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Fruto del Espíritu

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”

Gálatas 5:22-23 RVR1960

En cada persona siempre existe una exteriorización involuntaria de su profesión, de lo que ocupa un gran porcentaje de tiempo o importancia en su vida. Un maestro siempre tratará de explicar adecuadamente su idea, a un militar se le notará la disciplina y el porte marcial, a un médico la higiene, a un deportista su preparación física, a una bailarina su estilo y así sucesivamente. Siempre será fácilmente distinguible el tipo de profesional que es si la persona lo lleva por dentro verdaderamente. Sin embargo, aunque ser cristiano no es una profesión, sí produce una transformación perceptible en los demás.

Como todo aspecto de la vida, al iniciarnos en algo van sucediendo cambios sutiles en nosotros que gradualmente modifican nuestro comportamiento y modos de pensar. Al estudiar una profesión, vamos incorporando aspectos que no percibimos, pero que tienen impacto en nuestra apreciación de lo que nos rodea, de nuestra respuesta a estímulos externos, y que es visible para los demás a nuestro alrededor. De forma similar, al iniciar en los caminos de Dios, aparentemente no hay cambios perceptibles, aun cuando el mayor tuvo lugar al aceptar a Cristo como salvador, pues nuestra condición cambió de tinieblas a luz. Pero de forma gradual, por la influencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, tienen lugar manifestaciones de Su presencia en nosotros. Estas son listadas por Pablo, al decir: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Anteriormente se listaban las obras del pecado (Gálatas 5:19-21 RVR1960), los cuales son condenados por la ley de Dios y de los hombres, y estos son contrastados con lo que recibimos del Espíritu Santo. Mientras unos llevan a castigo, los otros nos hacen mejores personas y llevan a vida eterna.

Estas manifestaciones serán visibles en nuestra vida de forma gradual y mientras dependamos de Dios constantemente. Cada una de ellas también nos llevará un tiempo de pruebas, hasta que sea contada como nuestra, pero será perceptible a todos, sirviendo como testimonio del cambio obrado en nosotros por el Padre Celestial. ¡El Señor te bendiga!

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Estando en paz con todos

“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.”

Romanos 12:18 RVR1960

Cuando existe prejuicios o predisposición por parte de una persona hacia otra, cualquier comportamiento puede ser visto de forma negativa. Actuaciones cotidianas, o acciones triviales, pueden ser vistas como ofensivas o provocativas si se ven con esta perspectiva. Se puede generar ánimo de conflicto y la otra persona ni siquiera tener conocimiento de ello.

El apóstol Pablo sugiere: Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, estén en paz con todos los hombres. Que seamos cristianos no quiere decir que no seamos dados a viejos hábitos, y aunque nuestro carácter debe ir regenerándose, es un proceso gradual. Cuando nos ofenden, podemos no reaccionar bien, guardar rencor e ir creando una predisposición negativa. A veces, el hecho de que no nos saluden porque esa persona esta distraída o preocupada, puede generar disgusto, dependiendo de nuestros niveles de madurez y susceptibilidad. Por eso el llamado es que mientras dependa de nosotros, estemos en paz y perdonemos. No podemos controlar cómo se comportan otras personas, ni hacer nada para que no nos agredan, ataquen, ofendan o discriminen, pero si podemos modificar nuestro carácter.

Estar en paz con otros no solo nos trae un beneficio físico y anímico al no estar siempre a la defensiva, sino que también ofrece ganancias desde el punto de vista espiritual. Viviremos más sosegados, independientemente de las dificultades, tendremos mejor relación con Dios, y estaremos dando testimonio de la transformación operada en nuestras vidas, además de la presencia del Espíritu Santo en nosotros y la tranquilidad que solo en Cristo podemos tener. Seamos ejemplo ante este mundo en tinieblas. Eso estamos llamados a ser. ¡Dios te bendiga!

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La paz inexplicable

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Filipenses 4:7 RVR1960

Una de las tantas características que debe identificar a un cristiano es la paz. Y esta no es fácil de encontrar en nuestros días, al ritmo que se mueve la sociedad, las presiones diarias, todo tipo de situaciones a las que nos enfrentamos cotidianamente. Todo este entorno en el que vivimos, hace que un gran porcentaje de la población mundial sufra de estrés, lo cual ha generado depresión a gran escala, actos de violencia y hasta suicidios, tratando de este modo de buscar una vía de escape de nuestra realidad. Con todo, vemos que los cristianos se logran mantener ecuánimes, en calma, aún capaces de cantar en situaciones altamente estresantes. ¿Cómo sucede esto?

Esta porción de las Sagradas Escrituras es continuación del versículo en el que se nos dice que no estemos afanosos por nada, que nuestras peticiones sean dadas a conocer a Dios mediante oración, ruego y acción de gracias. Y el apóstol Pablo continúa diciendo: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Es bueno aclarar este punto: no es una paz que se pueda obtener de otro modo que recibiéndola directamente de nuestro Padre Celestial. No es yoga, ni meditación, ni acudir a un psicoanalista lo que ha proporcionado esta paz. Es un regalo del Todopoderoso. En medio de situaciones estresantes, en medio de crisis, en medio de limitaciones y carencias, aún de la muerte, un cristiano sabe que no está solo, que tiene Alguien en quién confiar, que va a ser socorrido, y que Aquel en quien ha depositado sus esperanzas no le va a fallar. Es por eso que hay tranquilidad, que existe sosiego, y que aun cuando a nuestros ojos asomen lágrimas siempre hay una alabanza en nuestros labios para nuestro fiel compañero.

La base de esta paz está en la confianza, fe y esperanza en Dios. Hemos dejado nuestras cargas, problemas, preocupaciones y temores en Sus manos. Él se encargará de ellas, pues ha prometido que así haría, y todos los cristianos lo hemos experimentado en un momento u otro de nuestra vida. Nuestra paz no se puede comprender, porque no es terrenal ni humana. Es, al igual que nuestra confianza, dada por quien protege a sus hijos siempre que decidamos acudir a Él como nuestro perfecto socorro.

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Cuando nuestros caminos son agradables a Dios

“Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él.”

Proverbios 16:7 RVR1960

Depender de Dios y cumplir Su voluntad es uno de las cosas más difíciles que debe hacer un cristiano. Por nuestra naturaleza y la manera en que nos hemos acostumbrado a vivir en la actualidad, no somos receptivos a que se nos diga que hacer. Pero cuando doblegamos nuestro ser, y alineamos nuestros caminos a los propósitos de Dios, todo cambia.

En este pasaje se nos dice: Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él. Y es que si caminamos conforme a lo que el Altísimo quiere para nosotros, dependiendo de Su guía y cumpliendo sus preceptos, hará que todo a nuestro alrededor cambie para bien. Y aunque no debemos olvidar que habrán tiempos de prueba y persecución, en los cuales nuestra fe, dependencia y perseverancia será confirmada, la presencia del Espíritu sobre nosotros allanará las dificultades y apaciguará a nuestros enemigos.

Contra nosotros vendrán situaciones, también tendremos opositores y adversarios, pero nuestro Ayudador no conoce derrota, y si nos aferramos a Él y caminamos conforme a Su voluntad, nada prevalecerá contra nosotros. Mantengámonos firmes, y no nos apartemos ni a izquierda ni derecha. ¡El Señor te bendiga!

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El fruto del Espíritu

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”

Gálatas 5:22-23 RVR1960

En cada persona siempre existe una exteriorización involuntaria de su profesión, de lo que ocupa un gran porcentaje de tiempo o importancia en su vida. Un maestro siempre tratará de explicar adecuadamente su idea, a un militar se le notará la disciplina y el porte marcial, a un médico la higiene, a un deportista su preparación física, a una bailarina su estilo y así sucesivamente. Siempre será fácilmente distinguible el tipo de profesional que es si la persona lo lleva por dentro verdaderamente. Sin embargo, aunque ser cristiano no es una profesión, sí produce una transformación perceptible en los demás.

Como todo aspecto de la vida, al iniciarnos en algo van sucediendo cambios sutiles en nosotros que gradualmente modifican nuestro comportamiento y modos de pensar. Al estudiar una profesión, vamos incorporando aspectos que no percibimos, pero que tienen impacto en nuestra apreciación de lo que nos rodea, de nuestra respuesta a estímulos externos, y que es visible para los demás a nuestro alrededor. De forma similar, al iniciar en los caminos de Dios, aparentemente no hay cambios perceptibles, aun cuando el mayor tuvo lugar al aceptar a Cristo como salvador, pues nuestra condición cambió de tinieblas a luz. Pero de forma gradual, por la influencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, tienen lugar manifestaciones de Su presencia en nosotros. Estas son listadas por Pablo, al decir: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Anteriormente se listaban las obras del pecado (Gálatas 5:19-21 RVR1960), los cuales son condenados por la ley de Dios y de los hombres, y estos son contrastados con lo que recibimos del Espíritu Santo. Mientras unos llevan a castigo, los otros nos hacen mejores personas y llevan a vida eterna.

Estas manifestaciones serán visibles en nuestra vida de forma gradual y mientras dependamos de Dios constantemente. Cada una de ellas también nos llevará un tiempo de pruebas, hasta que sea contada como nuestra, pero será perceptible a todos, sirviendo como testimonio del cambio obrado en nosotros por el Padre Celestial. ¡El Señor te bendiga!

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En Dios reposa mi alma

“En Dios solamente está acallada mi alma; de Él viene mi salvación.”

Salmos 62:1 RVR1960

Nuestro cerebro tiene el peso promedio de 1400 gramos, y es llamado así a la parte central del sistema nervioso que está protegida en una cavidad craneal en vertebrados. Es capaz de procesar información a una potencia media de 1000 GHz, valor este interesante al ser comparado con el de 20 GHz de computadoras y celulares actuales; y una capacidad de memoria que oscila entre los 10 y 100 terabytes, aunque otros estudios lo sitúan cerca de un petabyte. Y con esta capacidad, somos capaces de generar unos 60 mil pensamientos al día, pero tristemente, la mayoría son negativos.

¿Cuántas veces nos ha pasado eso? Por las situaciones que suceden a diario en la vida, problemas, calamidades, discusiones, carencias, decepciones amorosas, traiciones, frustraciones, todo tipo de circunstancias vienen sobre nosotros, y todos estos recursos que tenemos en este órgano llamado cerebro conspiran contra nosotros. Nuestra mente no descansa, se encuentra creando situaciones cada vez más desagradables, aun cuando no seamos pesimistas, que nos quitan el sueño, que nos revuelven de un lado a otro, que nos dan ganas de gritar, de llorar, de revolverlo todo, de abandonar. Pero el salmista tiene una solución a esto, y nos la comparte al decir: En Dios solamente está acallada mi alma; de Él viene mi salvación. Solo encontrarás reposo en Dios. En Él tu alma encontrará paz, y aún cuando la situación por la que atravieses sea terrible y dolorosa, estará contigo.

Sea lo que sea que nos tenga el alma desestabilizada, pasará y solo será un mal recuerdo. Pero Dios te ayudará a salir de ello, dando no solo salvación espiritual, sino tranquilidad en medio de la crisis, y paz a nuestra alma. Solo aférrate a Él. ¡El Señor te bendiga!

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La sal de la tierra

“Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.”

Marcos 9:50 RVR1960

La sal, también conocida como sal común o sal de mesa, es uno de los condimentos más antiguos e importantes de la cocina, llegando a considerarse que es el único imprescindible. Proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos, el salado, y su uso modifica nuestro comportamiento frente a los alimentos, pues estimula su ingestión y es un generador del apetito. No solo es necesario su consumo, sino que también ayuda a conservar los alimentos y prolongar su duración sin corromperse. Curiosamente, su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en muchas ocasiones, y llegó a constituir un tipo de moneda. La palabra salario deriva del latín salarium, que proviene de la cantidad de sal que recibía un legionario romano.

En el evangelio según Marcos, vemos que Jesús dice: Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonarán? Tengan sal en ustedes mismos; y tengan paz los unos con los otros. Se hace uso de la sal para referirse a la naturaleza única de los cristianos, pues el carácter y los principios de estos tienen el objetivo de detener la corrupción de la humanidad. Pero si esta característica que define a los cristianos no existiera, si la sal se vuelve sin sabor, ¿con qué se cambiará? ¿Cómo se restaurará su capacidad para dar sabor nuevamente? ¿Qué otra cosa podría tomar su lugar? Sobre el cristianismo depende la salud del mundo, y contiene la esencia y bases que pueden llevar la salvación a las vidas mediante Cristo. Quitar su existencia haría que la humanidad no tuviera esperanzas alguna de redención, quedando solo un futuro de juicio. Queda a cada cristiano la necesidad de entender que debemos retener en nosotros las características y naturaleza adquiridas de parte de Dios, para ser de bendición a todos a nuestro alrededor, y aun mas, entre nosotros.

Muchos cristianos quieren asemejarse al mundo, y de este modo dan pasos encaminados a perder su naturaleza como sal de la tierra. No debemos olvidar que somos canales de bendición a otros, ni permitir que no haya nada que se oponga al mal que reina en el mundo. Es Dios nuestra esencia única. No lo abandonemos jamás. ¡El Señor te bendiga!

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Dios traerá sanidad y paz

“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.”

Jeremías 33:6 RVR1960

Las personas que han vivido períodos de guerra saben que es una de las etapas más difíciles de sus existencias. La sensación de inseguridad, de desconcierto, saber que tu vida no está en tus manos ya, y que dependes del acierto de las decisiones que toman líderes del país y jefes militares, es muy desagradable. Quedan marcados para siempre, y las secuelas experimentadas no se borran con facilidad. Niños, mujeres, ancianos, entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad no olvidan el terror por el caos y el fragor de la batalla. Los desplazamientos masivos, la pérdida de bienes, falta de alimento, carencia de todo, crea marcas permanentes en el alma.

Esto experimentó el pueblo de Israel cuando los babilonios los atacaron, destruyeron las ciudades, mataron miles de personas y los redujeron a la esclavitud a consecuencia de la desobediencia y la rebeldía en contra de Dios. Pero aun así, el Altísimo no los había abandonado y dio profecía a Jeremías, diciendo: He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Sus heridas y daños, tanto físicos como espirituales serían atendidos por Dios. Él los restauraría y haría que habían sido dispersados por la cautividad se reuniesen de nuevo. Y renovaría Su presencia en medio de ellos, trayendo paz, dándoles estabilidad y haciéndoles conocer Su verdad.

Tu mundo se puede estremecer, sea por una guerra real o interna, por causas creadas por otros, o por fenómenos naturales, pero Dios estará contigo. Y su promesa es extensiva a nosotros, y en Él encontramos sanidad, paz y verdad. Si lo que experimentas es ocasionado por el pecado, Él está dispuesto a la reconciliación. Si has sido víctima de la situación, será tu escudo, y te restaurará. ¡El Señor te bendiga!

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La paz de Dios

“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.”

Colosenses 3:15 RVR1960

Existen personas que son libros abiertos al mirarles el rostro. Son capaces de expresar sus emociones y, aunque intenten disimular, es visible si están molestos o si algo les desagrada. Con estos es fácil relacionarse, pues uno puede percibir lo que les desagrada. Pero otros muestran una sonrisa afable mientras realmente desean lo peor para uno, y estos son los verdaderamente peligrosos. Este tipo de personas pueden ser encontrados en todas partes, y tristemente, hasta en las iglesias.

El cuerpo de Cristo debe caracterizarse por la unidad entre sus miembros. Pero esta no es necesariamente la realidad que se vive en las iglesias hoy en día. Personas enojadas, con falta de perdón, demasiado susceptibles y principalmente con poca madurez espiritual crean divisiones y separaciones entre los creyentes. A veces un mal testimonio o mala acción puede apartar a un recién convertido o un miembro de años. El apóstol Pablo recomienda a los colosenses: Y la paz de Dios gobierne en sus corazones, a la que asimismo fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos. Lo que debe primar es la unidad entre los miembros, siendo gobernados y movidos por la paz de Dios y no por ira, contienda o envidia, siendo agradecidos por este llamamiento. Es un privilegio contarnos entre los escogidos del Altísimo, y no deben nuestros defectos convertirse en piedra de tropiezo para otros.

Solo la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas puede traer esta paz y la transformación de nuestro carácter conforme a la voluntad de Dios. También agradecimiento por la posibilidad de formar parte del cuerpo de Cristo, y hallar perdón a nuestros pecados, haciéndonos herederos del Reino, y proclamar las buenas nuevas de salvación. Roguemos a Dios que nos transforme diariamente. ¡Dios te bendiga!

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Aquel que en Ti persevera

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.”

Isaías 26:3 RVR1960

Muchas personas asumen una escuela de pensamiento o estilo de vida que defienden ante posibles detractores. La práctica constante los hace buenos en ello, y hasta logran convertirse en referencia para los demás. Pero puede suceder que cuando las cosas se tornan difíciles, aun siendo líderes para otros, lo abandonan, y optan por regresar a su modo de vivir anterior.

En el ámbito cristiano también pasa algo similar. Muchos recién convertidos asumen con mucha disposición su nueva vida en Cristo. Quieren hablar a todos, y demostrarles su nueva condición, y que tengan la misma experiencia con Dios que ellos. Sin embargo, cuando llegan las pruebas y dificultades, se les modifica el semblante, y muchos, no dispuestos a resistir, abandonan, regresando al mundo otra vez. Pero aquellos que si soportan y ruegan al Padre Celestial que los fortalezca tienen como experiencia lo que dice de Dios el pasaje del profeta Isaías: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Es importante notar que el creyente que confía y persevera a pesar de las pruebas, recibe paz. No le son retiradas estas pruebas, que son la manera de hacernos madurar o de perfeccionarnos, pero si tenemos paz y tranquilidad en medio de la tormenta, porque sabemos que saldremos victoriosos de ellas.

Sea cual sea la prueba o dificultad que estés pasando, ten en cuenta que solamente en Dios tendrás el apoyo y la fortaleza para sobreponerte a lo que venga. En vez de abandonar, persevera en la fe y confía en el Altísimo. No solo te dará la victoria, sino que durante el proceso tendrás paz que solo Él puede proporcionar. Aférrate al Señor. ¡Dios te bendiga!

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