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La paz inexplicable

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Filipenses 4:7 RVR1960

Una de las tantas características que debe identificar a un cristiano es la paz. Y esta no es fácil de encontrar en nuestros días, al ritmo que se mueve la sociedad, las presiones diarias, todo tipo de situaciones a las que nos enfrentamos cotidianamente. Todo este entorno en el que vivimos, hace que un gran porcentaje de la población mundial sufra de estrés, lo cual ha generado depresión a gran escala, actos de violencia y hasta suicidios, tratando de este modo de buscar una vía de escape de nuestra realidad. Con todo, vemos que los cristianos se logran mantener ecuánimes, en calma, aún capaces de cantar en situaciones altamente estresantes. ¿Cómo sucede esto?

Esta porción de las Sagradas Escrituras es continuación del versículo en el que se nos dice que no estemos afanosos por nada, que nuestras peticiones sean dadas a conocer a Dios mediante oración, ruego y acción de gracias. Y el apóstol Pablo continúa diciendo: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Es bueno aclarar este punto: no es una paz que se pueda obtener de otro modo que recibiéndola directamente de nuestro Padre Celestial. No es yoga, ni meditación, ni acudir a un psicoanalista lo que ha proporcionado esta paz. Es un regalo del Todopoderoso. En medio de situaciones estresantes, en medio de crisis, en medio de limitaciones y carencias, aún de la muerte, un cristiano sabe que no está solo, que tiene Alguien en quién confiar, que va a ser socorrido, y que Aquel en quien ha depositado sus esperanzas no le va a fallar. Es por eso que hay tranquilidad, que existe sosiego, y que aun cuando a nuestros ojos asomen lágrimas siempre hay una alabanza en nuestros labios para nuestro fiel compañero.

La base de esta paz está en la confianza, fe y esperanza en Dios. Hemos dejado nuestras cargas, problemas, preocupaciones y temores en Sus manos. Él se encargará de ellas, pues ha prometido que así haría, y todos los cristianos lo hemos experimentado en un momento u otro de nuestra vida. Nuestra paz no se puede comprender, porque no es terrenal ni humana. Es, al igual que nuestra confianza, dada por quien protege a sus hijos siempre que decidamos acudir a Él como nuestro perfecto socorro.

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La paz de Dios

“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.”

Colosenses 3:15 RVR1960

Existen personas que son libros abiertos al mirarles el rostro. Son capaces de expresar sus emociones y, aunque intenten disimular, es visible si están molestos o si algo les desagrada. Con estos es fácil relacionarse, pues uno puede percibir lo que les desagrada. Pero otros muestran una sonrisa afable mientras realmente desean lo peor para uno, y estos son los verdaderamente peligrosos. Este tipo de personas pueden ser encontrados en todas partes, y tristemente, hasta en las iglesias.

El cuerpo de Cristo debe caracterizarse por la unidad entre sus miembros. Pero esta no es necesariamente la realidad que se vive en las iglesias hoy en día. Personas enojadas, con falta de perdón, demasiado susceptibles y principalmente con poca madurez espiritual crean divisiones y separaciones entre los creyentes. A veces un mal testimonio o mala acción puede apartar a un recién convertido o un miembro de años. El apóstol Pablo recomienda a los colosenses: Y la paz de Dios gobierne en sus corazones, a la que asimismo fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos. Lo que debe primar es la unidad entre los miembros, siendo gobernados y movidos por la paz de Dios y no por ira, contienda o envidia, siendo agradecidos por este llamamiento. Es un privilegio contarnos entre los escogidos del Altísimo, y no deben nuestros defectos convertirse en piedra de tropiezo para otros.

Solo la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas puede traer esta paz y la transformación de nuestro carácter conforme a la voluntad de Dios. También agradecimiento por la posibilidad de formar parte del cuerpo de Cristo, y hallar perdón a nuestros pecados, haciéndonos herederos del Reino, y proclamar las buenas nuevas de salvación. Roguemos a Dios que nos transforme diariamente. ¡Dios te bendiga!

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Paz que sobrepasa todo entendimiento

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Filipenses 4:7 RVR1960

Una de las tantas características que debe identificar a un cristiano es la paz. Y esta no es fácil de encontrar en nuestros días, al ritmo que se mueve la sociedad, las presiones diarias, todo tipo de situaciones a las que nos enfrentamos cotidianamente. Todo este entorno en el que vivimos, hace que un gran porcentaje de la población mundial sufra de estrés, lo cual ha generado depresión a gran escala, actos de violencia y hasta suicidios, tratando de este modo de buscar una vía de escape de nuestra realidad. Con todo, vemos que los cristianos se logran mantener ecuánimes, en calma, aún capaces de cantar en situaciones altamente estresantes. ¿Cómo sucede esto?

Esta porción de las Sagradas Escrituras es continuación del versículo en el que se nos dice que no estemos afanosos por nada, que nuestras peticiones sean dadas a conocer a Dios mediante oración, ruego y acción de gracias. Y el apóstol Pablo continúa diciendo que la paz de Dios, que sobrepasa nuestra comprensión de las cosas, va a guardar en Cristo nuestros pensamientos y nuestros propósitos para que no nos veamos afectados. Es bueno aclarar este punto: no es una paz que se pueda obtener de otro modo que recibiéndola directamente de nuestro Padre Celestial. No es yoga, ni meditación, ni acudir a un psicoanalista lo que ha proporcionado esta paz. Es un regalo del Todopoderoso. En medio de situaciones estresantes, en medio de crisis, en medio de limitaciones y carencias, aún de la muerte, un cristiano sabe que no está solo, que tiene Alguien en quién confiar, que va a ser socorrido, y que Aquel en quien ha depositado sus esperanzas no le va a fallar. Es por eso que hay tranquilidad, que existe sosiego, y que aun cuando a nuestros ojos asomen lágrimas siempre hay una alabanza en nuestros labios para nuestro fiel compañero.

La base de todo es la confianza, fe y esperanza. Hemos dejado nuestras cargas, problemas, preocupaciones y temores en manos de Dios. Él se encargará de ellas, pues ha prometido que así haría, y todos los cristianos lo hemos experimentado en un momento u otro de nuestra vida. Nuestra paz no se puede comprender, porque no es terrenal ni humana. Es, al igual que nuestra confianza, dada por quien protege a sus hijos siempre que decidamos acudir a Él como nuestro perfecto socorro.

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