios no reveló nuestros pecados ante otros, y precisamente por Su amor, nos llevó a arrepentimiento y perdón. Hagamos con los demás como hicieron con nosotros, pues, aunque el Altísimo es capaz de perdonar y olvidar la falta, los seres humanos acusamos y recordamos siempre. ¡El Señor te bendiga!

#FervienteAmor, #ElAmorCubrePecados, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Si nos volvemos a Dios

“pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.”

Nehemías 1:9 RVR1960

La justicia humana es compleja. Una misma causa puede variar en su castigo, dependiendo del nivel de contactos, dinero y poder que tenga uno u otro. Ser pobre y sin relaciones, puede hacer que asumas la pena máxima. Esto permite que ciertas personas se sientan por encima de la ley y cualquier condena. Y, de alguna manera, esto se ha arraigado en la población, creyendo que hacer el mal puede atenuarse para no recibir castigo, y esto tratan de imputárselo a la justicia de Dios también.

Cada israelita sabía que Dios es misericordioso, pero también justo. Su naturaleza no está en conflicto, y cuando le fallamos muestra misericordia al estar dispuesto a perdonarnos, pero también justicia, y castiga lo mal hecho. El pueblo israelita había sido dispersado por sus constantes rebeliones y desobediencias a Dios, y al enterarse Nehemías de la situación de ruinas en la que se encontraba Israel, se inclinó, hizo duelo y ayuno, orando a Dios. Reconoció el cumplimiento de lo que había sido dicho a Moisés por Dios, acerca de dispersar el pueblo hebreo si pecaran, pero continuó aferrándose a la segunda parte de esto, al decir: pero si se vuelven a mí, y guardan mis mandamientos, y los ponen por obra, aunque su dispersión fuese hasta el extremo de los cielos, de allí los recogeré, y los traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre. El Altísimo cumple sus promesas. Y producto a las rebeliones, los judíos fueron castigados, pero siempre quedó una puerta abierta para la reconciliación, por Su misericordia. Dios escuchó la oración, y este libro narra la restauración de Jerusalén, respaldada desde lo alto.

Nuestra rebeldía nos aparta de Dios, y estamos expuestos a un castigo justo por nuestro pecado, pero si regresamos a Él arrepentidos, y obedecemos sus preceptos, y actuamos en consecuencia, recibiremos perdón. Y sea cual sea nuestra situación, podremos reconciliarnos con el Padre Celestial, restaurar nuestra relación y recibir los beneficios y derechos prometidos. ¡El Señor te bendiga!

#SiNosVolvemosADios, #GuardandoSusMandamientos, #DiosNosRecogera, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Haciéndonos transgresores

“Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.”

Gálatas 2:18 RVR1960

Suele suceder que nos encontramos en una nueva congregación a la que nos trajo el Espíritu Santo, y si venimos de otras denominaciones o prácticas religiosas de marcada tendencia legalista, nos cuesta trabajo aceptar la gracia de la salvación. Nos parece que debemos hacer algo más, que no debe ser solo por fe. Y queremos agregar las cosas a las que estamos acostumbrados de antemano, sin percatarnos que esto puede ser peligroso.

Algo similar sucedió en tiempos del apóstol Pablo. Existían maestros judaizantes que trataban de que el pueblo no judío, conocidos como gentiles, tuviesen que circuncidarse y adoptar prácticas judaicas posteriormente a haber aceptado a Cristo como Señor y Salvador. Según su manera de ver las cosas, se debería continuar con el cumplimiento pormenorizado de la ley para poder ser salvos. Pablo, dirigido por el Espíritu Santo, refuta esta tendencia al analizar la ley, y la fe en Cristo, y dice: Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. Si los aspectos ceremoniales y litúrgicos de la ley se han dejado por la fe en Cristo, y se regresa a la práctica de la ley, nos hacemos transgresores por esa misma ley. No se puede tener las dos prácticas simultáneamente, porque la propia relación que se establece con Dios es diametralmente opuesta, en una somos siervos y dependemos de un sacerdote, mientras que en la otra somos hijos Suyos y tenemos comunión directa.

Cuando agregamos obras condicionando la salvación, decimos que el sacrificio de Cristo en la cruz no es suficiente. Somos salvos, no por lo que podemos lograr o hacer, sino porque Jesús murió por nosotros. No hay nada que pudiéramos hacer para ganárnosla. Producto a nuestra transformación, tendremos obras, pero estas son debido a que somos salvos, no las que nos proporcionan la salvación. ¡Dios te bendiga!

#LasCosasQueDestruimos, #HaciendonosTransgresores, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

¿A quién obedecemos?

“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”

Romanos 6:16 RVR1960

Los inconversos suelen burlarse de los cristianos, al decir que ellos están esclavizados, que no tienen libertad y que están limitados por todo tipo de restricciones en sus vidas. Esta es una de las razones principales de por qué las personas son reacias a entregarse a Cristo, porque no están dispuestas a obedecer determinadas normas y comportamientos. La parte interesante es que los cristianos consideran que los que no han aceptado a Cristo son esclavos del pecado, y que sus propios vicios y deseos carnales los arrastran a someterse a las tinieblas. Entonces, ¿a quién obedecemos realmente?

Hay ocasiones en que tenemos grilletes y somos esclavos de nuestras pasiones y ni siquiera nos damos cuenta. Por mucho que se intente hablar de términos medios en la actualidad, esto verdaderamente no existe, independientemente de nuestras filosofías, retórica o intentos de autoconvencimiento. Hay una de dos, o estás con Dios o con demonios. En el caso del Altísimo, nos sometemos voluntariamente como siervos a Su voluntad, dispuestos a obedecerle como nuestro Señor. Y aunque mucho se ha intentado suavizar el término, no se debe olvidar la naturaleza de nuestra relación, pues hacerlo terminará en que estemos en desobediencia. Sin embargo, por misericordia y la mediación de Cristo, nos trata como a Sus hijos (Gálatas 4:7 RVR1960), aun cuando le debemos todo. Mientras, cuando estamos apartados de Dios, tenemos mucha libertad en el pecado, y ni siquiera tenemos un señor, aparentemente. Sin embargo, nuestros vicios y excesos nos tienen maniatados y enceguecidos bajo el yugo del pecado. Pero hay un resultado final también, como dice Pablo en este pasaje: ¿No saben que si se someten a alguien como esclavos para obedecerle, son esclavos de aquel a quien obedecen, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?

Sea a Dios voluntariamente, o al pecado sin saberlo, siempre estamos sirviendo a alguien. En el pecado solo encontraremos muerte al final, mientras que en la obediencia a Dios encontraremos justicia, que nos conducirá a salvación y vida eterna. Apartados de Cristo, tenemos una existencia en jaula y grilletes de oro con un triste final, con Dios tenemos una existencia en la cual trataremos de perfeccionarnos para vivir con Él por la eternidad. ¿Cuál te parece que es mejor? ¡Dios te bendiga!

#AQuienObedecemos, #PecadoParaMuerte, #ObedienciaParaJusticia, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias