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Fíate de Jehová

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia”

Proverbios 3:5 RVR1960

Los seres vivos más inteligentes sobre la faz de la tierra somos los humanos. Esta inteligencia es la capacidad intelectual, marcada por complejas hazañas cognitivas y altos niveles de motivación y autoconciencia. Somos capaces de crear, y modificar nuestro entorno para que se ajuste a nuestras necesidades, llegando hasta a explorar más allá de los confines de nuestro planeta. Sin embargo, nuestra inteligencia también nos hace arrogantes. Las personas que se creen más inteligentes que los demás se tornan autosuficientes y tienen comportamientos despectivos. Con todo, aún los más dotados intelectualmente, no escapan de cometer errores.

Salomón, tercer rey de Israel y reconocido por su gran sabiduría, recomienda: fíate de Dios de todo corazón, y no confíes en tu propia inteligencia. ¿Por qué alguien como Salomón nos diría esto? Él experimentó en persona las ventajas de la sabiduría, con un carácter práctico, no solo teórico, y sabía las limitaciones que tenemos como seres humanos. Dios es omnisciente, lo conoce todo, de modo que sabe lo que es mejor para Sus hijos. Mientras, nosotros solo podemos hacer conjeturas y suposiciones de que nos deparará el futuro, somos influenciados por nuestras preferencias y estamos en un cuerpo que nos conduce al pecado, ante el cual cedemos, aunque sabemos que no nos conviene. Nuestro Padre Celestial es capaz de percibir peligros, acechanzas, trampas y nos lleva por el camino correcto; nosotros, por el contrario, erramos una y otra vez.

Ser capaces de incluir a Dios en nuestras decisiones de vida, y esperar por Su respuesta es una de las decisiones más inteligentes que podemos tomar. Él quiere lo mejor para nosotros, y siempre nos guiará por caminos de bien, disminuyendo nuestros fracasos y ayudándonos a dar pasos seguros en nuestro desarrollo como personas, como cristianos y abarcando todas las áreas de nuestra vida. Si hacemos las cosas por nuestras fuerzas, muchos serán los obstáculos; si contamos con Dios, Él abrirá puertas.

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Buscando sabiduría

“Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, Y que obtiene la inteligencia; Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, Y sus frutos más que el oro fino.”

Proverbios 3:13-14 RVR1960

Estamos viviendo en la era de la información. Las tecnologías de la informática y las comunicaciones, de conjunto con las posibilidades que brinda internet, han abarcado de tal modo todas las ramas del saber, que en la actualidad se habla de infointoxicación. Es tanta, que a veces resulta abrumadora. Curiosamente, mientras la información está cada vez más accesible desde cualquier dispositivo, hacemos menos uso de ella, y ejercitamos menos el cerebro.

Cálculos matemáticos sencillos son hechos con las calculadoras de los celulares. Computadoras de alta velocidad de procesamiento y con un almacenamiento capaz de contener la información escrita de 30 bibliotecas de Alejandría, son usadas para juegos de acción. Somos cada vez más dependientes de la tecnología, y hacemos menos uso de las capacidades cerebrales, enajenándonos y haciendo que las interacciones sociales sean hechas en su mayoría mediante dispositivos electrónicos. Irónicamente, mientras más información nos rodea, menos usamos nuestra inteligencia.

Sin embargo, el rey Salomón, soberano de Israel que trascendió hasta nuestros días por ser paradigma de hombre sabio, nos dice que es bienaventurada la persona que halla la sabiduría. El verbo usado acá literalmente significa: alcanza, procura esforzándose. No es algo que ha obtenido fácilmente. Ha sido resultado de una búsqueda ardua. Nos habla de obtener inteligencia, siendo este verbo equivalente a sacar metales excavados. La sabiduría, en tiempos de la antigüedad, tenía un marcado sentido práctico. Era la habilidad de poner el conocimiento en función de la resolución de problemas. Y compara la sabiduría y la inteligencia a la ganancia en plata obtenida comerciando o el oro.

En Proverbios 1:7 A dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;”. La inteligencia y sabiduría, más si proviene de Dios, nos hará saber hacer. Errar menos y dedicar tiempo a asuntos verdaderamente importantes. Atender a nuestra familia, interactuar con las personas, preocuparnos por los desvalidos, buscar la voluntad de Dios, cuidar nuestra salvación.

Esta inteligencia no habla de habilidad en los negocios, de que tanto dinero o cuantas propiedades tenemos. Habla de donde pasaremos la eternidad.

¿Has hallado tú la sabiduría?

¿Tienes falta de sabiduria?

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”

Santiago 1:5 RVR1960

Las personas somos muy susceptibles a como nos ve la sociedad. Para ser aceptados nos adaptamos a normas y estándares que definen cómo quieren que seamos. Estas normas, que son dictadas por el entorno en el que vivimos y los grupos con los que interactuamos, establecen como debemos ser, como debemos vestir, como debemos comportarnos y que nos debe gustar; pero están diseñadas para definir a la mayoría, sin tener en cuenta las diferencias intrínsecas individuales, las que nos identifican y hacen únicos.

Aspectos como la inteligencia, el coeficiente intelectual, o la disposición académica, pueden hacer que una persona se sienta inferior a otros.

Desde que nacemos, ciertas características nos definen. Algunos desde pequeños tienen habilidades innatas para la música, dibujo, danza. Otros tienen dotes de liderazgo, o son muy inteligentes. ¿Quién da estas habilidades o dotes? Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y desde el vientre de nuestra madre nos da dones y talentos distintos para que podamos ser capaces de llevar a cabo nuestro cometido.

El apóstol Santiago identifica en el versículo 1:5 a Dios como origen y proveedor de la sabiduría. Y nos anima a que, si creemos que nos falta, la pidamos Dios para que nos sea dada. Dice además que Dios la da abundantemente, y sin reproche. No hay deudas parciales, ni pagos por adelantado. Si nos acercamos a Dios confiadamente, y pedimos como un hijo pide a su padre, Él nos dará más de lo que nosotros mismos esperamos. Pero nos dará aún más: la sabiduría de la que habla la Biblia tiene un marcado sentido práctico. No es el conocimiento de libros mediante el cual solo teóricamente conocemos y solo queda en eso, es un conocimiento práctico de saber hacer, de poder realizar las cosas efectivamente y de forma adecuada.

Si consideras que quieres sabiduría, o aún si es otra cosa más ¿te atreves a confiar en Dios?