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El que olvida como era

“Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.”

Santiago 1:24 RVR1960

Estamos en los primeros días del mes de enero, y a veces es bueno dedicar un tiempo a la introspección, a revisar nuestra conducta del año anterior, y ver que es necesario cambiar en esta nueva oportunidad que se nos brinda dividida en 365 días, por misericordia de Dios. Y hay quienes escuchan la opinión de familiares cercanos, mientras otros prefieren a los amigos para escuchar el concepto que se tiene de ellos. Es curioso como en muchas oportunidades, cuando se es totalmente sincero con la persona que quiere saber, la respuesta difiere mucho del criterio que esta tiene de sí misma.

Es por ello que se hace necesario un instrumento de medida que permita comparar nuestra conducta y proyección en la vida. Pero ante tanta diversidad de criterios, ante la ambigüedad que genera la relatividad en la que algo puede ser bueno o malo según el prisma con el que se mire, ¿qué utilizar? La mejor norma de conducta la tenemos en la Palabra de Dios, la cual nos habla de diferentes aspectos y contextos en el que podemos encontrarnos, y contribuye a que seamos mejores personas. Sin embargo, aún entre los creyentes es difícil encontrar quienes escuchen los mensajes bíblicos que los confrontan, y hacen lo necesario para modificar su actuar. Es frecuente encontrar a quienes, cuando leen o escuchan algo que les atañe directamente, lo adjudiquen a alguien más. Santiago dice: Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era, comparando a los que hacen esto como quien se ve en un espejo, se encuentra defectos, que esta desaliñado o está con algo sucio, y se va, olvidando lo que tenía que arreglar.

Hoy es el mejor momento para iniciar un cambio en nosotros, utilizando las Sagradas Escrituras como espejo para corregir nuestro comportamiento. Y el modo de hacerlo es actuar conforme a lo que Dios quiere de nosotros, no solamente escuchando, emocionándonos ante un buen sermón o reflexión, y olvidándonos de ello minutos más tarde. Escuchemos, actuemos, y cambiemos. Así seremos mejores personas, y nos acercaremos a la imagen de Cristo. ¡El Señor te bendiga!

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Miren como andan

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios”

Efesios 5:15 RVR1960

Se ha vuelto tendencia desde hace unos años, al tener en nuestros teléfonos cámaras de buena resolución, el filmar las cosas que hacen las personas por entretenimiento o como gracia para otros, y las veces que fallan. Muchos videos aparecen en la red con estas situaciones que causan risa, pero que muchas ponen en peligro las vidas de los que lo practican, haciéndonos pensar en la poca percepción del peligro que tienen cuando hacen esto.

Pero al menos esto es por entretenimiento o por probar sus límites, pero, ¿cuántas personas no van por la vida como si tuviesen todo el tiempo del mundo, sin preocupaciones ni objetivos? Existen personas que no les preocupa tener una fuente de sustento, ni familia, ni metas, y están de fiesta en fiesta, dependiendo de algún familiar o amigo que lo ayude a terminar el día. Hay quienes han comenzado un período para encontrarse, y tienen ya cuarenta años o más sin sentar cabeza, ni darse cuenta que han derrochado su vida entera y no tienen nada más que historias que contar. Y mientras todos los escuchan maravillados, al final del día, cada quien regresa a sus casas y ellos no tienen a veces donde pasar la noche. Pablo nos dice: Miren, pues, con diligencia cómo andan, no como necios sino como sabios. Continúa aconsejándonos que aprovechemos bien el tiempo, pues los días son malos (Efesios 5:16 RVR1960). Y es que aun cuando tenemos todo cubierto económica y financieramente, si descuidamos nuestra condición espiritual, estamos caminado como necios por la vida. ¿De qué nos sirve tenerlo todo y que nos sea arrebatado de repente, para presentarnos ante Dios siendo reprobados por nuestras acciones?

Seamos cuidadosos y prudentes en la manera en la que estamos viviendo nuestras vidas, y cuáles son nuestras prioridades. Demos importancia a las cosas que la tienen, y no descuidemos nuestra vida espiritual. Involucrando a Dios en todo, para que nos vaya bien no tengamos arrepentimientos al final de nuestros días. ¡El Señor te bendiga!

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Comportamiento cristiano

“No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.”

Gálatas 5:26 RVR1960

Existen determinados comportamientos que son fácilmente apreciables en la sociedad, y que las personas rechazan al entrar en contacto con ellos. Entre ellos encontramos la vanagloria y la envidia. Es difícil estar cerca de alguien que constantemente se encuentra jactándose de sus habilidades o conocimiento, y lo mismo sucede con los que envidian cualquier logro o pertenencia que tengamos, más preocupados en cómo lo obtuvimos que en proponerse hacerlo también. Pero si resulta molesto encontrarlos en lo secular, más aún lo es si están a nuestro lado en la iglesia.

Como cristianos, debemos tener un comportamiento acorde a la fe que profesamos, y que a su vez sirva de testimonio de Cristo a otros. Pablo escribe a los gálatas y dice: No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Aunque no dice que ellos lo sean, advierte que pueden llegar a serlo, de modo que terminasen causando incomodidad entre los creyentes, unos porque se jactan, y los más débiles espiritualmente porque los envidian. Conociendo que todo cuanto somos y tenemos se lo debemos a Dios, ¿cómo podemos ser jactanciosos o envidiosos? ¿Qué de lo que tenemos no se lo debemos a Dios? Y si se lo debemos a Él, ¿por qué vanagloriarnos de ello o por qué envidiarles, en lugar de procurarlo para nosotros mismos? Al hacer esto nos convertimos en piedra de tropiezo para otros, y dejamos de andar espiritualmente para limitarnos por pasiones que debimos haber abandonado.

La vanagloria y la envidia son instrumentos que pueden usarse para dividir una congregación. No caigamos en trampas del enemigo, que utiliza el aspecto competitivo de nuestra naturaleza para compararnos a otros en lugar de crecer conforme a la imagen de Cristo. ¡El Señor te bendiga!

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Lo que hablamos

“Manantial de vida es la boca del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos.”

Proverbios 10:11 RVR1960

Lo que pensamos tiene un impacto directo en la forma en que vivimos, como nos comportamos y en la forma en que hablamos. Si bien es cierto que la manera en que lo hacemos ha sido adquirida partiendo de nuestro entorno, contexto y experiencias, también nuestra mente puede crear un círculo vicioso que nos impide apartarnos de estas costumbres nocivas. En lo que decimos se percibe con facilidad la manera en que se piensa, y esto es confirmado con nuestras actitudes y modos de comportamiento.

Siempre hay alguien que conocemos que nos resulta incómodo encontrar. Sus palabras pueden estar llenas de rencor, odio, amargura, y nunca encontramos un tema agradable o que sea de interés. Más aun, existen otros que insisten en comentar acerca de sus pecados, mostrándolos como hazañas, y tratan de arrastrarnos también a ello, mirándonos como tontos si no realizamos también sus malas obras. En este pasaje se nos dice: Manantial de vida es la boca del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos. Y es que, por el contrario, en un seguidor de Dios debemos encontrar palabras de ánimo, de edificación, temas que consoliden nuestra fe, y temas de conversación acorde a lo que realmente llena su mente y corazón. Y lo que escuchamos debe servir para beneficio nuestro, no que se conviertan en una motivación para pecar.

En un cristiano debe encontrarse siempre un testimonio de fe, una referencia a Cristo, una llamada al arrepentimiento y a la vida eterna. Cuidemos nuestras palabras y nuestros pensamientos. Recordemos que de toda palabra ociosa que hablemos, daremos cuenta (Mateo 12:36 RVR1960). Procuremos ser de bendición y edificación para otros. ¡El Señor te bendiga!

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Tengamos el sentir de Cristo

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.”

Filipenses 2:5 RVR1960

Cuando vamos a un servicio en el templo, sea el de escuela dominical o cualquier otro que se realice en la semana, nos ponemos la mejor ropa para ir. Nos arreglamos adecuadamente y vamos con nuestras mejores galas. Algunos escogen su ropita menos deteriorada y la guardan para estar delante de Dios lo más presentables posibles. Otros seleccionan la más ostentosa que tienen para que las personas vean lo bien que se visten. Y más que adorar al Altísimo, se ha vuelto el lugar donde exhibir el estatus económico o social.

Cada vez menos personas en la iglesia miran a su alrededor y son movidos a compasión, deseosos de ayudar a los menos favorecidos. Tampoco existe la prudencia de no llevar la ropa más llamativa o de última moda, para evitar ser piedra de tropiezo para los que no tienen la misma solvencia que ellos. Nos encontramos en la casa de Dios con altivez, haciendo acepción de personas, y cada quien tratando de garantizar lo suyo propio, a veces, sintiéndonos superiores a los demás por determinadas condiciones de vida que podemos tener. Es por eso que el apóstol Pablo hace un llamado a los creyentes de Filipos, y es también aplicable a nosotros, al decir: Haya en ustedes este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Continúa diciendo que el Mesías no estimó el ser igual a Dios para despojarse de su naturaleza divina,  venir como humano a servirnos a nosotros pecadores, y a morir de la forma más humillante posible, en la cruz.

No somos mejores que Cristo. Vivamos con humildad, porque Dios nos ha llamado a que tengamos a los demás como superiores a nosotros, que mostremos amor por el prójimo, que lloremos con los que lloran. Formamos parte de un cuerpo, y nadie es mejor que otro, por el contrario, todo lo que tenemos es para edificación de los hermanos, no para beneficio propio. Dios nos transforme para que podamos tener el sentir de Cristo en nuestras vidas. ¡El Señor te bendiga!

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Todos de un mismo sentir

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables.”

1 Pedro 3:8 RVR1960

Cuando un inconverso habla de cómo cree que deben comportarse los cristianos, se los imagina de una forma determinada que usualmente es idílica, o a la que cada cristiano debe aspirar. Se espera ver la iglesia unida, teniendo relaciones de hermandad, compartiendo lo que tienen, sin egoísmos ni murmuraciones ni defectos. Sucede que no es necesariamente este el escenario normal, y esto es utilizado como argumento para no asistir a esa congregación.

Las personas olvidan que en las iglesias están personas llenas de defectos como ellos, pero que han reconocido que Cristo es la solución para llenar el vacío de sus vidas. Ya estando ahí, comienzan a haber transformaciones en sus vidas ocasionadas por la presencia del Espíritu Santo, asemejándolos a la imagen de Cristo como modelo a seguir. Y vemos que gradualmente nos acercamos a los que dijo Pedro que debe ser un cristiano: sean todos de un mismo sentir, compasivos, amándose fraternalmente, misericordiosos, amigables. Somos personas de diferentes lugares, diferentes modos de pensar, niveles culturales, estatus sociales, costumbres y hábitos, pero enfocados en un mismo fin: agradar, obedecer y servir a Dios con humildad.

Si no ha experimentado cambios en su modo de actuar, póngase en manos de Dios. Si dejamos que el Espíritu Santo obre en nuestras vidas, sea cual sea nuestro origen, veremos una transformación en nuestro ser, inclinándonos a sentir compasión, a tener amor fraternal entre nosotros, mostrar misericordia a todos, tratando amigablemente a todos, benignos, con una bendición siempre para otros, y unidos en el mismo sentir que nos mueve a todos, dando de este modo testimonio de Cristo y Su iglesia.

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Las mujeres casadas

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.”

Efesios 5:22 RVR1960

Nada funciona correctamente si tiene dos decisores con el mismo nivel de autoridad. Dos capitanes no pueden dirigir el mismo barco, ni una empresa puede tener dos directores. Del mismo modo, cuando Dios creó la institución del matrimonio, la estableció con un cabeza de familia, y su compañera para que fuera de ayuda idónea. En la sociedad actual, con los nuevos roles que se pretenden establecer, las esposas han asumido los roles que corresponden al esposo, y esto ha devenido en conflictos graves en la familia, a veces conduciendo a su separación.

En la carta de Pablo a los efesios, vemos que establece: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Todo parece indicar que esta era una situación que sucedía en aquella época también. No solo podría una esposa estar en pugna por tomar las decisiones en casa, sino que podría ser más dada a escuchar a otros que a su propio esposo. No hay nada peor en un hogar que las discusiones y peleas frecuentes, por lo que el modelo establecido por Dios implica al hombre como cabeza de familia con la guía del Espíritu Santo, y la mujer sujeta al esposo. El estar en sujeción al esposo, no es por imposición ni miedo, sino por amor, del mismo modo en que sucede la relación de Cristo con la iglesia, que establece como arquetipo y fundamento dos relaciones terrenales más: la del esposo con la esposa, y los padres con los hijos.

Del mismo modo en que un cristiano somete su voluntad a Cristo por amor, las esposas deben sujetarse al esposo. Esto no quiere decir que la mujer no puede sugerir ideas al esposo a la hora de decidir el rumbo que toma la familia, ni que el esposo puede convertirse en un tirano, pues debe tratar a la esposa como vaso frágil por amor, y agradecer a Dios por haberle dado ayuda idónea. Pero sí que las esposas deben escuchar y obedecer por amor lo que se ha decidido por el esposo, el cual tendrá que responder ante el Padre Celestial de su guía familiar, para encausar adecuadamente la familia, y son ellas quienes pueden hacer que el matrimonio triunfe contra los ataques que recibe, convirtiéndose en ejemplo de familia cristiana.

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Huye de esas cosas

“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.”

 1 Timoteo 6:11 RVR1960

Desde tiempos inmemoriales, la codicia y la ambición han llevado a grandes conflictos entre personas y naciones. El amor al dinero ha desencadenado crímenes, traiciones, maquinaciones, y todo tipo de malas actuaciones para lograr satisfacer ese afán que nunca llega a saciarse.

En versículos anteriores (1 Timoteo 6:9-10 RVR1960), el apóstol Pablo habla acerca de las personas que tienen ansias de enriquecimiento, y las consecuencias de vivir enfocados en eso. Es contrastado entonces en este pasaje, al decir: Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Entre un cristiano y un inconverso debe haber diferencias, entre ellas, hacia donde tienen puestos los ojos y las intenciones del corazón; y también lo que se exterioriza en las actuaciones. Unos con la vista puesta en Dios y las cosas espirituales, y los otros en el dinero y las cosas materiales.

En lugar de ambiciones mezquinas, codicia, dobles intenciones, trampas, engaños y egoísmo, hagamos lo que nos dicen las Sagradas Escrituras, sigamos la justicia, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Mientras en una solo encontraremos afán, desenfreno y superficialidad, en la otra tendremos salvación y vida eterna. Hagamos riquezas espirituales.

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Si vivimos por el Espíritu

“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”

Gálatas 5:25 RVR1960

Una de las características que deberían primar en los seres humanos es el agradecimiento. Cuando alguien tiene una acción bondadosa hacia uno, deberíamos mostrar reconocimiento y tener una actitud favorable hacia el benefactor. Sin embargo, esto no es muy frecuente. La actitud actual es sentir que uno se merece todo, y si alguien hizo algo en favor tuyo es porque era su deber. Y a veces así se comportan los cristianos también, no solo con los hermanos en Cristo, sino en su actitud hacia Dios.

Gracias a Dios y al sacrificio de Cristo en la cruz, tenemos vida. Nuestros pecados han sido perdonados, y somos salvos, estaremos con el Altísimo por la eternidad. Más aun, tenemos un ayudador, intercesor, guía y compañero en el Espíritu Santo. Sin embargo, algunos que se llaman a sí mismos cristianos continúan con sus obras carnales y sin cambio en sus vidas, como antes de convertirse a Cristo. Con todo, dicen estar en los caminos y ser salvos, sin embargo, sus acciones demuestran exactamente lo contrario. Por el Espíritu Santo vivimos. Ninguno de nosotros conoció a Cristo, pero es el Espíritu Santo quien da testimonio de Él. Es el Espíritu Santo quien agrega quienes han de ser salvos, Él convence de pecado, justicia y juicio. Y el apóstol Pablo nos dice: si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. Si ya tenemos vida, seamos agradecidos. Dejémonos guiar. Que nuestro comportamiento corresponda con nuestra vida espiritual, que nos declaremos separados del pecado, y seamos firmes en este sentido. Que seamos receptivos a la voz de Dios.

Ya no somos como éramos antes. Ya no nos espera la muerte, sino la vida. Pero no podemos querer los beneficios de ser cristianos si vivimos en pecado. Tenemos una decisión que tomar. Dios nos encamine a andar en el Espíritu en vez de en la carne, pues uno nos conduce a salvación, mientras el otro a condenación. La elección es nuestra.

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Gozosos, sufridos y constantes

“gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración”

Romanos 12:12 RVR1960

Los cristianos cuando nos encontramos en tiempos de calma y favorables, expresamos alegría y estamos dispuestos a cualquier actividad, entre ellas dar acción de gracias, reunirnos con otros hermanos y dar testimonio de las cosas que Dios ha hecho en nuestras vidas. Pero cuando llegan tiempos de tribulación, carencias y dificultades, nos cambia el rostro. Por momentos no queremos siquiera orar, y vemos que todo ha dejado de tener sentido. Se puede llegar a pensar hasta que Dios nos ha fallado.

Pablo nos da tres elementos a tomar en cuenta en este pasaje, aplicables a cualquier etapa de nuestra vida espiritual, no solo cuando nos encontramos en pruebas: sean gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración. Esperanza en cada una de Sus promesas, que encontramos en la Palabra, que siempre estará con nosotros, del regreso de Cristo, el perdón de nuestros pecados y que tendremos vida eterna. El origen de esta esperanza son las cosas que Jesús de Nazaret hizo, hace y hará por nosotros. Esta esperanza crea un basamento para lo próximo: el sufrir en la tribulación. Precisamente por ser hijos de Dios, hemos pasado y seguiremos pasando pruebas. No encontraremos en la Biblia que todo nos será fácil, pero sí que cuando vengan las pruebas, Él estará con nosotros y nos dará la salida. Cuando nos dice que seamos sufridos, es que cuando vengan los problemas, debemos sufrir bien, sin desesperarnos, sin dejarnos dominar por el dolor, sin reclamar a Dios; entendiendo que todo tiene un propósito y nada escapa de Su control. Y en estas circunstancias, estemos en calma o en tribulación, ser constantes en la oración. Los problemas no nos pueden hacer desistir, es el momento en que más debemos aferrarnos al Todopoderoso. Alabar, dar gracias, interceder por los demás, pedir dirección, rogar por nuestras peticiones, entre otras cosas, no es algo de 15 minutos, sino algo constante.

Sea cual sea tu circunstancia, recuerda que Dios está contigo. Confía y ten esperanza en el cumplimiento de Su Palabra en tu vida. Si estás en pruebas, aférrate a Él, y te dará la victoria. Pero ora constantemente. Esa es tu manera más efectiva de combatir cualquier adversidad, entregándola en Sus manos y esperando la respuesta de tu Padre Celestial.

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