“Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová.”
Salmos 27:14 RVR1960
Una de las cosas que más detestan las personas es esperar. El sentimiento de inactividad cuando se necesita solucionar algo, el tiempo empleado en alcanzar un objetivo, la impaciencia para tener lo que se necesita, todo esto influye en que sea una experiencia bastante desagradable la espera. Esto se acrecienta cuando no hay certeza de que esta espera va a resolver realmente el dilema. En la actualidad, el acto de esperar puede estar relacionado con zozobra, incertidumbre, e inquietud.
Con todo, depende de en quién ponemos la confianza, en quien esperamos. Ciertamente, en procesos burocráticos sentimos que se nos va la vida, y no sabemos si la espera tendrá sentido, pues no solo no solucionamos nada, sino que usualmente nos dicen que faltan 20 papeles más después de hacernos esperar todo el día allí. Cuando una amistad nos ayuda en algún problema, entonces nos impacientamos, porque queremos saber pronto si se podrá solucionar o no. Pero cuando es en Dios en quien esperamos, el escenario cambia. Nos dice el salmista: Aguarda a Dios; se fuerte, recobra el ánimo; si, espera a Dios. Esto está escrito partiendo de la experiencia personal, con conocimiento de causa, con una relación personal con el Todopoderoso.
En Dios no hay frustración, no hay incertidumbre, no hay desánimo. Las cosas suceden en Su tiempo, pero hay certeza de que sucederá. Y si no acontece de la manera en que esperábamos, nos sorprende con una solución aún mejor que la que queríamos. Cuando esperamos en Él, tenemos una respuesta perfecta, que se ajusta a lo que realmente necesitamos. Por eso no debemos desmayar, solo confiar.
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