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Todas las cosas ayudan a bien

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

Romanos 8:28 RVR1960

A lo largo de nuestra existencia, enfrentamos todo tipo de situaciones. Mientras muchas son agradables, otras nos resultan devastadoras. Y estas últimas hacen mella en nosotros, pueden desestabilizarnos y hasta hacernos perder la dirección hacia donde encaminamos nuestros pasos. Pero existen personas positivistas que logran ver aspectos beneficiosos hasta en la situación más crítica, llegando hasta a tener un refrán popular que dice que no hay mal que por bien no venga.

Sin embargo, la realidad es que no necesariamente esto es aplicable a nuestra vida. No todo trae algo positivo detrás si nos estamos debatiendo por nuestras propias fuerzas contra cada adversidad. Pero, si nuestra confianza está en el Todopoderoso, las cosas cambian. Pablo escribe: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. En este caso no habla solo de las dificultades. Dice que todo ayuda a bien. Las cosas buenas, las que consideramos insignificantes y que a veces ni recordamos, y las cosas malas. Si hemos sido llamados, Dios creará todo tipo de condiciones, nos llevará a aprender, a exponernos a situaciones nuevas, a que crezcamos y maduremos para que cumplamos un propósito diseñado por Él para nosotros. Y cuando amamos a nuestro Padre, ni siquiera la muerte es algo a temer, pues tenemos la esperanza de encontrarnos en Su presencia, y disfrutar de vida eterna.

A veces los problemas nos impiden ver el panorama general. Un gran dolor, enfermedades, muerte y situaciones nos hacen apartar la vista de nuestro destino final, pero con el tiempo comprendemos por qué han sucedido las cosas, y aun cuando no lo comprendamos ahora, nos será explicado por Él, y corroboraremos que cada cosa, por pequeña que fuera, contribuía para nuestro bien. ¡El Señor te bendiga!

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Ninguno pague mal con mal

“Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos.”

1 Tesalonicenses 5:15 RVR1960

El eje temático de infinidad de películas está basado en la venganza o búsqueda de retribución del protagonista ante un mal que ha ocasionado el antagonista, sea por ocasionar la muerte a alguien cercano, la destrucción de propiedad o una gran humillación. Suele suceder que nos sentimos identificados ante este comportamiento. Nuestra respuesta natural es llenarnos de ira ante algo que percibimos como injusto o inadecuado que sucede con nosotros, y reaccionar a ello.

Ya en la vida real, muchos casos han escalado precisamente por esta reacción, en la que alguien nos hace algo que no nos agrada, y nosotros se lo hacemos de vuelta. Así entramos en una espiral que cada vez incrementa más la gravedad de la situación, llegando a tener consecuencias irreversibles. Sin embargo, Pablo aconseja otra cosa: Miren que ninguno pague a otro mal por mal; antes sigan siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. El énfasis acá es hacer el bien a todos, a los creyentes que pudieron habernos hecho algo, y a los incrédulos. Más que tomar represalias nos llama a hacer el bien, pero antes debemos pasar por el proceso de perdonar y olvidar la mala acción que se nos ha hecho.

Pagar bien por mal es una de las cosas más difíciles que debe hacer un cristiano, pero recordemos que ya Cristo lo hizo por nosotros, al dar Su vida para que seamos salvos mientras solo sabíamos pecar. Nos toca a nosotros seguir Su ejemplo, para mediante nuestro testimonio, alcanzar a los que se pierden. ¡El Señor te bendiga!

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Sin cansarnos de hacer el bien

“Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien.”

2 Tesalonicenses 3:13 RVR1960

Las personas esperamos agradecimiento o que se reciproque cualquier buena acción o ayuda que se haga en favor de otros. Es por eso que cuando brindamos ayuda, apoyamos a alguien o hacemos cualquier buena acción se considera que se recibirá lo mismo a cambio cuando nosotros estemos en apuros, o al menos, que se agradezca. Pero cuando no sucede así, no hacemos nada cuando se presenta otra situación con la misma persona.

La repetición de estos hechos ha ocasionado un enfriamiento generalizado, y ya no nace ayudar espontáneamente. Se puede ver a la gente en problemas y nadie extiende la mano. Aun entre los creyentes es perceptible esta situación. Pero Pablo nos dice: Y ustedes, hermanos, no se cansen de hacer bien. Sin importar si reciprocan, o si lo agradecen, debemos actuar en favor de los demás, no solo porque no debe ser ese el motivo por el que lo hacemos, sino porque debemos ser imitadores de Cristo, y ya Él hizo estas buenas acciones por la humanidad, llegando hasta a morir por darnos salvación, mientras éramos desagradecidos y no tenemos modo de hacer por Él lo que hizo por nosotros.

En un mundo en tinieblas, hacer el bien se convierte en rayos de luz que proceden de Dios. No lo hacemos por agradecimiento de los hombres, sino por acercarnos a la imagen de Cristo, para que nuestro testimonio alcance a los que se pierden. ¡El Señor te bendiga!

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Amen a sus enemigos

“Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.”

 Lucas 6:35 RVR1960

Desde pequeños somos criados mediante aspectos de reciprocidad, en los cuales tratamos y nos relacionamos con personas que nos han hecho bien o tenemos conocimiento de su conducta favorable hacia nosotros. Aunque algunos otorgan el beneficio de la duda, y tratan afectivamente a todos hasta que les hagan algún mal, en la gran mayoría impera la desconfianza, y sus buenas acciones son para su círculo íntimo, cuando más.

Sin embargo, para los cristianos hay un mensaje de parte de Cristo: Amen, pues, a sus enemigos, y hagan bien, y presten, no esperando de ello nada; y será su galardón grande, y serán hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos. La indicación es amar, no a los que conocemos o a los que sabemos que han hecho cosas favorables por nosotros, sino a nuestros enemigos. Se nos dice que hagamos el bien. Que prestemos de lo que tenemos a los menos favorecidos sin esperar que sea devuelto, más bien como regalándolo. Y sin esperar que las personas reciproquen con nosotros nuestra actitud. Esto rompe por completo con lo que estamos acostumbrados a hacer. Pero nuestro premio es con Dios. Nos dice que seremos hijos del Altísimo, no porque esto es lo que nos hace ser adoptados por Él, sino porque en nosotros se verá la naturaleza del Padre, que en nuestra vida se puede atestiguar que fue benigno para nosotros cuando éramos ingratos y pecadores.

Como cristianos, debemos diferenciarnos del mundo. En nosotros debe verse la naturaleza de Dios, y una de ellas es el amor. Actuemos en favor de los demás, sin hacer distinciones, pues Él nunca las hizo con nosotros, y nunca lo hagamos para recibir algo a cambio, sino por obediencia y ser canales de bendición. ¡El Señor te bendiga!

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Lo que me ha sucedido ha redundado para bien

“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio.”

Filipenses 1:12 RVR1960

Suele decirse que la vida es con dolor. A lo largo de nuestra existencia encontramos más momentos difíciles, de sufrimiento y angustia que felices, porque mientras la sensación de felicidad puede venir por diferentes circunstancias, muchos son los orígenes de sentimientos que nos resultan adversos, como el temor, la preocupación, la incertidumbre. Vivimos en un entorno hostil y nunca lo transitamos desde un lecho de rosas. Cada una de nuestras decisiones y pasos en la vida están cargados de lucha y dificultad, desde nuestro nacimiento, pasando por diferentes etapas de crecimiento, trabajo, búsqueda de pareja, y hasta nuestra vejez. Pero, aun así, la vida vale la pena vivirla.

No solo nuestro cerebro nos ayuda a olvidar los momentos difíciles, sino que no siempre estos momentos son tan adversos como los percibimos. El apóstol Pablo habla a los filipenses del tema diciendo: Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio. Él había sufrido prisiones, maltratos, castigos, los cuales no sucedían en tiempos de su juventud, sino en su vejez, haciéndolos más difíciles de soportar por la fragilidad de su cuerpo. Sin embargo, habla acerca de cómo en ese período había visto la mano de Dios sobre él, cómo habían sucedido hechos poderosos, de cómo su testimonio en las prisiones había impactado en la vida de las personas y se estaban volviendo a Cristo.

Para los cristianos, aun las dificultades nos ayudan a bien. Las crisis más duras redundan en cosas favorables. No solo veremos siempre la presencia de Dios en los momentos más oscuros, sino que nos traerá con un testimonio de Su poder para los que están débiles en la fe, o los que están pasando por un momento igual. ¡Confía en Dios! ¡El Señor te bendiga!

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El que estudia la Biblia y confía en Dios

“El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado.”

Proverbios 16:20 RVR1960

Cuando uno desconoce de algo, sea de un equipo electrodoméstico nuevo, alguna tecnología que necesita, o hasta para sobrevivir en condiciones adversas, agradece tener acceso a un manual que le diga que hacer. Este manual posibilita hacer las cosas adecuadamente, reduce la posibilidad de equivocarnos y permite que todo llegue a feliz término. Algo similar a un manual es para la humanidad la Biblia.

Nosotros, como seres humanos, tendemos al mal. Aun en nuestras buenas acciones, encontramos una intención que no necesariamente es positiva. Y la manera en que nos comportamos es influenciada por otras personas, el medio y nuestros propios deseos. La tendencia a decir que todo es relativo y depende de circunstancias, hace que se pierda la noción de lo que es el bien y el mal. Sin embargo, tenemos una brújula moral en la Palabra de Dios. En este pasaje se nos dice: El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado. Mientras nuestro instinto natural es hacer lo malo, en la Biblia encontramos reglas de fe y conducta, que nos llevan hacia la naturaleza de Dios, y a hacer el bien. También nos enseña a confiar en Él, y a tener a nuestro alcance todos los beneficios que el Padre Celestial extiende a los que lo obedecen.

No conocer la Biblia es estar desorientado en un mundo en caos. El origen de todo lo bueno puede hallarse ahí, y también lo necesario para transformarnos y regenerarnos, cambiando el mal por bien. Conozcámosla más y estudiémosla constantemente, pues allí encontraremos palabras de vida. ¡El Señor te bendiga!

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Intenciones hacia los hermanos

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”

3 Juan 1:2 RVR1960

Como parte de convenciones sociales, específicamente de buenos modales y educación formal, se desea a las personas al saludar que tenga un buen día, y se ajusta en dependencia de en qué momento del día suceda. Así se hace formalmente, pero cuando existe más confianza, y se conoce acerca de aspectos de la salud, de la familia, entre otros detalles, se intercambian deseos de buena salud, suerte, buenaventura, y así sucesivamente. Pero con la frialdad y maldad en la que el mundo se encuentra sumido en la actualidad, es frecuente ver personas que de labios para afuera dicen una cosa, pero en su fuero interno solo desean el mal para uno.

En esta epístola de Juan, vemos que su saludo es como sigue: Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Esta manera de referirse a él implica un fuerte afecto fraternal, mediante el uso de una derivación del amor ágape (gr. ἀγαπητός, agapētos). A continuación, expresa sus deseos de que sea prosperado en todo, y como se puede entender en esta misma oración, hay una marcada intención espiritual más que material. Conocedor de que Gayo había tenido padecimientos de salud, desea que tenga salud física, no porque la priorizase antes que la espiritual, sino queriendo que esta estuviese de la mano al estado de su alma. Más que cualquier otra cosa, vemos la preocupación de un hermano de la fe por otro. Ánimo, pues Juan sabe que Gayo había tenido problemas de salud y sufrido otras pruebas. Y sin hacer distinción ni escudarse en su posición como apóstol, da palabras de ánimo, de edificación, lo insta a seguir y se mantiene atento a su estado.

Debemos imitar con nuestros hermanos este comportamiento de Juan, cualquiera que sea nuestra posición en la congregación. Animarlos, orar y fortalecerlos en medio de las dificultades o enfermedades. Tener expresiones de amor fraternal genuino, en medio de este mundo de dobles caras, y presentemos nuestros deseos a Dios por ellos, para que sean respaldados y se mantengas en los caminos de Salvación. ¡El Señor te bendiga

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El que estudia la Palabra hallará el bien

“El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado.”

Proverbios 16:20 RVR1960

El bien es, entre otras definiciones, un sustantivo abstracto empleado como término genérico para agrupar todo lo que resulta favorable y beneficioso para un individuo o grupo de ellos, sea desde el punto de vista de su voluntad, aspectos morales, sociales o psicológicos. Posee un valor positivo y es por ello estimable para las personas. Tiene como característica adicional que es diametralmente opuesto al mal. Y aunque la apreciación personal de lo que es el bien puede variar dependiendo del individuo, existe un aspecto absoluto que trasciende la percepción de relatividad y su conocimiento del mismo.

Ser capaz de encontrar lo que es el bien puede ser complicado, pues lo que para una persona o grupo de ellas resulta bueno, no necesariamente lo es para otras, partiendo de aspectos socioculturales y ético-morales. Sin embargo, vemos en este pasaje: El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado. Existe solamente Alguien que puede determinar acertadamente el bien y lo que es bueno para cada individuo, independientemente de su origen o cultura, y es Dios. Su determinación abarca todo factor existente, circunstancias y aún toma en cuenta el futuro de la persona. Pero llegar a ello conlleva a relacionarse adecuadamente con Él, y entender Su voluntad presente en las Sagradas Escrituras. En ellas encontraremos lo que es necesario. Seremos capaces entonces de hacer y saber lo que es el bien. En la Biblia encontraremos la fuente inagotable del mismo. Del mismo modo, confiar en Dios y Sus promesas traerá bienaventuranzas sobre nosotros.

Cosecharemos lo que sembramos. Hacer el bien a otros traerá bendiciones para nuestra vida. Pero es en Dios y la Biblia donde encontraremos la fuente más fiable. Pongámonos en Sus manos, confiemos y estudiemos, siempre atentos a la voz del Espíritu, para ser cada vez más cerca del propósito de Dios para nosotros. ¡El Señor te bendiga!

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Hablando palabras de bien

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”

Efesios 4:29 RVR1960

Uno de los mayores males de la actualidad es la tendencia de las personas de hablar demasiado sin detenernos a escuchar. Somos más propensos a hablar que a escuchar a otros y es característico que lo hagamos con el precepto de que lo que vamos a decir es más importante que lo que dirá el otro. Pero hablamos acorde a como vivimos y pensamos. Lo que nos mantiene ocupada la mente es lo que exteriorizamos, y es frecuente escuchar a las personas hablar de asuntos irrelevantes para nosotros acerca de su intimidad, de sus malas acciones como si fueran hazañas, de lo extraordinario que son, y en varias ocasiones, empujándonos a repetir sus malos actos.

Mientras los jóvenes hablan de moda, actores famosos o cantantes de su preferencia, los adultos no necesariamente tienen temas más profundos. La trivialidad y la superficialidad es una característica de las generaciones de la actualidad. Y a veces entre los hermanos de la iglesia encontramos temas de conversación que están más enfocados en alabarse a sí mismos y sus logros, que en abordar lo que realmente importa. Pero peor aún, en ocasiones en lugar de palabras de ánimo, hay contención, disipación o rebeldía. El apóstol Pablo dijo: Ninguna palabra corrompida salga de tu boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Un cristiano debe representar con su actitud y vida a Cristo, por lo que se espera de nosotros que en cada acción, palabra y pensamiento estemos ministrando a los que nos rodean.

Debemos tener cuidado de nuestras palabras y el sentido que ellas tienen, pues, como sabemos, de cada palabra ociosa vamos a tener que dar cuentas ante Dios (Mateo 12:36 RVR1960). Procuremos que se pueda encontrar en nosotros palabras de ánimo, edificación, consuelo y que guíe los pasos de otros hacia la luz de Cristo. ¡El Señor te bendiga!

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Sol y escudo es Dios

“Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.”

Salmos 84:11 RVR1960

El ser humano considera como bueno lo que le trae beneficios. Antes de comenzar en alguna organización, grupo o trabajo, primeramente valora las ventajas que le trae, y posteriormente decide si incorporarse o no. Esto mismo sucede cuando se le habla a alguien de Cristo por primera vez. Muchas veces, surge la pregunta: ¿qué ventajas me trae eso? El no tener claridad en las repuestas puede hacer que nunca se presente la oportunidad de hablar a esa persona otra vez.

Lo más frecuente es responder que tendremos salvación. Pero esto es al final de nuestros días, no algo de lo que se tendrá acceso inmediatamente. Hablamos de transformación y de dejar el pecado, pero no necesariamente resulta importante para ellos en ese momento, aunque sí lo será después. El salmista nos ayuda en esto, proporcionándonos algunos beneficios de una larga lista de ellos, al decir: Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad. En Dios encontramos iluminación y separación de la oscuridad, protección ante embates del enemigo y el mundo, recibimos gracia divina, la cual nos permite acceder a un ser todopoderoso y poder presentar nuestras peticiones, y que sean respondidas. Nuestra fe tendrá recompensa ante el resto de las personas, y no seremos puestos en vergüenza. Y siempre que nos mantengamos en integridad delante de Él, tendremos certeza de que el bien no se apartará de nosotros.

Contar con Dios en nuestras vidas traerá beneficios físicos, espirituales y morales. Contaremos con respaldo, guía, protección, ayuda y compañía, pero no de alguien que se arrepiente y nos abandona, sino de quién, aun si no nos mantenemos fieles, es capaz de perdonarnos y mantener Sus promesas, y al final de todo, nos proporciona salvación y vida eterna. Vivir con Dios una vez, es mejor que la duración de miles de existencias sin Él. ¡El Señor te bendiga!

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