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Se alegrará el justo en Dios

“Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; y se gloriarán todos los rectos de corazón.”

Salmos 64:10 RVR1960

A lo largo de la historia ha sucedido que determinadas personas han cometido todo tipo de maldades en contra de otras en sentido general y los cristianos de modo particular. A veces han sido grandes figuras históricas, otras, pequeños personajes con algo de poder en sus manos, pero que se han caracterizado por antagonizar a otros, sirviendo de piedra de tropiezo.

El Salmo 64 es un clamor por la liberación de los enemigos astutos y maliciosos, anticipando con confianza en Dios la derrota de ellos, que dará honra al Altísimo. Si bien es cierto que debemos amar a nuestros enemigos, no estamos llamados a padecer constantemente sus acosos, y podemos rogar al Padre Celestial que nos libre de sus ataques. Y la espera de este tipo de conflicto resuelto a nuestro favor es lo que concluye este pasaje, en el que el salmista dice: Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; y se gloriarán todos los rectos de corazón. En esto se confirma la protección del Todopoderoso sobre los que lo aman, se reafirma la confianza, y sirve de testimonio de las obras de Dios sobre los creyentes que deciden esperar en Él.

Puede que en la actualidad tengas a alguien que constantemente está maquinando en contra tuya. Puedes estar en un país donde repriman a los cristianos, puede que sea tu jefe inmediato, un compañero de trabajo, un vecino, un familiar o hasta alguien de la misma iglesia quien se encuentre antagonizándote, pero no tienes que seguir sufriendo en silencio. Pon la situación en manos de Dios y ora para que ponga amor en tu corazón por la persona, pero que te libre de la mano de tu enemigo, y que le transforme, de modo que alcance la salvación también. Cuando esto suceda, experimentarás un júbilo como nunca antes has sentido. Dios te ha respondido, ha sacado estandarte por ti, y te ha librado de tus enemigos. Ora, intercede, confía y persevera; y verás Su poder.

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El justo por la fe vivirá

“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”

Romanos 1:17 RVR1960

Es frecuente encontrar personas que tratan de encontrar explicación científica a la fe, y de establecer una relación entre la ciencia y lo espiritual. Aun algunos cristianos intentan dar un trasfondo de ciencia a hechos que contradicen toda ley conocida. Sin embargo, uno de los aspectos más importantes que se olvidan es que lo que no es posible para el hombre es posible para Dios. Nuestras leyes no atan ni restringen a este ser todopoderoso, del mismo modo que las ordenes de una hormiga reina, que son obedecidas por toda su colonia, no afectan a un ser humano. Y es que lo único que hace que grandes cosas desafiantes a la ciencia ocurran es la fe.

Pablo escribe en este pasaje: Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Todo cuanto está escrito en las Sagradas Escrituras, y antes de que acontezca un hecho sobrenatural y milagroso, hay un hombre o mujer de fe que ha clamado al Altísimo, y Él ha respondido. Y, ya específicamente, en el Evangelio de Salvación es la fe la que permite que sea revelada la justicia de Dios para la humanidad; para que, a su vez, esta fe sea recibida. Para esto tiene que haber una transformación que nos hace relacionarnos, obedecer, esperar y confiar en lo que la gran mayoría niega, pero que muchos han experimentado: la presencia y poder de Dios.

Cuando nuestra existencia está basada en la fe y la confianza en el Padre Celestial, esta misma fe nos proporciona vida y se opone a la muerte que reina en el mundo; pero, además, prolonga nuestros días y al final, concede salvación y vida eterna. No hay otro modo de recibir perdón de pecados y reconciliación con el Todopoderoso que mediante la fe en Jesucristo. No hay otra forma de agradar a Dios que mediante la fe. Esta es la única manera en que podremos tener vida, en cualquier etapa por la que transitemos. Vivimos por, para y debido a la fe.

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No he visto justo desamparado

“Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.”

Salmos 37:25 RVR1960

Estamos viviendo tiempos difíciles en la actualidad, en los que las economías de los países se están viendo afectadas producto a la pandemia que ha golpeado la totalidad de las naciones. Las fuentes de ingreso se han reducido, y muchas personas han resultado desempleadas, impactando directamente en la alimentación y calidad de vida, sin contar el peligro latente de enfermarse. Muchas familias han visto alterado su funcionamiento normal, y han tenido que buscar soluciones para la carencia de alimentos, medicamentos y suministros.

Las familias cristianas no escapan a esta situación. Sin embargo, dice el salmista: Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan. En el inicio de esta declaración describe el paso del tiempo, en el cual nunca ha visto personas temerosas de Dios desamparados. El término usado es justos, pero nosotros somos justificados por la sangre de Cristo, lo cual nos hace herederos de esta promesa. La situación puede volverse difícil, pero si nuestra confianza está en Dios, y contamos con Él como nuestro proveedor, siempre llegará oportunamente y nos dará una salida.

Nuestras mayores herramientas son la oración, lectura de la Biblia, procurar la santidad, confiar y obedecer a Dios. Él es nuestro proveedor, nuestro sustentador. Aun si no tenemos medicamentos, es nuestro sanador, nos puede curar definitivamente. Nunca permitirá que Sus hijos estén desamparados. Siempre propiciará un canal de bendición para que entendamos que Él es nuestro pronto auxilio en las dificultades.

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El justo por su fe vivirá

“He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.”

Habacuc 2:4 RVR1960

Los seres humanos tenemos necesidad de que nuestros méritos sean reconocidos, pues esto hace justicia a nuestros esfuerzos o logros. Lo usual es que, si tenemos un trabajo destacado, las personas lo reconozcan, pero es más frecuente que los que quieren recibir elogios sean los primeros en enorgullecerse, la mayoría de los casos sin fundamento para hacerlo. En nuestra sociedad es común ver individuos, cuyas metas no han sido alcanzadas mediante métodos correctos, ufanarse y tratar de obtener admiración por parte de otros. Puede ser que con el objetivo de autocontentamiento, o para mitigar sus malas obras, en un intento de justificar sus actuaciones con el reconocimiento popular. Su forma de comportarse contrasta con la de un verdadero cristiano, deseoso de agradar a Dios, y que humildemente actúa en favor de otros y cumple cabalmente con sus funciones.

El libro de Habacuc enmarca un período en el cual los caldeos estaban a punto de invadir Judá, y el profeta tiene visión de lo que acontecería a los judíos, y ora a Dios en reclamo a que un pueblo impío los sometiera. El Todopoderoso responde mandándole que escribiese la profecía y la colocara donde fuese visible por todos, y que huyeran los que la leyesen, y declara esta porción: aquel cuya alma no es recta se enorgullece, mas el justo por su fe vivirá. Este versículo tiene cuatro contextos, dos en tiempos de Habacuc, uno en tiempo de Pablo, y otro en la actualidad. El primer contexto para los judíos incrédulos, que no hacían el bien y se enorgullecían de sus obras, decididos a quedarse negándose a aceptar la profecía, mientras que los que daban crédito a las Palabras de Dios huirían de la cuidad, salvando así sus vidas. El segundo contexto referente a los caldeos y la nación israelita, orgullosos los primeros de su poder militar y los segundos esperanzados en el cumplimiento de la liberación por parte del Creador. El tercer contexto, en tiempos del apóstol Pablo, en los cuales nuevamente se contrasta entre el judío que no cree en el evangelio de salvación y los que confían en Jesucristo para vida. Por último, nuestro contexto actual, en los que la humanidad rechaza a Jesús y los cristianos, justificados por Su sacrificio en la cruz, esperamos tener vida en abundancia. En todos los casos, es la fe en las promesas de Dios la que proporciona vida, sea prolongación de los días en la tierra o espiritual, y los que confían en Su palabra quienes son los llamados justos.

Es importante decir que muchos profetas se han levantado en estos últimos tiempos, y han mentido en el nombre de Dios. Recuerde que en tiempos de Habacuc nadie tenía lo que usted y yo: la Biblia. Todo lo que escuchamos es necesario filtrarlo a la luz de las Sagradas Escrituras y mediante la dirección del Espíritu Santo. Nuestro Padre Celestial ha prometido darnos vida, y nuestra fe en las promesas escritas en Su Palabra son las que nos dan fuerzas para seguir, nos permite ser justificados y da certeza de habitar con Él por la eternidad.

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Confesando nuestros pecados

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”

1 Juan 1:9 RVR1960

El pecado nos aleja de Dios. Por Su naturaleza, Él no puede tolerar el pecado ni tiene intimidad con quienes lo practican. Y es el pecado causa de muerte y deterioro del ser humano. Y si bien cada uno de nosotros fue creado para tener una relación cercana con nuestro Padre Celestial, nuestra tendencia a hacer el mal crea un abismo entre Él y la humanidad.

Y la vida sin Dios se vuelve vacía. Las personas así viven sin un propósito, y se vuelcan hacia la fortuna, fama, relaciones sexuales, pero nunca logran llenar ese hueco en sus vidas. Aún cuando en pleno siglo XXI hemos creado todo tipo de ideologías, corrientes filosóficas y psicológicas para negar la necesidad de Su presencia en cada uno de nosotros, no lo logramos. Hay hasta quien se ha quitado la vida por la carencia de esta relación que hemos perdido.

Pero Dios espera por nosotros. En la primera epístola de Juan se nos dice que Dios está dispuesto a perdonar nuestros pecados y limpiar nuestra maldad, porque es fiel a Sus promesas y justo, si confesamos nuestros pecados. Esta condición implica confesar con un corazón arrepentido que hemos pecado. No es el momento de justificarnos sino de reconocer que no hemos hecho las cosas bien, e incluye las ofensas contra las personas a nuestro alrededor. Esta acción, agregada al reconocimiento de Jesús como Señor y salvador, hace que podamos tener certeza de que Dios nos perdonará y se restablecerá la relación perdida, de que seremos adoptados como hijos, de que el Espíritu Santo hará una obra transformadora en nuestras vidas para, de forma gradual y progresiva, perfeccionarnos y acercarnos a la imagen de Cristo.

Esta acción nos permitirá conocer verdaderamente nuestro propósito en la vida, porque somos especiales para Dios y Él tiene un plan para cada uno de nosotros. Ya no habrá mas vacío en nuestras vidas, habrá una sensación de plenitud, y podremos disfrutar de una relación que estaba diseñada desde el inicio de los tiempos y que continuará por toda la eternidad.

Si somos cristianos o no, si hay algún pecado que confesar a Dios, hoy es el día. Él espera por nosotros para reconciliarse. Solo queda que nos decidamos a dar el paso.

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