Hay provisión en casa del justo

“En la casa del justo hay gran provisión; pero turbación en las ganancias del impío.”

Proverbios 15:6 RVR1960

Existe gran diferencia entre el comportamiento y los objetivos de vida de las personas que confían en Dios y los que no. Los primeros condicionan sus metas y propósitos a la voluntad del Altísimo, mientras que los segundos solo toman en cuenta su propio beneficio. Las diferencias se establecen en lo que cada quien quiere lograr, su fuente de obtención y los métodos para hacerlo.

En este pasaje de Proverbios se nos dice: En la casa del justo hay gran provisión; pero turbación en las ganancias del impío. En la actualidad, si bien no somos justos, somos justificados por la sangre de Cristo y Su sacrificio en la cruz. Pero podríamos contrastar las posesiones de los creyentes verdaderos, y los inconversos, notándose que los últimos siempre tienen mayores posesiones, fama y riquezas. ¿Cómo entonces hay gran provisión en los que siguen a Jesús? La respuesta es sencilla. Un verdadero cristiano entiende que estamos de tránsito por esta vida. Sus necesidades son pocas, porque pretende agradar a Dios en lugar de ser admirado por los hombres. Además, confía en que será provisto por Dios de todo cuanto necesita. Y aunque esto no quiere decir que descuide todo y deje de trabajar y proporcionar sustento a su familia, prefiere hacer riquezas en el cielo y no en la tierra. Por el contrario, una persona que no tiene a Cristo en su vida, solo trata de satisfacer su carencia espiritual con fama, riquezas y bienes materiales, sin importar que tenga que hacer y cuantos negocios ilícitos sean necesarios.

Un creyente tiene provisión no solo de sustento y bienes materiales, sino de aspectos espirituales también, entre ellos paz y presencia de Dios. Mientras, los que dependen de malas obras, corrupción e ilegalidades para alcanzar sus metas, tienen preocupación e inquietud como compañeras, haciéndoles perder el sueño en las noches. Mantengámonos de la mano de Dios, el cual nos proveerá sin que tengamos preocupación alguna. ¡El Señor te bendiga!

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Piedad y contentamiento

“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”

 1 Timoteo 6:6 RVR1960

La piedad es un sentimiento de compasión que se siente por los demás que padecen o sufren. Es tener conciencia de que otros pueden necesitar de nosotros y la actitud de brindar esa ayuda con todo amor. Por su parte, el contentamiento como valor es estar conformes con lo que tenemos.  Desde el punto de vista bíblico, es alegría con un basamento espiritual, confiados en el plan, paz y esperanza de Dios para nuestra vida. Es bastante raro encontrar estas características en las personas en la actualidad. Más bien encontramos indiferencia e insatisfacción. No somos capaces de interesarnos por otra cosa que no sean nuestros intereses, y siempre queremos más de lo que tenemos actualmente, nunca es suficiente.

Pablo habla a Timoteo acerca de la ganancia que tiene la piedad acompañada del contentamiento. Contentamiento de saber que tenemos lo que Dios considera oportuno que tengamos según nuestro contexto actual, ni más ni menos; y que nuestra alegría no tiene que ver con nuestras posesiones actuales, ni circunstancias externas, sino que está basada en Cristo. Mientras, la piedad nos mueve a actuar en favor de los necesitados con nuestras posesiones actuales, sean pocas o muchas. Y uno podría preguntarse: ¿pero qué ganancia reporta esto? Una gran ganancia espiritual. No es solo la satisfacción de sea útiles a los menos favorecidos, sino también la tranquilidad de hacer la voluntad de Dios, de ayudar al prójimo, hacer con los demás lo que nos gustaría que hicieran con nosotros.

Dios nunca nos deja desamparados. Aún en los momentos más oscuros y difíciles de nuestra vida, Él está ahí con nosotros, ayudándonos en ese trayecto cargado de vicisitudes, hasta cuando por nuestro dolor nos olvidamos que está a nuestro lado. Él sabe lo que necesitamos, nos suple, provee para nosotros, tiene misericordia, escucha y responde nuestros ruegos. Y de lo que recibimos, debemos dar para los necesitados. De este modo, en vez de agradar a los hombres o autocontentarnos, honramos a nuestro Dios y hacemos lo agradable ante Sus ojos.

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