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La palabra de Cristo more en nosotros

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.”

Colosenses 3:16 RVR1960

Uno de los eventos más importantes que sucede en la vida de las personas es el aceptar a Cristo como Señor y salvador. A partir de esto, comienzan una sucesión de cambios y regeneraciones en nosotros, del mismo modo que retos y pruebas. Pero mientras algunos asumen esto con alegría, independientemente de los ataques que enfrentan, otros se sienten apesadumbrados y con ganas de abandonar.

La realidad es que cada quién tiene una forma propia de enfrentar sus problemas, del mismo modo que resistencia ante las adversidades, pero como muchas veces sucede, mantenemos la mirada en lo que nos acontece de forma directa o inmediata, y perdemos de vista nuestra proyección futura y propósito. En este pasaje, Pablo nos dice: La palabra de Cristo more en abundancia en ustedes, enseñándolos y exhortándolos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en sus corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Quiere que el evangelio, mediante el cual fuimos llamados, esté en nuestras vidas, que de él saquemos enseñanzas y nos exhortemos unos a otros a continuar viviéndolo, adquiriendo sabiduría de lo alto en el proceso. Pero también cantando agradecidos a Dios, no con la canción cristiana que nos gusta, sino de todo corazón, sabiendo que esta es también una manera de comunicarnos con Él y adorarlo.

Sin importar que situación enfrentamos, en la Palabra de Dios siempre encontraremos respuestas, solo hay que saber buscar y aplicarlo a nuestras vidas. Y mientras más conozcamos y nos aferremos a las promesas que hay para nosotros, mayor confianza y razón para adorar a nuestro Padre Celestial tendremos. ¡El Señor te bendiga!

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Soportando la exhortación

“Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente.”

Hebreos 13:22 RVR1960

La manera de corregir a los niños, adolescentes y hasta a adultos de malos comportamientos es llamándolos, y razonando con ellos acerca de sus acciones. Se debe explicar por qué es incorrecto lo que hacen, las consecuencias que esa actuación puede tener para ellos, y tratar de convencerles que cambien. Pero sucede que estamos en lo que se conoce como generación de cristal. Los niveles de susceptibilidad de las personas están muy altos, y, aunque sepan que hacen mal, se ofenden y horrorizan si alguien se los dice.

Este comportamiento es muy frecuente entre los cristianos también. Mientras se predique del amor de Cristo, de su oferta de salvación, la vida de los profetas o los discípulos, todo está bien. Pero cuando se les confronta con un mensaje que expone sus malas obras, que evidencia que están tibios, que se encuentran en pecado y alejados de Dios, o bien se lo adjudican a alguien más diciendo que ese mensaje es para tal o más cuál persona, o, si se sienten aludidos, se ofenden y hasta cambian de templo. El autor de la epístola a los hebreos escribe: Les ruego, hermanos, que soporten la palabra de exhortación, pues les he escrito brevemente. Al los hebreos no estar bajo su asignación, en vez de hablarles con autoridad, lo hace con lo que denomina un ruego suave. Pero no por ello deja de decirles lo que era necesario oír. Y en esto nos confundimos los que escuchamos, porque lo que intenta quien nos confronta mediante las Escrituras es que nos salvemos, no que nos sintamos mal.

La función de un predicador es llevar a las personas Palabra de Dios. Animarnos si estamos decaídos, fortalecernos si estamos débiles, exhortarnos si estamos desanimados, confrontarnos si estamos en pecado. Esto no les reporta nada, solo cumplen con su responsabilidad ante Dios de alertar y ser atalayas. A nosotros nos corresponde ver en cada mensaje qué debe cambiar en nuestras vidas, y, en vez de ofendernos, transformarnos a la imagen de Cristo, pues esto es lo que nos ayudará a ser salvos, no cambiarnos de congregación. ¡El Señor te bendiga!

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Mi escondedero y escudo

“Mi escondedero y mi escudo eres Tú; en Tu palabra he esperado.”

Salmos 119:114 RVR1960

Dependiendo del tipo de sociedad en la que se vive, esta anima a sus ciudadanos a que se responsabilicen de sus problemas, aunque otras los acostumbra a ser dependiente de sus dirigentes para solucionar sus dificultades. Con todo, independientemente del modelo que impere, siempre va a existir frustración, pues es imposible lograr darle solución a todas las necesidades o expectativas que se generan por parte de millones de personas, cada quién con sus inquietudes y exigencias.

Y aunque cada individuo sea autónomo e independiente, siempre va a esperar que determinados aspectos sean cubiertos por el sistema de gobierno que se encuentre en le poder. Sea por defensa ante la criminalidad, socorro ante enfermedades, representación ante otras naciones, existen niveles de dependencia hacia el gobierno, y no siempre sus necesidades son satisfechas. Sin embargo, en un tiempo más convulso que en este que vivimos, ya el salmista había encontrado la solución oportuna y la expone al decir: Mi escondedero y mi escudo eres Tú; en Tu palabra he esperado. Ante las dificultades, problemas, guerras o enfermedades, en quién se debe confiar es en Dios. A Él podemos acudir sin temor a ser rechazados o a que sean defraudadas nuestras expectativas. Pero agrega que ha esperado en Su palabra, en las promesas extendidas Su pueblo, que nos incluye como pueblo adquirido.

Cualquiera que sea la situación que te inquieta, en Dios tienes refugio, escudo y respuesta. Cree en lo que está dicho en Su palabra, confía en Sus promesas, y espéralo con fe. Nunca serás avergonzado. ¡El Señor te bendiga!

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El que estudia la Biblia y confía en Dios

“El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado.”

Proverbios 16:20 RVR1960

Cuando uno desconoce de algo, sea de un equipo electrodoméstico nuevo, alguna tecnología que necesita, o hasta para sobrevivir en condiciones adversas, agradece tener acceso a un manual que le diga que hacer. Este manual posibilita hacer las cosas adecuadamente, reduce la posibilidad de equivocarnos y permite que todo llegue a feliz término. Algo similar a un manual es para la humanidad la Biblia.

Nosotros, como seres humanos, tendemos al mal. Aun en nuestras buenas acciones, encontramos una intención que no necesariamente es positiva. Y la manera en que nos comportamos es influenciada por otras personas, el medio y nuestros propios deseos. La tendencia a decir que todo es relativo y depende de circunstancias, hace que se pierda la noción de lo que es el bien y el mal. Sin embargo, tenemos una brújula moral en la Palabra de Dios. En este pasaje se nos dice: El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado. Mientras nuestro instinto natural es hacer lo malo, en la Biblia encontramos reglas de fe y conducta, que nos llevan hacia la naturaleza de Dios, y a hacer el bien. También nos enseña a confiar en Él, y a tener a nuestro alcance todos los beneficios que el Padre Celestial extiende a los que lo obedecen.

No conocer la Biblia es estar desorientado en un mundo en caos. El origen de todo lo bueno puede hallarse ahí, y también lo necesario para transformarnos y regenerarnos, cambiando el mal por bien. Conozcámosla más y estudiémosla constantemente, pues allí encontraremos palabras de vida. ¡El Señor te bendiga!

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Confiando en Dios, sin temor

“En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?”

Salmos 56:4 RVR1960

Nuestro organismo está diseñado para responder instantáneamente a amenazas sin que lleguemos a pensar en cómo reaccionar. Si algo va a caer en nuestros ojos, los cerramos instantáneamente; si algo va a golpear nuestro rostro, lo cubrimos con nuestras manos; si tropezamos y caemos de bruces, tratamos de amortiguar la caída poniendo nuestras manos delante. Pero cuando nos amenaza algo que es más complejo, respondemos con el impulso de luchar o huir, siendo el temor el desencadenante del segundo.

Gran parte de los riesgos y amenazas que enfrentamos a diario son causadas por los seres humanos. Podemos llegar a tener temor de ataques físicos, aunque los psicológicos a veces hacen más daño. Temor a perder el trabajo, la dignidad, la estabilidad, la reputación, muchos aspectos pueden preocuparnos sobremanera. Sin embargo, el salmista declara: En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre? Existe una confianza plena en Dios y la fidelidad que demuestra en el cumplimiento de Sus promesas. A partir de esa certeza, con la defensa del Dios vivo, con todas las seguridades que nos brinda, ¿de qué podemos tener temor? Únicamente de ofender a quien nos protege.

Por las promesas que encontramos en las Sagradas Escrituras y su cumplimiento en nuestras vidas, debemos alabar a Dios. En Él está nuestra confianza, y no nos defraudará nunca. Abandonemos todo temor, pues tenemos defensor divino contra cualquier adversidad, y nada ni nadie podrá hacernos daño. ¡El Señor te bendiga!

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Hablando palabras de bien

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”

Efesios 4:29 RVR1960

Uno de los mayores males de la actualidad es la tendencia de las personas de hablar demasiado sin detenernos a escuchar. Somos más propensos a hablar que a escuchar a otros y es característico que lo hagamos con el precepto de que lo que vamos a decir es más importante que lo que dirá el otro. Pero hablamos acorde a como vivimos y pensamos. Lo que nos mantiene ocupada la mente es lo que exteriorizamos, y es frecuente escuchar a las personas hablar de asuntos irrelevantes para nosotros acerca de su intimidad, de sus malas acciones como si fueran hazañas, de lo extraordinario que son, y en varias ocasiones, empujándonos a repetir sus malos actos.

Mientras los jóvenes hablan de moda, actores famosos o cantantes de su preferencia, los adultos no necesariamente tienen temas más profundos. La trivialidad y la superficialidad es una característica de las generaciones de la actualidad. Y a veces entre los hermanos de la iglesia encontramos temas de conversación que están más enfocados en alabarse a sí mismos y sus logros, que en abordar lo que realmente importa. Pero peor aún, en ocasiones en lugar de palabras de ánimo, hay contención, disipación o rebeldía. El apóstol Pablo dijo: Ninguna palabra corrompida salga de tu boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Un cristiano debe representar con su actitud y vida a Cristo, por lo que se espera de nosotros que en cada acción, palabra y pensamiento estemos ministrando a los que nos rodean.

Debemos tener cuidado de nuestras palabras y el sentido que ellas tienen, pues, como sabemos, de cada palabra ociosa vamos a tener que dar cuentas ante Dios (Mateo 12:36 RVR1960). Procuremos que se pueda encontrar en nosotros palabras de ánimo, edificación, consuelo y que guíe los pasos de otros hacia la luz de Cristo. ¡El Señor te bendiga!

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La palabra dicha como conviene

“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene.”

Proverbios 25:11 RVR1960

En muchas oportunidades hemos cometido errores que las personas a nuestro alrededor han percibido. Después que ya todo sucedió comentan que se habían percatado, pero en el momento oportuno no dijeron nada. Otros, aunque se dan cuenta de que estamos a punto de errar, no lo alertan y esperan a que tengamos situaciones, quizás en el fondo alegrándose un poco. Suele suceder que a veces lamentamos no haber dicho algo que alertase a un familiar, una amistad, o algún conocido y producto a eso ha tenido consecuencias irreversibles. Y también es frecuente cuando un cristiano no le ha hablado de Cristo a alguien que parte de este mundo, creyendo que tiene tiempo de sobra para hacerlo.

En este pasaje de Proverbios vemos que dice: Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. Es preciado y valioso ser capaz de hablar a tiempo y adecuadamente. Ciertamente uno de los grandes problemas que tiene la sociedad en la actualidad es la falta de comunicación que existe entre sus integrantes. Y es por eso que hablar oportunamente, con benignidad, esforzándose en convencer y con palabra suaves posibilita que seamos escuchados. Imponernos sin explicar, ser autoritativos, o no hablar a tiempo lo que es necesario e importante solo nos traerá arrepentimiento. Sin embargo, como cristianos siempre contamos con ayuda, pues podemos acudir al Espíritu Santo para que nos ponga palabras precisas y de ánimo en nuestra boca, que sean escuchadas por nuestros interlocutores.

Pidamos dirección a Dios para ser oportunos con nuestras palabras, para con nuestra intervención ayudar a las personas que necesitan oír un mensaje de aliento y apoyo, pero llevemos también el evangelio de salvación a los que se pierden. No esperemos a que las condiciones sean perfectas, sino que sea Dios poniendo palabras en nuestra boca. De este modo seremos precisos y siempre llegaremos a tiempo. ¡El Señor te bendiga!

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La respuesta blanda y la áspera

“La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.”

Proverbios 15:1 RVR1960

Vivimos en una sociedad altamente marcada por el estrés. Los niveles de saturación de las personas son altos, y esto, sumado a la violencia que se inculca tácitamente en las películas y series televisivas, y las tendencias a hacer el mal a los demás, trae como consecuencia un comportamiento en el que predomina la ira, la agresividad y la irritabilidad. A veces cuesta trabajo comunicarse con alguien y no sumarse a dar una mala respuesta cuando recibe un maltrato injustificado. Esto se hace más difícil para los cristianos, que estamos llamados a ser pacificadores.

Vemos en este pasaje del libro de Proverbios que se nos recomienda: La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. Aquí encontramos solución a los problemas que se nos pueden presentar a diario: un dependiente molesto, un compañero de trabajo enojado, un jefe de mal carácter, un familiar irritado, un transeúnte descontento; sea cual sea el caso, nuestra respuesta no debe ser igual a la que recibimos. Cuando una persona está molesta y grita o habla en mala forma, está al borde de una reacción violenta. Si lo incitamos, puede desencadenarse. Aún cuando nosotros hayamos recibido el tratamiento injustamente, cuando tengamos la posibilidad de neutralizar los ataques de la persona e imponernos, no estamos llamados a eso. Debemos ser pacificadores, tener paz con otros y evitar los actos de violencia.

Si nos gritan, y nosotros gritamos más alto, la situación puede escalar a un enfrentamiento físico. Pero si en vez de gritar, hablamos bajo, la persona involuntariamente va bajando el tono, hasta que se calma. En un mundo en el que reina la oscuridad, no podemos actuar del mismo modo que los demás, sino que tenemos que impactar con la luz de Cristo en otros. El Espíritu Santo estará con nosotros, pacificando y calmando la situación, hasta que salgamos airosos de cualquier eventualidad, con nuestro testimonio intacto.

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La Palabra de Dios permanece

“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.”

Isaías 40:8 RVR1960

Todo en la vida está en constante movimiento. Muchas cosas varían, y donde antes había una montaña, con el tiempo puede haber una ciudad; en un gran valle puede terminar habiendo un lago. Las ciudades cambian, las edificaciones, las personas. Si bien por un lado es bueno, porque determinados cambios pueden conllevar a desarrollo y mejoras, otros cambios no tanto. Una cuidad próspera puede quedar en ruinas por la guerra, naciones densamente pobladas sufrir reducción poblacional por epidemias. Y si todo cambia, y lo que ahora es, mañana puede no ser, ¿cuál es nuestro basamento?

El profeta Isaías, dando un mensaje, dice: se seca la hierba y se marchita la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. Dentro de esta palabra, se incluyen las promesas hechas por el Todopoderoso para Su pueblo, tanto el escogido como el adquirido. Están incorporadas todas las profecías por cumplirse, se encuentran todos los principios de vida, todas las condiciones y todos los pactos que se han establecido. Puede el mundo dar un giro de 180 grados, pero Dios no cambia, ni cambiará. Él es el fundamento firme sobre el cual poner nuestros pies, nuestro pronto auxilio en momentos de dificultad, nuestra esperanza para tiempos del fin, el basamento para nuestros principios inquebrantables.

Los gobiernos pasarán, las filosofías y corrientes modernistas pasarán, la manera en que se ve el mundo en la actualidad pasará, pero Dios permanecerá para siempre. Afirmemos nuestros pensamientos y conducta en el bien y la verdad, en basamentos eternos y absolutos, para que no seamos como hojas movidas por las olas y lleguemos a llamar lo malo como bueno. Afiánzate en Cristo.

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Asidos de la Palabra

“asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”

Filipenses 2:16 RVR1960

Una de las cosas que más reconfortan a los maestros y personal dedicado a la docencia es ver como las personas que han contribuido a formar se han convertido en personas de bien, profesionales exitosos y que aportan a la sociedad. Da alegría saber que las horas de trabajo trajeron resultados a las vidas de esos que fueron preparados en sus aulas. Lo mismo sucede con los maestros de escuelas dominicales, profesores de teología y líderes de la iglesia: les agrada ver como los hermanos con los que han estado trabajando se mantienen firmes en la fe.

Pablo escribe en su epístola a los Filipenses exhortándoles que se mantuvieran asidos a la Palabra de Vida, para que cuando se presentase delante de Cristo, pudiera enorgullecerse de no haber trabajado en vano. Hubo cosas importantes que el apóstol no olvidó, independientemente de cuántas iglesias fundó: el discipulado y mantenerse al tanto de lo que sucedía con los creyentes.  Muchos en las iglesias se esfuerzan porque las personas se entreguen a Cristo, y hagan oración de fe, pero posteriormente se desentienden de ellos, y es frecuente que estos recién convertidos regresen al mundo porque no fueron guiados y el enemigo de la humanidad aprovecha estos momentos de duda y desconocimiento para arrastrarlos nuevamente a sus dominios. Vemos a Pablo pendiente de lo que sucedía con ellos, con un mensaje oportuno o una visita cargada de enseñanzas, aún cuando por su edad, enfermedad o persecución no lo hacía con la frecuencia que quería; pero siempre preocupado por aquellos a los que había traído a los pies de Cristo.

Si Dios le dio la posibilidad de tener personas que aceptaron al Mesías por intervención suya, no los descuide. Ellos son su responsabilidad ante Dios. Ore por ellos, guíelos en sus primeros pasos como creyentes, establezca un discipulado para fortalecer sus bases doctrinales, tenga comunión con ellos, y preocúpese por sus inquietudes y dudas. De este modo crearemos cristianos firmes, que no serán arrastrados nuevamente a las tinieblas por el engañador, y podremos tener tranquilidad de que no desatendimos a aquellos que fueron puestos por Dios bajo nuestro cuidado.

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