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De gracia recibimos, demos de gracia

“Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.”

Mateo 10:8 RVR1960

Uno de los principales problemas que enfrenta la humanidad es que se encuentra en medio de una batalla que no puede ver. Sus enemigos y defensores se encuentran en un plano espiritual, y es imposible protegerse si no podemos ver los ataques. Las influencias demoníacas pueden incidir sobre las vidas de las personas, trayendo consigo modificaciones del carácter, comportamientos fuera de lo común y enfermedades. Y las mayores oportunidades de triunfo están en que quienes las sufren, ni siquiera saben de ellas y por eso no buscan como combatirlas.

En el Evangelio según Mateo, cuando Jesús de Nazaret se dirigía a los discípulos para darles instrucciones acerca de su comportamiento y misión, les decía: sanen enfermos, curen leprosos, resuciten muertos y echen fuera demonios. Han recibido un regalo inmerecido, den de ese mismo modo a otros. Cristo estaba anticipando a los doce un poder sobrenatural, dándoles un atisbo de los dones que recibirían en Pentecostés. De este modo, mediante señales visibles a todos, podían impactar en un mundo sumido en tinieblas y ceguera espiritual. El Mesías les refiere que lo que recibirían sin merecerlo, debían proporcionarlo a otros de ese mismo modo. El poder divino del Hijo de Dios sería extendido a los discípulos y a todo el que tuviese el ánimo de proclamar el mensaje de salvación.

Esta declaración es también válida para nosotros en la actualidad. Hay dones de sanidad, unción y llenura del Espíritu Santo para los que lo busquen con el deseo de predicar, ser canales de bendición y deseen salvar almas, todo esto sin intereses personales egoístas. Hay quienes, teniendo un don de sanidad que procede de lo alto, cobran por curar personas. Estos tendrán que dar cuenta de sus actos ante Dios. Nos queda a nosotros, sea cual sea el don que recibimos, ponerlo a disposición de los demás para combatir en esta guerra invisible que arrebata las almas de los que no creen, sabiendo que debemos dar del mismo modo en que nos fue dado.

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Orando por los enfermos

“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.”

Santiago 5:14 RVR1960

La salud es el bien más preciado para cada persona. Cualquier pertenencia, riqueza, posesión, pasa a un segundo plano en el momento en que nos sentimos mal, o existe alguna amenaza de muerte por encontrarnos enfermos. De este modo, se acude con presteza al médico para tener un tratamiento cuando nos aqueja algún dolor y hacemos lo imposible por mejorarnos pronto.

Los cristianos hacemos exactamente lo mismo, y olvidamos que tenemos un Médico Divino, que es capaz de sanar cualquier enfermedad o dolencia. Usualmente se acude al médico a tratar el problema, y solo en caso de que no haya solución humana, recordamos a Dios. La intercesión por los enfermos ha llegado a convertirse en una oración porque los médicos no se equivoquen en el tratamiento, o que un cirujano haga bien su trabajo.

En este pasaje, Santiago habla de qué hacer cuando alguien está enfermo: dice que llame a los ancianos de la iglesia para que oren, y sea ungido con aceite en el nombre del Señor. El término ancianos de la iglesia, usado siempre en plural, hace referencia directa, además de las personas de más experiencia, madurez y testimonio demostrado en el evangelio, a los pastores, y posteriormente se incorporan los líderes. La unción con aceite fue posteriormente reemplazada con la imposición de manos, y lo que nos dice esta porción de las Escrituras es que los pastores y líderes deben orar con imposición de manos sobre los enfermos, y continúa diciendo que estos sanarán.

Además de estas personas, existen dones de sanidad en los miembros de la iglesia, y cada enfermedad es una oportunidad de ejercitar nuestra fe, fortalecer nuestros dones y dar testimonio de las obras de Dios en la actualidad. Nuestro Padre Celestial es suficiente para curar, restaurar y perdonar pecados, y cualquiera que sea la situación presentada por un creyente, puede ser resuelta sin necesidad de acudir al médico, recibir un tratamiento de medicinas o someterse a cirugía.

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Los que necesitan médico

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.”

Mateo 9:12 RVR1960

Durante el transcurso de la vida, nos rodeamos de personas que comparten nuestros mismos principios, gustos, y formas de pensar. Existen quienes solo permiten que se acerquen personas de quienes puedan sacar provecho, sea político, económico, intelectual o social. Pero es normal que se interactúe con quienes tenemos cosas en común. También, dependiendo de nuestro círculo social, somos juzgados por los que nos rodean.

En el evangelio según Mateo, vemos que a Jesús se le cuestionaba que pasara tiempo y comiera con publicanos y pecadores. Los publicanos eran recaudadores de impuestos que cobraban sumas mayores de las que tenían que dar a los romanos, lo cual hacía que fueran muy odiados por el pueblo, más si era judío, quedando excluido él y sus amistades de la sociedad de los israelitas y clasificados como pecadores. A los fariseos les resultaba un escándalo que alguien que decía ser enviado por Dios se sentara entre esas personas. Y Cristo respondió que precisamente con ellos debía estar, porque los que estaban sanos no tenían necesidad de médicos, sino los enfermos. De este modo se refería a los que creían tener salvación, y apartaban a los que necesitaban escuchar para ser salvos.

Jesús se preocupó porque el mensaje fuera predicado a quienes era vital que lo recibieran: los pecadores. Los cristianos en la actualidad hablamos de Dios entre nosotros, damos testimonio de lo que Él ha hecho en nuestras vidas, pero no nos estamos acercando a los que verdaderamente necesitan escuchar de las grandes cosas que nuestro Padre Celestial está haciendo hoy. Es cierto que debemos pasar tiempo con los hermanos de la fe, pero también que demos testimonio a los que se pierden.

Es interesante que este pasaje relata precisamente el llamamiento del que escribió este libro de la Biblia: Mateo era un publicano antes de seguir al Mesías, y este pasaje tiene lugar precisamente en la casa de este evangelista. Si Jesús no hubiese tenido esta manera tan efectiva de pensar, no solo no habríamos tenido este Evangelio, sino que posiblemente ni usted ni yo seríamos cristianos en la actualidad.

Acerque a Dios mediante su testimonio personal a los que se pierden. Pase tiempo con ellos impactando en sus vidas, pero sin dejar que el mundo ejerza influencia sobre usted. Recuerde que solo estaremos haciendo lo que antes otro hizo con nosotros. Llevemos al médico divino a los que realmente lo necesitan.

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