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Sellando la piedra

“Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.”

Mateo 27:66 RVR1960

El día siguiente a la muerte y sepultura de Jesús de Nazaret era el día de reposo. Todo el pueblo judío lo guardaba, dejando de realizar actividades, pero los principales sacerdotes y fariseos se reunieron con Pilato, continuando las maquinaciones. Recordando las palabras de Cristo, que había asegurado que resucitaría al tercer día, quizás con algo de temor que sus palabras fuesen ciertas, solicitaron una guardia romana que asegurase el sepulcro hasta el tercer día. Justificaron la petición alegando que los discípulos podrían robar el cuerpo para decir después que había resucitado, y crear así un rumor que fuese mayor que el testimonio que tenía Cristo entre la población.

Pilato accedió, y no solo hubo una guardia romana, sino que fue puesto un sello en esa gran roca que cerraba la única entrada para que no hubiese posibilidad de intervención humana. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. Tratando de frustrar una supuesta conspiración crearon la posibilidad de tener pruebas irrefutables del basamento fundamental del cristianismo: la resurrección de Jesús. Las personas incrédulas, siempre van a tratar de buscar evidencias para dejar tu fe en ridículo. Si estás clamando por un enfermo, tratarán de probar que no se curará, si estás orando por alguna situación, querrán obstaculizar que la solución sea producto a la intervención divina. Los incrédulos no quieren ver la mano del Todopoderoso obrando, porque implicaría reconocerse en un error, y que tendrían que doblar sus rodillas delante de Cristo, del mismo modo que a los sacerdotes les horrorizaba que pudiese verdaderamente resucitar el Mesías. Pero no hay sello, no hay guardia, no hay oposición demoníaca que pueda resistir el poder de Dios.

La guardia romana sirvió para dar testimonio de la resurrección. Nuestro Padre Celestial tiene un propósito, que se cumplirá cualquiera que sea la oposición que haya. Las personas se van a resistir, y los demonios también. Nos queda confiar en Dios, creer Su Palabra, saber que cumplirá Sus promesas y vivir nuestras vidas siguiendo Su guía, receptivos al Espíritu Santo, porque no hay nada que prevalezca en contra del Creador del Universo. ¡El Señor te bendiga!

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Cristo está a la puerta y llama

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”

 Apocalipsis 3:20 RVR1960

Una de las cosas que se van perdiendo en nuestra sociedad actual es el respeto por lo ajeno y el espacio personal. Las personas procuran adueñarse de las pertenencias de otros, e imponen su presencia hasta en los momentos más inoportunos, hasta que llega el momento en que no tienes ni espacio para pensar a solas. Los empleadores quieren controlar tu tiempo y saber en qué lo usas, mientras el resto de las personas quieren que estés orbitando alrededor de ellos, y en casos de excesos de confianza, hasta de utilizar nuestras pertenencias como de ellos, si no les ponemos freno.

Pero quienes si no tienen límites para influenciar y afectar nuestra vida son los demonios. Ellos no piden permiso, sencillamente nos confunden, atacan, nos tientan continuamente, y tratan de evitar que nos vayamos de su dominio. Pero, en contraste con esto, vemos a Cristo que nos dice: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. No se impone ni fuerza su presencia, en respeto a nuestro libre albedrío. Él se queda esperándonos, nos llama y crea maneras de que le conozcamos, usa personas para que sepamos quién es, lo que ha hecho por nosotros, y lo que nos ofrece. Si alguien decide dejarle entrar a su vida, entonces Él viene y tiene comunión con nosotros, como proceso gradual y progresivo. Así se rompen las cadenas que nos atan a los demonios y que ya aceptamos tácitamente, sin percatarnos de ellas siquiera.

Hoy Cristo sigue llamando y está dispuesto a entrar en tu vida. Teniéndolo, todo se hace diferente. Y proporciona salvación y vida eterna, además de paz y protección en estos tiempos convulsos. Sea si nunca Lo conociste, o si estás apartado en estos momentos, esta puede ser la mejor decisión que tomarás en este año. ¡El Señor te bendiga!

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Un mismo sentir en Cristo

“Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús.”

Romanos 15:5 RVR1960

Los seres humanos somos gregarios por naturaleza. En nuestra interacción social aprendemos, nos desarrollamos y adquirimos habilidades que nos permiten subsistir en el medio en el que nos desenvolvemos. A medida que esto sucede, nos rodeamos de personas o nos unimos a grupos formales o informales acorde a nuestros intereses o preferencias, siempre bajo el principio de la afinidad. De estos se espera que haya unidad entre sus miembros, en cuanto a criterios, intereses, metas y proyecciones, pues si esto no existe, está destinado a disolverse.

Los cristianos también conformamos un grupo de personas con diferentes orígenes y modos de pensar distintos. Nos caracteriza que aceptamos a Cristo y queremos ser regenerados y transformados, decidiendo por voluntad propia dedicar nuestra vida a Su servicio. Y esto es exactamente lo que debería unirnos. Somos un sector de la sociedad que es constantemente atacado y criticado, pero si además de los problemas que tenemos a diario, también nos encontramos divididos y peleando unos contra otros, vamos a ser derrotados con facilidad. Pablo dice: Pero el Dios de la paciencia y de la consolación les dé entre ustedes un mismo sentir según Cristo Jesús. Hay hermanos que son más débiles que otros, algunos pecan, otros hacen cosas que nos hacen sentir mal, pero en lugar de irritarnos, discutir, atacar, debemos tener paciencia, servir de soporte y consuelo a otros, y llegar a tener todos un mismo sentir sobre el modelo de Jesucristo.

Recordemos que no somos perfectos, que nos equivocamos y fallamos a diario. Ganemos en paciencia, humildad, y amor por nuestros hermanos en Cristo, rogando por la transformación que se obra en cada creyente dispuesto, para que tengamos unanimidad de pensamientos y seamos testimonio vivo de la obra de Dios. ¡El Señor te bendiga!

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La palabra de Cristo more en nosotros

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.”

Colosenses 3:16 RVR1960

Uno de los eventos más importantes que sucede en la vida de las personas es el aceptar a Cristo como Señor y salvador. A partir de esto, comienzan una sucesión de cambios y regeneraciones en nosotros, del mismo modo que retos y pruebas. Pero mientras algunos asumen esto con alegría, independientemente de los ataques que enfrentan, otros se sienten apesadumbrados y con ganas de abandonar.

La realidad es que cada quién tiene una forma propia de enfrentar sus problemas, del mismo modo que resistencia ante las adversidades, pero como muchas veces sucede, mantenemos la mirada en lo que nos acontece de forma directa o inmediata, y perdemos de vista nuestra proyección futura y propósito. En este pasaje, Pablo nos dice: La palabra de Cristo more en abundancia en ustedes, enseñándolos y exhortándolos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en sus corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Quiere que el evangelio, mediante el cual fuimos llamados, esté en nuestras vidas, que de él saquemos enseñanzas y nos exhortemos unos a otros a continuar viviéndolo, adquiriendo sabiduría de lo alto en el proceso. Pero también cantando agradecidos a Dios, no con la canción cristiana que nos gusta, sino de todo corazón, sabiendo que esta es también una manera de comunicarnos con Él y adorarlo.

Sin importar que situación enfrentamos, en la Palabra de Dios siempre encontraremos respuestas, solo hay que saber buscar y aplicarlo a nuestras vidas. Y mientras más conozcamos y nos aferremos a las promesas que hay para nosotros, mayor confianza y razón para adorar a nuestro Padre Celestial tendremos. ¡El Señor te bendiga!

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Permaneciendo en la vid

“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”

 Juan 15:4 RVR1960

En el reino de las plantas, es impresionante la capacidad de regeneración que poseen. Puede decirse que las ramas de los árboles son similares a las extremidades de una persona, pero mientras si a nosotros se nos corta una extremidad, no nos vuelve a salir, a los árboles no solo sale nuevamente, sino que puede que en el lugar donde fue cortado salgan dos ramas en vez de la que perdió.

Sin embargo, lo que si es cierto es que, aunque la manera de reproducirse sea mediante esquejes, para que llegue a dar frutos tiene que madurar, echar raíces, y convertirse en un árbol fuerte. Durante la última cena de Jesús con sus discípulos, el Mesías les dijo: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Los pámpanos son los brotes verdes que surgen cuando una yema se desarrolla en una vid y es la estructura encargada de soportar los racimos de uvas, pero si estos son cortados, no tienen modo de recibir la savia vital, por lo que se secará y caerá. Pero un cristiano, separado de Jesús, ¿qué puede hacer? Pierde sentido, razón de ser, y en vez de dar frutos, se seca y muere.

Mantengámonos aferrados a Cristo, pues es nuestro Salvador, y nuestro ejemplo a seguir. De Él obtenemos fuerzas para continuar y esperanzas para vivir un día más. Nunca lo soltemos, y gradualmente se evidenciarán en nosotros los frutos producto a nuestra dependencia. ¡El Señor te bendiga!

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Andando como Cristo

“El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo.”

1 Juan 2:6 RVR1960

La manera en que pensamos, o lo que creemos, siempre repercute de manera directa en nuestro comportamiento y nuestro exterior. Cuando somos empresarios, nos vestimos de una manera determinada, mientras que si somos trabajadores de una empresa, vestimos sus colores y uniformes. Si alguien es un budista, es perceptible por su exterior y comportamiento, del mismo modo que un musulmán. Sin embargo, no es así con los cristianos. Puede decirse que en ese sentido tenemos más libertad, pero esta se está convirtiendo en un libertinaje que nos acerca peligrosamente a no estar definidos con nada, y no solo desde nuestra apariencia, sino desde nuestro modo de pensar.

Más que otra cosa, un cristiano debería sentirse orgulloso de lo que es. Somos hijos de Dios, sacerdotes del Altísimo, embajadores del Reino de los Cielos, portadores de buenas nuevas de salvación que atañen a toda la humanidad. Sin embargo, no nos sentimos como tal. No solo no nos puede reconocer nadie como cristianos, porque no existe ninguna identificación exterior, sino que nuestro comportamiento deja mucho que desear a veces. Y más que aparentar algo ante una sociedad o la iglesia, es la transformación interna genuina la que nos lleva a querer apartarnos del mal, de hacer las cosas diferente, y querer agradar a Dios. Juan enfatiza, hablando de Cristo: El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo. Y es que realmente muchos afirman ser cristianos, y tener una buena relación con Dios, pero solo asisten a la iglesia un día, sin tener verdadera comunión con el Todopoderoso. Pero queremos tener todos los beneficios, ser escuchados, orar por los enfermos y que sanen, y más aún, ser salvos. Olvidamos que Cristo oró al Padre, que se mantenía en comunión, que obedecía, y se sometía a la voluntad del Altísimo.

Para poder verdaderamente permanecer en Cristo, debemos hacer las cosas que Él hizo en Su relación con el Padre y los hombres. Debemos dejar a un lado el ego y buscar el rostro de Dios, someternos a Su Voluntad y tratar de seguir los pasos de Jesús. De este modo, será reconocible en nosotros nuestra identidad como cristianos. ¡El Señor te bendiga!

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Derribando lo que se levanta contra el conocimiento de Dios

“derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.”

2 Corintios 10:5 RVR1960

Los seres humanos tenemos en muy alta estima nuestra imagen, conocimiento y logros. Si partimos desde abajo, y llegamos a alcanzar prestigio, grados científicos, o aseguramos nuestra estabilidad financiera, nos hace sentir importantes, afianza nuestra autoestima, y suele llevarnos a elevar nuestro ego. Desde nuestra perspectiva podemos llegar a cuestionar todo lo que no es lo que conocemos, y en la actualidad, todo lo que no está respaldado por la ciencia. Sin embargo, es llamativo como grandes detractores de la fe cristiana han sido llevados a los pies de Cristo, y no han importado sus títulos o lo que ellos consideran científico.

En el contexto de este pasaje, Pablo habla de que nuestras armas no son carnales, sino poderosas en Dios, y continúa hablando del ámbito de las mismas, diciendo que mediante ellas: derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. La apreciación de nuestra persona puede llevarnos a creer que somos importantes y grandes figuras en la sociedad, pero contrastados con Dios somos pequeñas motas de polvo. Y en muchas oportunidades, creyentes llenos de humildad, han tirado por tierra basamentos argumentales que tratan de refutar la religión cristiana. Y es que quien da esta sabiduría no es otro que el Altísimo, y una demostración de poder sobrenatural producto a una oración puede desmoronar nuestra confianza en el método científico. Pero no solo los incrédulos, también los cristianos debemos subordinar nuestro pensamiento a la obediencia a Cristo, evitando así cualquier sobrevaloración de nosotros y la posibilidad de cometer pecado.

En Dios tenemos la posibilidad de impactar en quienes presentan argumentos en contra de nuestras creencias, y en la altivez que se opone al conocimiento divino. Pero debemos tener una sujeción y obediencia al Espíritu Santo, que nos posibilitará ser herramientas útiles para alcanzar estas almas para Cristo. ¡El Señor te bendiga!

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El Señor no retarda Su promesa

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”

2 Pedro 3:9 RVR1960

Uno de los eventos que más se ha anunciado en el cristianismo primitivo, que reviste gran importancia para los creyentes y la humanidad en general, y que en la actualidad no se anuncia como se debería, es la segunda venida de Cristo. Para los primeros cristianos, y varias generaciones después de ellos, el regreso de Jesús era muy esperado, pues implicaría el inicio de un reinado de paz, santidad, justicia y presencia de Dios. Sin embargo, hoy en día es poco mencionado y la cristiandad ya no espera este hecho, aunque lo conoce. Creemos que falta mucho aún para que suceda, y mientras, los inconversos lo usan para burlarse de nuestra fe.

Si bien se confunden los eventos del rapto de la iglesia y la segunda venida de Cristo, lo cierto es que el primero anuncia el inminente acontecimiento del segundo. Este retorno de Jesús pondrá fin a la Gran Tribulación, y es un evento glorioso que será visible por todos. Pero lo que ahora resulta risible, tendrá un impacto inmenso en las vidas de los que lo experimenten, pues su destino será definido acá. Sucesos como la batalla final del Armagedón (Apocalipsis 16:12-16 RVR1960), la destrucción del imperio del Anticristo (Apocalipsis 19:19-21 RVR1960), la resurrección de los santos mencionados en el Antiguo Testamento y los de la Gran Tribulación (Daniel 12:1-2, Apocalipsis 20:4-6 RVR1960), y el juicio sobre Israel y las naciones, acontecerán para dar inicio a su reinado milenial. Cada uno de estos hechos causará conmoción en todo el mundo. Y lo que ahora causa risa, luego será confusión, dolor y llanto. Pero Pedro aclara por qué aún no ha tenido lugar: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Dios muestra misericordia y tiene paciencia, no solo para dar tiempo a que los inconversos se arrepientan, sino que los propios cristianos se vuelvan de sus malas obras y regresen a Cristo. Dice: paciente para con nosotros, y este pasaje habla de los creyentes.

Algo es cierto: Cristo prometió que regresaría y lo hará. Pero el rapto de la iglesia será un evento inesperado. Debemos examinarnos, ver si hay algo mal con nosotros y ponernos a cuentas con Dios, pues si hay algo cierto, es que el fin está cerca. No dejemos que sea en vano el sacrificio de Cristo, arrepintámonos, y anunciemos el regreso de Jesús para que la iglesia esté lista. ¡El Señor te bendiga!

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Has perdido tu primer amor

“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.”

 Apocalipsis 2:4 RVR1960

Como cristianos o líderes, una de las mejores cosas que podemos hacer es estudiar y comprender adecuadamente la fe que profesamos. Si estamos al frente de un ministerio, no debemos ser negligentes, necesitamos prepararnos adecuadamente para una tarea de la que no daremos cuenta a nadie más que al Creador del universo. Pero ha sucedido que el exceso de conocimiento de teología, la toma de decisiones en función de la iglesia, los años de servicio, entre otras cosas, han enfriado ese primer amor, la pasión por la obra cristiana, y por Dios.

La iglesia de Éfeso tenía buenas obras, tenían trabajo arduo por la obra de Dios, y se caracterizaba por su paciencia, también por aborrecer el mal, y descubrir falsos apóstoles (Apocalipsis 2:1-3 RVR1960). Pero Jesús les dice: Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Al trabajar en el ensanchamiento el reino de Dios, uno pensaría que esto no es algo que sucedería, pero habían dejado el amor por Cristo y el anhelo de agradar a Dios. El primer amor es el período más bonito de los cristianos arrepentidos que han recibido perdón, en el cual el agradecimiento les hace amar a Dios sobre todas las cosas, y todo en sus vidas gira en torno a la obra cristiana, solo se desea hablar de la gracia que han recibido. Tristemente este primer amor se va enfriando, y el tiempo, la costumbre, nuestros cargos o las dificultades nos hacen olvidar este gran regalo que hemos recibido y el acto tan grandioso que es el perdón de nuestros pecados.

Cristo llama a recordar donde estábamos antes, que nos arrepintamos de dejar enfriar el amor y gratitud inicial y regresemos a hacer lo que hacíamos anteriormente. Sea nuestro ministerio, liderazgo o don, está respaldado por Dios, y puede ser quitado y dado a otro que muestre verdadero amor por la obra, creando conversiones por un ministerio vivo y no por la fuerza de la costumbre. Regresemos al primer amor. ¡El Señor te bendiga!

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Tu fe te ha sanado

“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote.”

Marcos 5:34 RVR1960

No hay persona que pueda decir que no ha enfermado nunca. Las enfermedades están estrechamente unidas a la vida, puesto que vivimos en un entorno adverso, con disímiles bacterias, virus y microorganismos en general que causan malestar y enfermedades, casi todas mortales. Por demás, nuestro propio organismo puede llegar a atentar contra nosotros, y podemos tener padecimientos renales, autoinmunes, mentales, óseos, musculares, entre muchos otros.

Nuestro primer impulso al sentirnos mal es acudir al médico, los cuales pueden dar o no una solución a nuestro malestar. Solo cuando la respuesta es negativa, acudimos a cualquier otro modo de solución, normalmente erróneo. Por último, cuando todo falla, nos volvemos a Dios. Tristemente este comportamiento es frecuente hasta en los cristianos. En el contexto de este pasaje, vemos que una mujer padecía flujos de sangre desde hacía doce años ya. Había acudido a médicos que no habían podido curar su afección, pero había gastado todo cuanto tenía en ello (Marcos 5:25-26 RVR1960). Sin embargo, oyendo hablar de Jesús, y confiando que en Él tendría la cura que no había hallado en los médicos, hizo algo que solo podría haber sido hecho apoyado con una fe profunda. Sabiendo que por su condición podría ser rechazada, pues acorde a la ley ceremonial alguien que fuese tocado por ella sería impuro, fue entre la multitud y tocó el borde de su manto, segura de que si tocaba aunque fuera su vestidura sería sana, como en efecto sucedió. Jesús sintiendo el poder saliendo de Él, preguntó a su alrededor, hasta que ella salió temerosa y contó lo que había sucedido, recibiendo como respuesta: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote. Vemos que la mujer había ido a los médicos sin hallar solución, pero al ver la oportunidad de acudir a Cristo, lo hizo sin dudar. Esta no es nuestra situación. Tenemos la posibilidad de acceder a Él cuando necesitemos. Pero también sucede que acostumbramos a pedir oración a otros, y no presentamos batalla en fe por nuestra propia salud.

Si tenemos alguna enfermedad que nos aqueja, aferrémonos a Dios. Es nuestra fe la que desencadena sanidad divina, y que seamos curados. Y aunque podemos pedir apoyo en oración, Dios quiere que nos acerquemos y presentemos nuestros problemas ante Él. No dudes más. ¡El Señor te bendiga!

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