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Dios te conceda conforme al deseo de tu corazón

“Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu

consejo.”

 

Salmos 20:4 RVR1960

 

Al año 2023 le quedan horas para concluir. Ya de la pandemia queda
solo un recuerdo doloroso y lejano, y aunque aún aparecen casos aislados es
similar a una gripe común, gracias a Dios. La vida se ha abierto paso, la
esperanza ha prevalecido, y días más luminosos han sucedido a los de tristeza y
temor. Aún con marcas, hemos reanudado nuestros planes, continuado en la búsqueda
de nuestros sueños. Y ahora con la aparición de nuevos obstáculos, con
dificultades que antes no existían, con mayor inflación, viviendo entre
guerras, nuevamente toca adaptarnos a nuestra nueva circunstancia, pero siempre
Dios ha estado con nosotros, hasta en los momentos más difíciles por los que
hemos atravesado, y estará, cualquiera que sea la situación que venga contra
nosotros.

 

Aún en medio de los peligros más mortales, Él ha estado cuidando
de nosotros. Hemos llegado hasta aquí porque Su mano nos estuvo guiando, Su
Espíritu fortaleciendo, y Su provisión con nosotros en cada momento. Para el
venidero año 2024 nos alineamos a la intención del salmista cuando dice: (Que
Dios)
Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu
consejo
. Pero también que sea tu corazón conforme a la voluntad del
Padre Celestial, para que tus planes y propósito sean de bondad, paz, amor,
misericordia, humildad y santidad. Si se abandona todo egoísmo, ambición y
maldad al entrar en la voluntad de Dios, cumpliendo lo que Él demanda de
nosotros, seremos escuchados en nuestras peticiones y tendremos el respaldo del
Altísimo.

 

Que Dios transforme tu vida en este año que comienza, quite todo
lo que le desagrada, y tengas comunión con Él para que tus oraciones sean
escuchadas, tus deseos cumplidos, y tu propósito alcanzado, sin que nada o
nadie pueda oponerse a ello, porque el Todopoderoso está contigo. Que Su
bendición, protección y poder te acompañen en cada momento del próximo año
porque estés caminando bajo Su sombra. ¡Dios te bendiga!

 

#DiosTeEscuche, #DiosTeProvea, #FinDeAño, #MinutosConDios,
#ReflexionesDiarias

A quienes reparten le es añadido más

“Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.”

 Proverbios 11:24 RVR1960

El mundo ha venido enfrentando carencias de todo tipo, que se han ido acrecentado en los últimos años, más con el impacto negativo de la pandemia. Crisis de agua, alimentos, medicamentos, todo tipo de situaciones se suceden una detrás de la otra, afectando a la gran mayoría de los países. Precisamente a modo de preparación ante períodos de adversidad y carencias, las personas hacen acopio de provisiones que les ayuden pasarlo sin muchas necesidades.

Sin embargo, suele suceder que teniendo abundancia de provisiones volvemos la vista de aquellos que no han tenido las condiciones o la solvencia económica para adquirir víveres. Y sabiendo de personas, aún de la propia familia, que están en dificultades, los ignoramos para no tocar nuestras reservas. Y está bien que las personas en general lo hagan, pero cuando esta actitud está presente en los cristianos también, hay un problema. En este pasaje de Proverbios se nos dice: Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. Curiosamente, hay personas que, de lo poco que tienen, suplen las necesidades de los necesitados y, de una manera u otra, nuevamente son provistos. Pero las personas que han acaparado o hecho reservas endureciendo el corazón ante el sufrimiento de los prójimos, cuando menos lo esperan, se encuentran siendo ellos los necesitados de ayuda. Dios suple a los que ayudan a otros con sus pertenencias, pues se convierten en canales de bendición Y como conoce sus corazones, continúa añadiéndoles para que sigan ayudando a los demás.

No endurezcamos nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno. Recordemos que todo cuanto tenemos nos lo ha dado Dios, y no es para que acaparemos o lo retengamos, sino para que ayudemos al prójimo. Si damos con el ánimo de aligerar el sufrimiento de los demás, Dios nos bendecirá y suplirá. ¡El Señor te bendiga!

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Dando sin recibir de regreso

“Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.”

Lucas 6:34 RVR1960

Un préstamo es una cantidad de dinero o cosa equivalente que alguien debe a una persona o entidad y que el acreedor o prestamista tiene derecho de exigir y cobrar. En el ámbito bancario, es un producto financiero que permite a un usuario acceder a una cantidad fija de dinero al comienzo de una operación con la condición de devolver esa suma más intereses pactados en un plazo determinado de tiempo. Es frecuente su uso desde tiempos antiguos y también una manera de incrementar ganancias.

No es lícito para los creyentes estar participando en actividades de este tipo, con interés o usura y mucho menos pedir préstamos. Sin embargo, vemos en este pasaje que Cristo dice: Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Él hace uso del término préstamo (gr. δανείζω daneizō), con el uso de dar por un tiempo determinado y luego que sea devuelto, que puede tener el contexto de hacerlo por un interés adicional o no. Sin embargo, agrega que si lo damos con el objetivo de recibirlo de regreso, ¿en qué nos diferenciamos de los pecadores? Muchas veces conocemos personas que están pasando por situaciones difíciles y estamos en condiciones de ayudarlos, porque Dios nos ha bendecido. Pero por dignidad y decoro podrían sentirse mal aceptando el dinero regalado. Se nos dice que lo prestemos, pero no porque sepamos que lo recuperaremos, sino a los que lo necesitan.

Muchas personas en nuestro círculo de acción pueden estar necesitando ayuda y no lo expresan abiertamente. Amigos, vecinos, hermanos de la fe. Hagamos la diferencia, y seamos canales de bendición para otros, dando de lo que Dios nos ha dado sin esperar que nos sea devuelto, porque cuando damos desinteresadamente, a Dios estamos dando. ¡El Señor te bendiga!

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El hombre de bien

“El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio.”

Salmos 112:5 RVR1960

Es poco frecuente llevar una economía familiar saludable en la actualidad. En condiciones normales, tenemos poco o ningún conocimiento económico, y no llevamos un control adecuado de las finanzas en casa, lo que ocasiona que nos encontremos sin dinero antes de que termine el mes, y que nos escaseen las provisiones, por una mala planificación. A razón de esto, somos dados a tratar de mantener nuestro dinero y víveres, además de nuestras posesiones, pues no sabemos cuándo nos quedaremos sin ellas nuevamente, y ni hablar de darlo para los necesitados. Y aunque es más frecuente ver estos gestos de ayuda en personas de campo o ciudades pequeñas, sucede entre personas conocidas o que tienen algún tipo de relación entre ellas.

Aun así, cada vez son menos los dispuestos a hacerlo, y hasta entre los cristianos se ha reducido la disposición a dar a los menos favorecidos. Cuesta trabajo encontrar la voluntad de ayudar a otros desinteresadamente, solo por agradar a Dios; y hay quienes lo hacen, aparentando generosidad, cuando realmente quieren ser vistos por los hombres y escalar posiciones. Sin embargo, el salmista dice: El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio. Los cristianos estamos llamados a ser personas de bien, de mostrar misericordia, pero no con quienes conocemos solamente, sino también con cualquier necesitado. Habla de prestar a otros, pero este préstamo no implica que debe ser devuelto y mucho menos que se haga por interés o usura, pues estaba prohibido para los israelitas, y Cristo nos dice que no lo hagamos (Lucas 6:30-35 RVR1960). Más bien es una forma de decir que demos a los menos favorecidos.

Estamos llamados a ser canales de bendición a otros mediante nuestros bienes. Debemos ser buenos administradores de lo que Dios ha permitido que llegue a nosotros, con buena planificación y sin derroche, dejando que Él tenga el control de nuestras finanzas, siendo generosos, misericordiosos y apartando cualquier interés y egoísmo. ¡El Señor te bendiga!

#ElHombreDeBien, #TeniendoMisericordia, #TeniendoJuicio, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Dios te de conforme al deseo de tu corazón

“Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo.”

Salmos 20:4 RVR1960

Al año 2021 le quedan horas para concluir. Este ha sido un año de retos, planes postergados, zozobra, limitaciones, temores, cuarentenas, tristeza por un familiar que nos fue arrebatado, todos motivados por la pandemia que, oleada tras oleada, brote tras brote, y mutación tras mutación, mantiene a la humanidad en jaque. Nuevas modalidades y hábitos se han adquirido, nos hemos adaptado a la vida bajo la amenaza de la pandemia, y para los que creemos, Dios ha estado con nosotros siempre, hasta en los momentos más difíciles por los que hemos atravesado.

Aún en medio de las limitaciones, Dios siempre ha estado cuidando de nosotros. Hemos llegado hasta aquí porque Su mano nos estuvo guiando, Su Espíritu fortaleciendo, y Su provisión con nosotros en cada momento. Para el venidero año 2022 nos alineamos a la intención del salmista cuando dice: (Que Dios) Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo. Pero también que sea tu corazón conforme a la voluntad del Padre Celestial, para que tus planes y propósito sean de bondad, paz, amor, misericordia, humildad y santidad. Si se abandona todo egoísmo, ambición y maldad al entrar en la voluntad de Dios, cumpliendo lo que Él demanda de nosotros, seremos escuchados en nuestras peticiones y tendremos el respaldo del Altísimo.

Que Dios transforme tu vida en este año que comienza, quite todo lo que le desagrada, y tengas comunión con Él para que tus oraciones sean escuchadas, tus deseos cumplidos, y tu propósito alcanzado, sin que nada o nadie pueda oponerse a ello, porque el Todopoderoso está contigo. Que Su bendición, protección y poder te acompañen en cada momento del próximo año porque estés caminando bajo Su sombra. ¡Dios te bendiga!

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Damos de lo que recibimos

“Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.”

1 Crónicas 29:14 RVR1960

Las ganancias, propiedades y posesiones son el mayor orgullo de los seres humanos. Para medir el éxito y sus logros, se cuantifican sus pertenencias, y de este modo se establece quien es el mejor en su campo. El nivel adquisitivo o sus bienes definen la importancia de las personas en la sociedad, llegando a hacerse grandes gastos en excentricidades con el objetivo de mantener un status o estado de opinión en el resto de las personas. Del mismo modo, estos individuos opulentos se tornan arrogantes, prepotentes y se consideran a sí mismos mejores que el resto de las personas.

En contraste con esta actitud, vemos en este pasaje del primer libro de Crónicas, como David, segundo rey de Israel, se dirige a la asamblea, conformada por los jefes de familia, y los príncipes de las tribus para listar las posesiones que dedicaría a que su hijo Salomón edificara la casa de Dios. Posteriormente a que los presentes hicieran todo tipo de donaciones para esta gran obra, dijo, hablando a Dios: ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. David era el rey de Israel, el resto de las personas eran príncipes y personas en posiciones de liderazgo, todos de gran relevancia para la nación, sin embargo, se declaran como insignificantes delante de Dios. En una muestra de humildad el rey reconoce que no son nada, que no eran dignos, siquiera de tener las riquezas que en ese momento ofrecían, y declara que todas sus pertenencias eran del Altísimo, y que ellos daban de lo que antes habían recibido. Independientemente de si las pertenencias eran de botines de guerra, si eran rescates, o fuera cual fuera el origen, se reconoce al Todopoderoso como dador de ellas.

Tus posesiones pueden ser muchas o pocas. Pueden tener un origen familiar, o haberlas luchado tú, pero seas o no cristianos, debes saber que fue Dios el que permitió que llegaran a ti. Estas administrando lo que Él te ha dado, y del mismo modo en que te lo dio, lo puede quitar. Usa tus pertenencias para hacer el bien. Ayuda a los necesitados, apoya la obra de Dios, haz donaciones, sin el ánimo de llamar la atención de los medios sobre tu persona. Hazlo de corazón, con humildad, con el espíritu de agradar al dueño de todo cuanto existe. Adora con tus bienes al Padre Celestial.

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Dad y se os dará

“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”

Lucas 6:38 RVR1960

Una de las funciones que tiene un cristiano en la iglesia y que nunca se toma en cuenta es la de dar. Si vemos el ejemplo de la iglesia primitiva, notaremos que: “todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44-45 RVR1960). Además de la comunión que existía entre ellos, tenían otra cosa en común: dar.

Jesús de Nazaret, en este mensaje a los que le escuchaban, les dice: den y se les dará; una cantidad buena, apretada, remecida y rebosando darán en sus regazos; porque con la misma medida que miden, los volverán a medir. Hay un llamado a compartir nuestras posesiones con otros, a que los bienes que tenemos sirvan de bendición a los demás. Que estemos dispuestos a dar a los menos favorecidos, porque todo lo que tenemos nos fue provisto antes por Dios. Sin embargo, esta promesa tiene que ver con cuanto estamos dispuestos a entregar, teniendo certeza de que recibiremos de parte de Dios con abundancia. La referencia a recibir en el regazo hace alusión al antiguo mercado de granos, en el que las personas usaban sus propias ropas ceñidas con una faja para crear una bolsa y allí se vertía el grano comprado, llenando literalmente sus regazos. Si somos incapaces de socorrer a nuestros hermanos de la fe, si somos poco dados a compartir, de este mismo modo Dios limitará sus bendiciones para nosotros. Es importante aclarar acá que no estamos haciendo referencias a doctrinas de las herejías de los ministerios de prosperidad, en los que condicionan los milagros, sanidades y respuestas de Dios a cuanto dinero de usted. Hablamos que si usted hace una ofrenda para un misionero, para las viudas, para una nueva iglesia, da alimentos para alguien que padece de hambre, el Todopoderoso le proveerá, no lo mismo que usted dio, sino aún más.

Dios nos ha dado todo, hasta la vida. De lo que tenemos, podemos ayudar a otros, haciéndolo con alegría, sabiendo que estamos ayudando a nuestros hermanos, que contribuimos a expandir la obra de Dios, sin tener en demasiado aprecio nuestras posesiones o finanzas, sino más bien como ponerlas en función de los demás, por amor.

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De gracia recibimos, demos de gracia

“Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.”

Mateo 10:8 RVR1960

Uno de los principales problemas que enfrenta la humanidad es que se encuentra en medio de una batalla que no puede ver. Sus enemigos y defensores se encuentran en un plano espiritual, y es imposible protegerse si no podemos ver los ataques. Las influencias demoníacas pueden incidir sobre las vidas de las personas, trayendo consigo modificaciones del carácter, comportamientos fuera de lo común y enfermedades. Y las mayores oportunidades de triunfo están en que quienes las sufren, ni siquiera saben de ellas y por eso no buscan como combatirlas.

En el Evangelio según Mateo, cuando Jesús de Nazaret se dirigía a los discípulos para darles instrucciones acerca de su comportamiento y misión, les decía: sanen enfermos, curen leprosos, resuciten muertos y echen fuera demonios. Han recibido un regalo inmerecido, den de ese mismo modo a otros. Cristo estaba anticipando a los doce un poder sobrenatural, dándoles un atisbo de los dones que recibirían en Pentecostés. De este modo, mediante señales visibles a todos, podían impactar en un mundo sumido en tinieblas y ceguera espiritual. El Mesías les refiere que lo que recibirían sin merecerlo, debían proporcionarlo a otros de ese mismo modo. El poder divino del Hijo de Dios sería extendido a los discípulos y a todo el que tuviese el ánimo de proclamar el mensaje de salvación.

Esta declaración es también válida para nosotros en la actualidad. Hay dones de sanidad, unción y llenura del Espíritu Santo para los que lo busquen con el deseo de predicar, ser canales de bendición y deseen salvar almas, todo esto sin intereses personales egoístas. Hay quienes, teniendo un don de sanidad que procede de lo alto, cobran por curar personas. Estos tendrán que dar cuenta de sus actos ante Dios. Nos queda a nosotros, sea cual sea el don que recibimos, ponerlo a disposición de los demás para combatir en esta guerra invisible que arrebata las almas de los que no creen, sabiendo que debemos dar del mismo modo en que nos fue dado.

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