Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. 1 Crónicas 29:14 RVR1960 #QuienEsElHombreDelanteDeDios, #DeLoQueRecibimosTeDamos, #MinutosConDios, #ReflexionesDiarias

Damos de lo que recibimos

“Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.”

1 Crónicas 29:14 RVR1960

Las ganancias, propiedades y posesiones son el mayor orgullo de los seres humanos. Para medir el éxito y sus logros, se cuantifican sus pertenencias, y de este modo se establece quien es el mejor en su campo. El nivel adquisitivo o sus bienes definen la importancia de las personas en la sociedad, llegando a hacerse grandes gastos en excentricidades con el objetivo de mantener un status o estado de opinión en el resto de las personas. Del mismo modo, estos individuos opulentos se tornan arrogantes, prepotentes y se consideran a sí mismos mejores que el resto de las personas.

En contraste con esta actitud, vemos en este pasaje del primer libro de Crónicas, como David, segundo rey de Israel, se dirige a la asamblea, conformada por los jefes de familia, y los príncipes de las tribus para listar las posesiones que dedicaría a que su hijo Salomón edificara la casa de Dios. Posteriormente a que los presentes hicieran todo tipo de donaciones para esta gran obra, dijo, hablando a Dios: ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. David era el rey de Israel, el resto de las personas eran príncipes y personas en posiciones de liderazgo, todos de gran relevancia para la nación, sin embargo, se declaran como insignificantes delante de Dios. En una muestra de humildad el rey reconoce que no son nada, que no eran dignos, siquiera de tener las riquezas que en ese momento ofrecían, y declara que todas sus pertenencias eran del Altísimo, y que ellos daban de lo que antes habían recibido. Independientemente de si las pertenencias eran de botines de guerra, si eran rescates, o fuera cual fuera el origen, se reconoce al Todopoderoso como dador de ellas.

Tus posesiones pueden ser muchas o pocas. Pueden tener un origen familiar, o haberlas luchado tú, pero seas o no cristianos, debes saber que fue Dios el que permitió que llegaran a ti. Estas administrando lo que Él te ha dado, y del mismo modo en que te lo dio, lo puede quitar. Usa tus pertenencias para hacer el bien. Ayuda a los necesitados, apoya la obra de Dios, haz donaciones, sin el ánimo de llamar la atención de los medios sobre tu persona. Hazlo de corazón, con humildad, con el espíritu de agradar al dueño de todo cuanto existe. Adora con tus bienes al Padre Celestial.

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